San Francisco de Asís, exhortaba a sus frailes, predica, predica, predica el Evangelio, y si es necesario también con las palabras. El ejemplo de San Francisco de Asís nos muestra que la elocuencia de la palabra no es la que convence, sino el silencioso testimonio de vida, una vida coherente con lo que después se predica.
San Antonio de Padua, uno de los mas populares seguidores de San Francisco, también decía: la palabra tiene fuerza cuando va acompañada de las obras. Cesen, por favor, las palabras y sean las obras quienes hablen. Estamos repletos de palabras, pero vacíos de obras, y, por esto, el Señor maldice como maldijo aquella higuera en la que no halló fruto sino hojas tan sólo. Los discursos de San Antonio, llenos de fuego fueron del agrado de la gente, que sintió una necesidad íntima de escucharlo y no pudo escapar de la fuerza espiritual de sus palabras. La fuerza espiritual de sus palabras y sus obras eran inseparables.
Cuando Juan Pablo II vino al Paraguay (1988) para la canonización de San Roque Gonzalez de Santa Cruz, el había dicho que el corazón incorrupto del padre Roque constituye una imagen elocuente del amor cristiano, capaz de superar todos los límites humanos, hasta los de la muerte. El testimonio más elocuente de amor a Dios y al prójimo. Cuando murió martirizado de una mazazo en la cabeza y su cuerpo quemado en llamas su corazón que ardió en ese fuego, pero milagrosamente se conservó intacto, hasta nuestros días incorrupto en el relicario de la Capilla de los Mártires, un corazón santo que permanece en nuestra memoria histórica en el Paraguay, un ejemplo de santidad de vida. Su corazón nos habla y nos invita a conservar viva la fe, que nuestro amor a Dios fructifique en el amor al prójimo capaz de superar todas las barreras de división y ser solidarios, para darnos el ejemplo de amor a la Virgen María que nos guía cómo guió a San Roque en su peregrinación apostólica.
Hoy celebramos con un gran agradecimiento al Sagrado Corazón de Jesús. Que es el símbolo y testimonio por excelencia del gran amor de Dios, del Dios hecho carne, del amor humanizado de Dios. Es la fiesta del amor de Dios hacia nosotros, pues nos ofrece la puerta abierta de un Corazón que nos inunda de vida y esperanza, dos valores fundamentales que nos puede inspirar, animar y consagrarnos para depositar toda nuestra confianza, en medio de nuestras cruces, pruebas cotidianas, de las angustia, temores y miedos: sagrado, Corazón de Jesús, en vos confío.
Recordamos y oramos también muy especialmente por nuestros sacerdotes, quienes respondiendo al llamado del Señor se han constituido en sus discípulos misioneros. También hoy oramos por la santificación de los sacerdotes. Que sigan consagrándose al Sagrado Corazón, con ardor y valor aspiren a la santidad e inspirando con sus vidas a ser servidores del pueblo y ministros de la unidad De la Iglesia, a ejemplo de tantos sacerdotes, que han alcanzado la cima de santidad. «Como sacerdotes (…) pongamos en las manos llagadas del Señor, como ofrenda santa, nuestra propia fragilidad, la fragilidad de nuestro pueblo, la de la humanidad entera. El Señor es quien nos transforma, quien nos trata como el pan, toma nuestra vida en sus manos, nos bendice, parte y comparte, y nos entrega a su pueblo». (Papa Francisco 31 mayo, 2020)
Toda persona necesita tener un “centro” de su vida, un manantial de verdad y de bondad del cual tomar para afrontar las diversas situaciones, la fatiga de la vida diaria, vértigos y mareos. Podríamos decir que en este manantial nos hemos sumergido en nuestro propio bautismo. Cada uno de nosotros, cuando se queda en silencio, no sólo necesita sentir los latidos de su corazón, sino también, más en profundidad, el pulso de una presencia fiable, perceptible con los sentidos de la fe y, sin embargo, mucho más real: la presencia de Cristo, corazón del mundo.
Ese corazón sigue latiendo, y nuestro centro o equilibrio personal es latir nuestro corazón al unísono del Corazón del Señor. Cuando perdemos el centro caminamos a la deriva hacia rumbos inciertos. Nos descentramos. Los horizontes de esperanzas se pierden y no se experimenta la plenitud de la vida. La vida carece de sentido, el corazón no se llena de cosas materiales, de pretensiones de poder, riqueza y placer.
Cuando hay corazones cerrados, hay discordias y divisiones con corazones se alejan. Corazones rotos por las decepciones y desamores. Corazones enfermos por sospechas, desconfianzas, rechazos, corazones duros, de piedra, por egoísmos. Los corazones rotos, infartados, son corazones que se han alejado del amor. De ese corazón fluyen odios, venganzas, asesinatos, robos, corrupción, desprecio de la vida humana, de la vida y del seno materno. Cuando los corazones de los esposos sintonizan, por al amor que se tienen, en la familia, se puede decir que hay un único corazón. El amor es armonía entre las personas y sana convivencia. Encontramos el centro de nuestra vida y el equilibrio cuando encaminamos nuestra vida según su ley, y caminamos por las dos vías. El amor a dios y el amor al prójimo. Cuando pequeño la imagen del sagrado corazón mi miraba.
El corazón de Jesús está en el centro de nuestras propias familias . Porque «el amor entre el hombre y la mujer en el matrimonio y, de forma derivada y más amplia, el amor entre los miembros de la misma familia —entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas, entre parientes y familiares— está animado e impulsado por un dinamismo interior e incesante que conduce la familia a una comunión cada vez más profunda e intensa, fundamento y alma de la comunidad conyugal y familiar». Allí también se integran los amigos, camaradas y las familias amigas, e incluso las comunidades de familias que se apoyan mutuamente en sus dificultades, en su compromiso social y en su fe.
Esta familia grande debería integrar (como un solo corazón) con mucho amor a las madres adolescentes, a los niños sin padres, a las mujeres solas que deben llevar adelante la educación de sus hijos, a las personas con alguna discapacidad que requieren mucho afecto y cercanía, a los jóvenes que luchan contra una adicción, a los solteros, separados o viudos que sufren la soledad, a los ancianos y enfermos que no reciben el apoyo de sus hijos, y en su seno tienen cabida «incluso los más desastrosos en las conductas de su vida».
También puede ayudar a compensar las fragilidades de los padres, o detectar y denunciar a tiempo posibles situaciones de violencia o incluso de abuso sufridas por los niños, dándoles un amor sano y una tutela familiar cuando sus padres no pueden asegurarla. Finalmente, no se puede olvidar que en esta familia grande están también el suegro, “la suegra y todos los parientes del cónyuge.
Se decía en medio de la pandemia, que los masivos contagios producía la inmunización del rebaño. La epidemia del pecado con sus masivos contagios, es el virus del mal que conducen a contagiar todo el rebaño, generando la corrupción del pecado, porque ya no se sirve a Dios y al prójimo, sino se sirve de Dios para corromper o servirse del prójimo para sus corruptos fines. La gracia de Dios no nos abandona justamente para inmunizarnos de las corrupciones del corazón.
El llamado evangélico, y el testimonio de vida es un llamado apremiante a los laicos y personas consagradas. No deberíamos diferenciar, porque también los Laicos están consagrados por su bautismo, a la misión y responsabilidad social, familiar y nacional para servir al bien común y el más común de los bienes es siempre proteger, defender la vida humana en todas sus etapas
El que quiera gobernar bien que se deje mas bien gobernar por Dios y sus mandatos. De Aquel Dios y Señor de la Vida que tiene una predilección por los pobres, enfermos y necesitados. En este momento la nación requiere el esfuerzo y la colaboración de todos. También la necesidad imperiosa de concienciarnos los ciudadanos, nosotros, de ser guardianes unos de otros en el cuidado permanente de unos y otros, guardianes del hermano. Estar de guardia para acudir al necesitado.
Gracias Señor por lavarnos el corazon, para sanarnos del mal de la corrupción del pecado, y con tu Gracia, caminemos incorruptos, alimentados de tu corazón, de tu Cuerpo y Sangre que recibimos, de tu Palabra orientadora y que late de amor y transforma nuestros corazones para latir con el tuyo y el Inmaculado Corazon de la Virgen Maria.
+ADALBERTO MARTÍNEZ FLORES
16 de junio de 2023
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