El pasado 8 de mayo, a las 18:07 horas, el humo blanco de la chimenea de la Capilla Sixtina anunciaba al mundo la elección del Papa León XIV. Una hora después, en su primer discurso, el Pontífice desde el Balcón; balcón rebosante de alegría, saludaba al mundo y a la ciudad con estas palabras: “¡La paz esté con ustedes!…Vivir nuestra fe…sentir en nuestro corazón que Jesucristo está presente y saber que Él nos acompaña siempre en nuestro camino…caminemos todos juntos. ¡Gracias a todos!”.

Gracias Papa León. Te damos las gracias por dar tu sí, cuando el Cardenal Decano te preguntaba en el Cónclave de la Capilla Sixtina si aceptabas tu elección canónica como Sumo Pontífice. Oramos muy especialmente por el Papa León, en este primer mes de su pontificado.

La paz sea con ustedes. Esa misma invocación fue reiterada una y otra vez, porque en casi todos los discursos públicos el Papa Prevost no dejó de repetirla. Con firmeza, el domingo 11 de mayo se dirigió a los poderosos del mundo para subrayar, en su primer rezo del Ángelus , “¡Nunca más la guerra!”. Con igual firmeza pidió que, en los territorios heridos por conflictos y violencias, principalmente Ucrania y la Franja de Gaza, la paz sea “justa y duradera”.

Esta mañana, el Papa León XIV ha presidido la Santa Misa del Pentecostés ante miles de fieles procedentes de muchos países. En su homilía, inspirado por el relato de los Hechos de los Apóstoles, el Papa recuerda que al igual que sucedió en el cenáculo, también hoy “desciende sobre nosotros el don del Espíritu Santo como un viento impetuoso que sacude”. Y nos sacude – dijo el Papa – precisamente a abrir fronteras, como ya explicó en 2005 Benedicto XVI: “El Espíritu Santo supera la ruptura iniciada en Babel y abre las fronteras. […] La Iglesia debe llegar a ser siempre nuevamente lo que ya es: debe abrir las fronteras entre los pueblos y derribar las barreras entre las clases y las razas”.

León XIV después, ha trazado una ruta clara para una Iglesia sin muros y sin despreciados y conseguir una Iglesia de hermanos y hermanas, libres en Cristo. El Espíritu abre las fronteras dentro de nosotros

León XIV señala que la primera obra del Espíritu es interna: rompe las barreras del egoísmo, del individualismo y del miedo, haciendo espacio en nosotros al amor: “El Espíritu Santo viene a desafiar, en nuestro interior, el riesgo de una vida que se atrofia, absorbida por el individualismo” explica el Santo Padre, a la vez que denuncia cómo en un mundo hiperconectado, millones permanecen solos y desorientados.

Es triste observar cómo en un mundo donde se multiplican las ocasiones para socializar, corremos el riesgo de estar paradójicamente más solos, siempre conectados y sin embargo incapaces de “establecer vínculos”, siempre inmersos en la multitud, pero restando viajeros desorientados y solitarios.

Ante esto, León XIV nos recuerda que el Espíritu de Dios “nos hace descubrir un nuevo modo de ver y de vivir la vida”: Por un lado, “nos abre al encuentro con nosotros mismos, más allá de las máscaras que llevamos puestas” pero también “nos conduce al encuentro con el Señor enseñándonos a experimentar su alegría y nos convence de que sólo si permanecemos en el amor recibimos también la fuerza de observar su Palabra y, por tanto, de ser transformados por ella”.

El Espíritu Santo también hace madurar en nosotros los frutos que ayudan a vivir relaciones auténticas y sanas: “cuando el amor de Dios mora en nosotros, somos capaces de abrirnos a los hermanos, de vencer nuestras rigideces, de superar el miedo hacia el que es distinto” asegura el Pontífice, recordándonos que el Espíritu actúa también entre las personas, transformando aquellos peligros más ocultos que contaminan nuestras relaciones, como los malentendidos y los prejuicios y denuncia con firmeza las formas de violencia y dominación, citando con dolor los recientes casos de feminicidio:

“Pienso también —con mucho dolor— en los casos en que una relación se intoxica por la voluntad de dominar al otro, una actitud que frecuentemente desemboca en violencia, como desgraciadamente demuestran los numerosos y recientes casos de feminicidio”.

Recordamos, y seguramente el Papa se refería también al caso del doloroso feminicidio de María Fernanda Benítez. Casi que nos conmueve y mueve a rechazar enérgicamente toda violencia y crímenes de lesa humanidad, como las secuencias de crímenes causados por sicarios, como la del crimen de Marcelo Pecci y el atentado ayer del senador colombiano Miguel Uribe Turbay. Crímenes que lesionan e hieren de muerte la pacífica convivencia social.

Finalmente, el Papa recuerda cómo en Pentecostés las lenguas no dividieron, sino que unieron: “El caos de Babel es apaciguado por la armonía del Espíritu”, recordando que también hoy las divisiones “no son ocasión de división y de conflicto, sino un patrimonio común del que todos podemos beneficiarnos, y que nos pone a todos en camino, juntos, en la fraternidad”.

Un llamado final del Papa a poner en práctica “el mandamiento del amor” concluye la homilía, en la que también ha recordado que “el Espíritu rompe las fronteras y derrumba los muros de la indiferencia y del odio” en un mundo desgarrado por guerras y migraciones forzadas.

María Santísima Madre del Pentecostés, nos conduzca por caminos de vivir la alegría del Evangelio y de la paz.

 

+ Cardenal Adalberto Martínez Flores 

Arzobispo Metropolitano