Queridos hermanos, queridos jóvenes:
Hoy ustedes están invitados a participar de la Santa Misa, en este domingo, día del Señor, y dentro del Novenario de Nuestra Señora de la Asunción. Acaban de hacer una caravana vehicular seguida de un auto concierto. ¡Qué creatividad la de ustedes! Saben resolver dificultades y vencer obstáculos, cuando tienen una meta común y están unidos por el afecto de amistad y por la riqueza de la fe cristiana. Ustedes alegran a la Iglesia de Dios, alegran a sus padres, catequistas y animadores. Y con esa alegría participan hoy del encuentro con la Palabra de Dios y del alimento espiritual del Cuerpo de Cristo en la sagrada comunión.
Ayer tuvimos un auto desfile, una hermosa manifestación de amor a María Santísima de muchos jóvenes estudiantes de nuestras instituciones educativas juntamente con sus Directivos, Docentes y su propia comunidad educativa. Una caravana de más de 200 vehículos desfilando desde la Costanera de Asunción y saludando a la Imagen de la Virgen expuesta frente su Oratorio. Impresionante la espléndida organización hecha por el Departamento de Educación Católica (DAEC), la alegría y la fe mariana, además del colorido mostrado en sus vehículos, ostentando algunos, su santo patrono, otros carteles alusivos a la identidad católica de su escuela, haciendo flamear las banderas nacional y papal. Todo fue modo Covid-19, dentro de la sencillez de un acto de homenaje a María. La comunidad educativa arquidiocesana se hizo presente con gallardía. Se ha querido destacar el aporte de educación católica hecha con eficiencia académica curricular y virtual, con todos sus valores humanos y religiosos. Es mucho más lo que dan las instituciones educativas católicas al Estado Paraguayo, ciertamente en millones de dólares, que lo poco que reciben del mismo. Somos muy agradecidos a los Padres de familia por el sostenimiento de sus respectivas instituciones educativas católicas.
Les invito ahora a entrar en el tema: Que no te critiquen por ser joven. Palabra de Dios y juventud.
El evangelio de hoy nos refiere que los jóvenes discípulos de Jesús estaban en la tormenta. La presencia de Jesús, les serenó y les dijo: “Soy yo, no teman” entonces los discípulos superaron el miedo y la inseguridad. Se postraron ante Él con la proclamación de la fe: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios”. Esa es nuestra fe, Jesucristo en su muerte y su resurrección ha vencido el pecado y la muerte y nos ha hecho hijos e hijas de Dios mediante el bautismo.
San Pablo, escribiendo a su discípulo Timoteo le dice eso: “Recomienda todas estas cosas y enséñalas. No dejes que te critiquen por ser joven. Trata de ser el modelo de los creyentes por tu manera de hablar, tu conducta, tu caridad, tu fe y tu vida irreprochable. Mientras llego, dedícate a la lectura, a la predicación y a la enseñanza. No descuides el don espiritual que recibiste mediante una intervención profética, cuando el grupo de los ancianos te impuso las manos. Ocúpate de estas cosas y fíjate en lo que dije; así todos serán testigos de tus progresos. Cuida tu conducta y tu enseñanza; persevera sin desanimarte, pues actuando así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan”. (1 Tim 4 11-16).
Estas palabras hoy resuenan fuerte en el corazón de cada joven, llamado a ser discípulo misionero de Jesucristo. Qué bueno es que el ejemplo y la predicación de la propia vida de ustedes jóvenes, suscite en otros jóvenes el deseo de encontrar el camino de conocer a Dios, manifestado en Jesucristo, de servir a los demás y de amar con misericordia a todos. Por eso, ustedes han descubierto que la Palabra de Dios es fundamental para sostener su propia fe y de anunciar a otros el sentido de la vida, que se encuentra en Jesucristo Nuestro Señor y en su comunidad cristiana.
En este clima de recordación de las recomendaciones de Pablo a Timoteo, y de esta celebración, detengámonos a meditar el texto del evangelio del día de hoy.
Evangelio (Mt 14,22-33)
Inmediatamente después de la multiplicación de los panes (evangelio del domingo pasado) Jesús manda a sus discípulos que suban a la barca y pasen a la otra orilla; mientras Él despide a la multitud. Una vez hecho esto, Jesús sube a la montaña para orar “a solas”. Y al atardecer todavía seguía orando sólo. Estaba atardeciendo, los discípulos piden a Jesús que “despida a la multitud” para que vayan a los pueblos vecinos y se consigan de comer. El domingo pasado comenzamos a leer una sección del evangelio de Mateo donde Jesús se distancia o retira de los demás para concentrarse en la “formación” de sus discípulos.
Es oportuno, queridos jóvenes, que lo leamos como un mensaje para ustedes y para toda la comunidad presente. Jesús se dedica a formarnos en ser sus discípulos.
De ahí que, la compasión ante esa multitud hizo que Jesús posponga su búsqueda de soledad para orar, aunque al final de ese día despide a la multitud y puede concretar su deseo de encuentro personal con el Padre. Este relato deja a Jesús orando en la montaña y se enfoca en la barca con los discípulos, la cual se encuentra ya lejos de la costa y “atormentada” por las olas porque tenían viento en contra; se está expresando la idea de sufrimiento o tormento humano (cf. Mt 8,6.29). Con esto se afirma que toda comunidad cristiana pasa por la inseguridad, la angustia y la muerte y la atormentan y la hacen sufrir.
A la madrugada, Jesús se acerca a la barca caminando sobre el mar. En la Biblia, el amanecer es el tiempo privilegiado de la acción salvadora de Dios (cf. Ex 14,24; Sal 46,6; Is 17,4) y de la resurrección de Jesús (cf. 28,1). Pero caminar sobre el mar es una facultad sobrenatural de la que se hablaba a menudo en la antigüedad como algo imposible para los mortales y reservada sólo a Dios. Los discípulos creen ver un fantasma y gritan de miedo ante la presencia de Jesús que viene sobre las aguas. Entonces Jesús les habla y sus palabras les asegura su presencia: “Ánimo, soy yo, no teman”. Expresión imperativa: “ánimo, tengan confianza”, que en los evangelios es siempre una invitación a ser valiente, a confiar, a estar bien; y que casi exclusivamente aparece en boca de Jesús. El “soy yo” evoca la auto presentación de Dios en el AT. “No teman” la dirige varias veces Dios al pueblo de Israel y Jesús a sus discípulos, en particular en la transfiguración y en sus apariciones como resucitado. Jesús caminando sobre las aguas realiza un hecho extraordinario que manifiesta su condición divina; y la misma se revela también a través de sus palabras. Es decir, Jesús obra con el poder de Dios y habla como Dios.
Esta narración subraya la dificultad que la Iglesia ha tenido especialmente en la historia del primer siglo, en tiempos de Mateo. Pero, lo es en todos los tiempos, como hoy, en tiempo de pandemia, de sufrimientos y desconciertos sociales y económicos. Ante la aparente ausencia del Señor, hay fuerzas que triunfan y que se oponen a la fe, a la vida, al matrimonio entre varón y mujer. Cuántas amenazas reciben ustedes de las ideologías relativistas, hedonistas y egoístas que se imponen a fuerza de dinero extranjero y tienden a establecer la dictadura de lo “políticamente correcto”, como la moda que hay aceptar, descostruyendo y oponiéndose a la cultura cristiana de nuestro pueblo, considerada ésta como anticuada. No es de extrañar que muchos jóvenes se dejen atraer por estas novedades fantasiosas y que abandonen la fe, la Iglesia en pos de la seducción de una cultura de muerte, de vicios, de drogas, de violencia. Cuando la fe está ausente en los jóvenes y ellos se hayan acomodado a estas ideologías del mundo, entonces comienzan las verdaderas tormentas y la desorientación personal y social. Entonces todo es light… nada tiene valor ni importancia. Y tendremos de esta manera una generación de jóvenes arrastrados por la corriente de lo más fácil, como si se dejaran guiar por la propaganda de los medios de comunicación y por la tiniebla intelectual que les ciega en su fanatismo.
Sigamos con el comentario al evangelio. La figura de Pedro es importante, encontramos que también él puede caminar sobre las aguas. Es una página magnífica en su identificación con Jesucristo… Aparentemente su pedido conlleva en sí una cierta duda, pues lo expresa en condicional: “si eres tú”. Pedro comienza bien a caminar, pero en un momento empieza a apartar su mirada de Jesús y la dirige al viento tempestuoso, cayendo en el dominio del miedo. Dejó de confiar en la Palabra de Jesús y se dejó influenciar por su percepción. Al empezar a hundirse, grita por auxilio al Señor, quien lo rescata. Jesús le advierte de su poca fe, porque se dejó dominar por la duda; entonces le reprocha por no centrarse exclusivamente en Él y su Palabra, sino que en la adversidad del momento.
Queridos jóvenes. Tantas tentaciones de los ídolos de este mundo les pueden hacer entrar en crisis existencial y en el abandono de la fe en el Señor Jesús para hundirse en el pecado, la indiferencia y el egoísmo. Por eso, la Palabra de ánimo que hoy les dirige Jesucristo es para recuperar la belleza de la vida cristiana, fuente de inspiración para dar la vida por la verdad, la justicia, la amistad sincera, y el amor servicial y misericordioso. Pero, como Pedro, deben gritarle a Jesús: “sálvanos que perecemos”. Señor, ten piedad de nosotros que estamos en este valle de lágrimas.
La escena de la barca es sacudida, castigada por las olas y con viento en contra, se asemeja con alguna situación de nuestra vida eclesial o personal. También podemos referirla a nuestra actual situación mundial de pandemia que el Papa Francisco comparó con “una tormenta inesperada y furiosa”. Es decir, la noche, la tormenta, el viento en contra y la ausencia de Jesús nos invitan a pensar en esos momentos difíciles donde el miedo, la angustia y la desesperación se apoderan de nosotros; y en los cuales intentamos rezar, pero todo nos parece una ilusión, una fantasía no real.
Ustedes conocen y experimentan esos momentos de prueba para nuestra fe, donde vacilamos y parece que nos hundimos. Pero justo, en medio de la oscuridad de la noche y la rudeza de la tormenta el Señor se hace sentir en la vida de ustedes y les devuelve la calma con su palabra poderosa: “Ánimo, soy yo, no tengan miedo”.
Lo bueno es que, desde el fondo de esta situación, en medio de la corrupción, del robo al Estado, de múltiples violencias e injusticias, realidades conocidas diariamente, todavía podemos confiar en el Señor Jesús, y sólo Él, puede salvarnos y se lo pedimos a gritos de confianza: “Señor, sálvame”. Y el Señor nos da su mano y nos rescata. El camino de la Iglesia, el camino de los jóvenes cristianos en el mundo nunca estará del todo libre de dificultades, pruebas y contradicciones. Y siempre será necesario, en ambiente turbio social y moralmente, volver a presentar el Evangelio, las bienaventuranzas, la misericordia. Necesitamos cada día volver nuestra mirada y corazón a Dios.
“En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó”. Es interesante notar que recién ahora se calma el viento tempestuoso, cuando Jesús y Pedro suben a la barca. Y este prodigio provoca como reacción en los discípulos que se postren ante Jesús y le digan: “verdaderamente eres Hijo de Dios”. Por tanto, la comunidad de los discípulos confiesa a Jesús como “Hijo de Dios”, como más adelante lo hará Pedro en Mt 16,16, siendo el título cristológico más importante para Mateo que busca presentar así a los discípulos como verdaderos creyentes, más allá de sus desánimos y las dudas, pues en el camino de la fe no se pueden evitar las dudas”.
Decía el Papa Francisco en la plaza de San Pedro el 27 de marzo de este año: “El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere.”.
Queridos jóvenes: el camino de la fe es el mensaje central de las lecturas de este domingo. Pidamos una mayor fe para descubrir la realidad de la presencia de Dios en sus vidas, personal y eclesial. Tener fe significa captar esta realidad, unirse a ella, fundamentarse sobre ella. Vivir de la fe significa tomar en serio esta realidad. Agarrémonos fuertemente de la Palabra de Dios, no tengan miedo, jóvenes, la fe vence al mundo. ¡Y ustedes serán siempre vencedores!
Miremos a María. Ella es la estrella de la evangelización, que nos orienta a su Hijo Jesús. Ella vivió y encarnó la Palabra que se hizo carne en su seno. También nosotros, ustedes jóvenes, al venerar a nuestra Madre Santísima como Mujer gloriosa en el cielo, afiancemos la riqueza de la fe, a partir de la Palabra de Dios y la frecuencia de los santos sacramentos.
Alabado sea Nuestro Señor Jesucristo
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