AQUÍ ESTAMOS, SEÑOR, PARA CUMPLIR TU VOLUNTAD
Hermanas y hermanos en Cristo:
Es una feliz coincidencia dar inicio al año lectivo 2025, año jubilar, como peregrinos de esperanza, con la Solemnidad de la Anunciación del Señor. Este Misterio nos invita a bendecir, alabar y glorificar a Dios que, mediante el arcángel Gabriel y a través de María, comunica a la humanidad su decisión de hacerse uno de nosotros, de poner su tienda en medio de su pueblo.
La liturgia de la Palabra nos entrega, al menos, dos mensajes muy oportunos para este momento en la vida del Seminario, así como para este año jubilar y para toda la vida: 1) para Dios nada es imposible y 2) cumplir la voluntad de Dios.
El mensaje central del Evangelio hoy es la esperanza: “para Dios nada es imposible”. Esta afirmación del arcángel es un potente motor que genera esperanza e impulsa a la total confianza que, junto con María, nos motiva a proclamar: “Hágase en mí según tu palabra”.
Las tres lecturas del día y el salmo tienen en común la apertura, disponibilidad y obediencia total para cumplir la Voluntad de Dios. “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.”
Por eso Jesús nos enseña a rezar: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.” El camino de la salvación es cumplir la voluntad de nuestro Padre. Jesús lo dice claramente: “No todo el que dice: ¡Señor, Señor! Entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. (Mt 7,21).
A ejemplo de María, todos estamos llamados a ser instrumentos dóciles de la Voluntad de Dios y contribuir con su plan salvífico. En la Anunciación, la disponibilidad y la obediencia de María hizo posible la encarnación; nos abrió las puertas de la salvación.
Dios, el Señor, nos ha llamado a cada uno de nosotros, cada uno es llamado por su nombre. Dios es tan grande que tiene tiempo para cada uno de nosotros, me conoce, nos conoce a cada uno por el nombre, personalmente. Es una llamada personal a cada uno de nosotros. Pienso que debemos meditar varias veces este misterio: Dios, el Señor, me ha llamado a mí, me llama, me conoce, espera mi respuesta como esperaba la respuesta de María, esperaba la respuesta de los Apóstoles. Dios me llama: este hecho debería hacernos estar atentos a la voz de Dios, atentos a su Palabra, a su llamada hacia mí, para responder, para realizar esta parte de la historia de la salvación para la que me ha llamado» (Benedicto XVI, 4 de marzo de 2011).
La Anunciación del ángel a María es uno de los misterios más contemplados y meditados por los cristianos. La Anunciación nos habla de llamada y respuesta, revelación y acogida, elección y responsabilidad, misión y compromiso.
Estamos aquí porque hemos sido llamados y ese llamado es al ministerio, al servicio, ya sea como obispos, ya sea como presbíteros, ya sea como seminaristas, ya sea como laicos.
El seminario es un tiempo destinado a la formación y al discernimiento. La formación tiene varias dimensiones que convergen en la unidad de la persona: comprende el ámbito humano, espiritual y cultural. Su objetivo más profundo es el de hacer conocer íntimamente aquel Dios que en Jesucristo nos ha mostrado su rostro. Por esto es necesario un estudio profundo de la Sagrada Escritura, como también de la fe y de la vida de la Iglesia, en la cual la Escritura permanece como palabra viva. (Benedicto XVI, 2005).
Este estudio, a veces, puede parecer pesado, pero constituye una parte insustituible de nuestro encuentro con Cristo y de nuestra llamada a anunciarlo. Todo contribuye a desarrollar una personalidad coherente y equilibrada, capaz de asumir válidamente la misión presbiteral y llevarla a cabo después responsablemente. El papel de los formadores es decisivo: la calidad del presbiterio en una Iglesia particular depende en buena parte de la del seminario y, por tanto, de la calidad de los responsables de la formación.
Queridos seminaristas, recemos los unos por los otros. Recen por nosotros los obispos, recemos por los formadores, directores espirituales, profesores y por todos aquellos que contribuyen cotidianamente para que el Seminario cumpla con calidad su misión de acogerlos, formarlos y ayudarles en su sí generoso al llamado que han recibido del Señor.
El tiempo de cuaresma nos muestra el camino hacia la Pascua, que necesariamente pasa por el calvario, por la Pasión y la Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, pero cuyo horizonte es la Resurrección. En ese proceso, Jesús cumplió a cabalidad la voluntad del Padre y lo expresó así en Getsemaní: “Padre, si quieres aleja de mí este cáliz de amargura, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.” (Lc 22,42).
Llenos de confianza y de esperanza, iniciamos el año lectivo con esta convicción: “para Dios, nada es imposible”, por eso le decimos: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.”
Así sea.
Asunción, 25 de marzo de 2025. Solemnidad de la Anunciación.
+ Adalberto Cardenal Martínez Flores
Arzobispo Metropolitano de Asunción
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