SANTA MISA
HOMILÍA
Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán
Catedral Metropolitana de Asunción
Hermanos y hermanas: Hoy celebramos la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, la catedral del Obispo de Roma, el Papa, Sucesor de San Pedro. La Iglesia la reconoce como Madre y Cabeza de todas las Iglesias del mundo, porque en ella se hace visible la unidad de la fe, la continuidad apostólica y la comunión entre todos los creyentes.
La Basílica expresa la maternidad espiritual de la Iglesia que engendra en la fe, bautiza, acompaña y sostiene. Pero hoy recordamos que el verdadero templo de Dios somos nosotros, el Pueblo santo llamado a ser morada del Espíritu Santo.
- “Ustedes son templo de Dios” (1 Cor 3,9-11.16-17)
San Pablo nos enseña: «Nadie puede poner otro fundamento que el ya puesto, que es Jesucristo.» Cristo es la roca firme, el centro y la medida de la vida. Y declara: «El templo de Dios es santo: ese templo son ustedes.» Cada persona es sagrada, porque Dios habita en ella.
- Cristo purifica el Templo (Jn 2,13-22)
Jesús entra al templo y lo encuentra reducido a negocio y conveniencia. Dice: «No hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio» (Jn 2,16). Cristo purifica para restaurar, y restaura para consagrar el templo como casa de oración. Cuando afirma: «Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré» (Jn 2,19), hablaba de su Cuerpo entregado y resucitado. Cristo es el Templo vivo, y en Él somos templos vivos del Espíritu Santo.
- La vida humana y la tierra: santuarios que debemos custodiar
Si la vida humana es templo de Dios, cada vida es sagrada. Y cuando la vida es herida, despreciada o utilizada, el templo de Dios es adulterado y profanado.
Hacer del templo una casa de comercio significa negociar con lo sagrado, convertir la vida en transacción, pactar con la injusticia y con el mal. Entonces la casa de Dios se transforma en casa de demonios, porque el bien es reemplazado por la violencia, la mentira y la muerte.
- a) En los feminicidios, cuando la mujer es tratada como objeto, propiedad o territorio de dominio. Cada mujer es imagen de Dios y templo sagrado. Donde se levanta la mano contra una mujer, el templo de Dios es profanado. El feminicidio no es solo crimen: es sacrilegio. La comunidad creyente debe proteger, acompañar y transformar las raíces culturales de esta violencia.
- b) En los homicidios y el sicariato, cuando la vida humana se compra y se vende, cuando matar se vuelve oficio o negocio. Donde la vida tiene precio, el templo de Dios es demolido. Quien ordena matar, quien paga por la muerte, quien calla sabiendo, usurpa el lugar de Dios. «La sangre derramada clama desde la tierra» (Gn 4,10).
- c) En el aborto procurado, cuando en el vientre de la madre —primer templo y santuario de la humanidad— los niños y niñas son interrumpidos y se les niega el derecho a nacer. El templo es profanado desde su raíz.
- d) En los abusos contra niños y niñas, cuando la inocencia es violada y la vulnerabilidad aplastada. Herir a un niño es herir el rostro de Cristo. No hay justificació No hay excusa. No hay silencio que valga omitir. El silencio encubre, y encubrir es participar del pecado.
- e) En la injusticia judicial, cuando la balanza se inclina por dinero, influencia o miedo; cuando se condena al inocente y se deja impune al culpable. La justicia es templo de Dios: cuando se la manipula, el templo se profana.
- f) En el despojo de la tierra, cuando comunidades indígenas y campesinas son expulsadas o engañ La tierra es don para sostener la vida; arrebatarla es derrumbar el altar donde una familia se sostiene.
- g) En la explotación laboral con salarios de miseria y negación de la Seguridad Social. «El salario retenido clama hasta el cielo» (St 5,4). Quien explota, profana; quien paga con miseria, deshonra al Creador; quien se enriquece del esfuerzo ajeno convierte el templo en casa de demonios.
- h) En la negación de la salud, cuando los pobres son dejados sin atención ni medicamentos.
Dice San Pedro: «Deséen la leche espiritual no adulterada» (1 Pe 2,2). Y también: «Como piedras vivas, entren en la construcción del templo espiritual» (1 Pe 2,5). La fe es leche pura, pero se adultera cuando se mezcla con el vinagre de nuestros pecados, intereses y complicidades. Una fe adulterada no construye el templo: lo destruye desde dentro.
- Cristo restaura y consagra el templo que somos
Cristo purifica para restaurar, y restaurar para consagrar nuevamente nuestro corazón como casa de oración, de encuentro y de misericordia. La santidad es reconstrucción paciente, obra de gracia y decisión diaria.
- Conclusión de esperanza: adoración que se hace cercanía
La adoración auténtica se convierte en acción concreta. Comienza por los que viven cerca de nosotros: los más frágiles, los heridos, los solos, los descartados. Nuestras parroquias deben ser casas de oración. Nuestras capillas de adoración perpetua deben ser lugares de sanación y reparación, donde Cristo levanta lo caído y reconcilia lo dividido. Adorar es restaurar. Adorar es poner a Dios en el centro. Adorar es reconstruir la vida y el tejido social.
Así edificamos un pueblo reconciliado, digno y fraterno, donde cada persona es cuidada como templo vivo de Dios.
† Adalberto Card. Martínez Flores
Arzobispo de Asunción
Asunción, 9 de noviembre de 2025
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