Santa Librada, virgen y mártir – Escoger la mejor parte: la Palabra que da vida
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
El Evangelio de este domingo nos presenta una escena sencilla pero profundamente transformadora. Jesús entra en la casa de Marta y María. Marta se afana en el servicio; María, en cambio, se sienta a los pies del Maestro y lo escucha. Y cuando Marta se queja, el Señor le responde con ternura, pero también con claridad:
“Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y no se le quitará” (Lc 10,41-42).
Escoger la mejor parte: escuchar, acoger y vivir la Palabra
¿Qué significa hoy para nosotros escoger la mejor parte? Significa reconocer que en medio del ruido del mundo, de las tareas legítimas y necesarias, hay algo que no puede faltar: sentarnos a los pies de Cristo, escuchar su Palabra y guardarla en el corazón. Como nos sentamos alrededor de la Mesa de la Eucaristía, del sacrificio redentor de Cristo. Porque solo desde esa escucha y comunión nace una vida plena, orientada por el bien, la verdad y el amor.
No se trata de despreciar el servicio, sino de ponerlo en su justo lugar: todo lo que hacemos debe nacer de un corazón que primero ha escuchado a Dios. Cuando nos dejamos llenar por su Palabra, nuestros gestos y decisiones dejan de ser agitación y se convierten en obras fecundas de fe.
Santa Librada: fidelidad hasta el final
Hoy recordamos también a Santa Librada, virgen y mártir, quien según la tradición eligió mantenerse fiel a Cristo. Fue perseguida, torturada y crucificada por no traicionar su fe, y forzada a actuar en contra de su decencia y consciencia. Ella también escogió la mejor parte: vivir unida al Señor, aun a costa de su propia vida. «Y no teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en el infierno. (Mateo 10:28)
Contemplar la imagen de Santa Librada, reflejo de las mujeres abusadas y violentadas. Se la venera como crucificada y coronada de violencias. Pero sobre todo coronada de la Gloria de Dios. Ella, como el Señor Crucificado, fue víctima de los males sufridos, y liberada por el bien amado, Su Señor y Buen Pastor, quién guía por senderos justos “aunque cruzó por oscuras quebradas, no temió ningún mal, porque el Señor estaba con ella que le infundió confianza (Cfr. Salmo 22).
Librada es el, reflejo del sufrimiento y crucifixiones de tantas mujeres, niñas, adolescentes, adultas que sufren el escarnio y la violencia, física, verbal, moral, espiritual, de sus mercaderes y verdugos. La violencia intrafamiliar, los feminicidios, tratas de personas, tráficos de personas, víctimas de abusos .
Hay muchos casos denunciados y procesos judiciales por violencia sexual en contra de Niños, Niñas, Adolescentes, abuso sexual, seguidos del estupro (abuso sexual contra adolescentes), la explotación sexual infantil, proxenetismo, (obtener beneficios de económicos de la prostitución a costa de otras personas) utilización de niñas, niños en pornografía y trata de personas con fines de explotación sexual.
De acuerdo con los registros de la Plataforma de Datos Abiertos del Ministerio Público, de Enero a Mayo del año 2025, fueron atendidas 1305 casos de abuso sexual en niños, es decir 8 a 9 víctimas por día. Además, fueron atendidas otras 8000 personas, por varios hechos punibles que afectan a Niños, niñas y adolescentes.
No son solamente estadísticas, que no nos cansaremos de recordarnos con mucho pesar, hay una persona detrás de cada unos de estos números, rostros inocentes y dignidades vulneradas. Líbranos Santa Librada de estos males, de los verdugos que explotan y crucifican la inocencia, y contribuyamos todos para erradicar estas crucifixiones de hoy. Y que la justicia actúe firme y que cuidemos de nuestros niños. Que las familias sean los primeros salvaguardas de estos delitos y crímenes, trabajando por la prevención de abusos y denunciar los casos. Familias y comunidades. La Iglesia está comprometida y debe comprometerse más todavía, para hacer de ella un lugar seguro para los niños, niñas y personas en situación de vulnerabilidad, que seamos todos agentes de prevención y salvaguarda con las autoridades competentes de los derechos de los NNA. Cuántas Libradas, Felicitas, Yuyu, Juliette, María Fernanda y otros tantos niños, adolescentes desaparecidos en Paraguay.
Santa Librada representa a quienes, en todas las épocas, prefieren la fidelidad a Dios por encima de todo. Es reflejo de tantas mujeres que, con fuerza y dignidad, se han mantenido firmes, aún en los momentos más oscuros de la historia.
Las mujeres del Paraguay: las que cargaron la cruz y sembraron la esperanza. Ellas han sabido escoger la mejor parte en nuestra historia como pueblo, son nuestras mujeres. Ellas han sido —y siguen siendo— columna vertebral de la patria y de la Iglesia.
En el silencio de los hogares, en los surcos de la tierra, en las aulas, en las en los hospitales y en las trincheras de la vida cotidiana, las mujeres del Paraguay han tejido la historia, como las tejedoras de ñanduties, con hilos de coraje, fe y amor inquebrantable.
Sobre sus hombros cargaron las cruces más pesadas: las de la guerra, enterrando muertos, las cruces del hambre, la orfandad, la pobreza y miseria, la violencia. Pero no retrocedieron. Con manos heridas y el corazón anclado en la fe, supieron sostener a toda una nación cuando parecía desmoronarse.
No solo resistieron: resucitaron. Resucitaron a sus familias, reconstruyeron los hogares, oga guasú, upe oga jekutu, ogami pererí rehegua ha’é, ha la i familia oikoha, como las casuchas de los indígenas, los campesinos, los bañados. Kuña guapa ha gloriosa, Papa Francisco he’i haicha, educaron a nuevas generaciones. Muchas lo hicieron en soledad, en el anonimato, sin aplausos, madre coraje y valientes nadando contra adversas corrientes.
¡Gloriosas esas mujeres —madres, tías, abuelas, bisabuelas— que han sostenido el hogar con resiliencia y ternura, sin renunciar a su vocación maternal, cuidando de sus hijos, la vida, la familia naciente, aún cuando todo parecía perdido!
¡Gracias, mujeres del Paraguay! Gracias por haber escogido siempre la mejor parte: la de amar sin medida, servir sin descanso, creer contra toda desesperanza. Ustedes son la memoria viva y la profecía luminosa de una patria que sigue caminando gracias a su fe, su lucha y su ternura.
Escuchar la Palabra, escuchar el clamor
Así como María se sentó a los pies del Señor para escuchar, también hoy estamos llamados a sentarnos a los pies de quienes sufren: los pobres, los migrantes, los descartados, los sin voz, los no nacidos, los abusados. Porque en ellos habla también el Señor.
El Papa Francisco nos recuerda: no hay verdadera fe sin una opción concreta por los pobres. Escoger la mejor parte no es vivir de espaldas al dolor del mundo, sino dejar que la Palabra que escuchamos nos empuje a amar con hechos y a transformar realidades. Qué nos pide hoy el Señor?
Nos pide, como a María, como a Santa Librada, como a tantas mujeres de nuestra tierra:
- Que escuchemos su Palabra y la dejemos habitar nuestro corazón;
- Que escojamos el camino del bien, de la verdad y de la vida, aunque sea cuesta arriba;
- Que tengamos el coraje de vivir con fe profunda y compromiso real;
- Que aprendamos a servir desde el amor, y no desde la ansiedad.
Que esta Eucaristía nos renueve en el deseo de escoger siempre la mejor parte, y que, como María, Santa Librada y nuestras mujeres paraguayas, vivamos con fidelidad, esperanza y fortaleza.
Que el Señor siga levantando mujeres y hombres que, desde el hogar, la escuela, la comunidad o el templo, sean constructores de paz y portadores de la Palabra viva que salva.
Amén.
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