COMO MARÍA, DIGAMOS SÍ A LA VOLUNTAD DE DIOS

Hermanas y hermanos en Cristo:
“Aquí está la esclava del Señor, que se haga en mí según tu palabra”, es la declaración de fe y entrega total de María a la Voluntad de Dios. Les saludo con esta expresión de la Virgen en el día de la Inmaculada Concepción porque María nos muestra el camino para vivir nuestra fe: humildad, confianza, entrega total a lo que Dios nos pide.
Es la actitud con la que los hijos e hijas de María Ssma, vivamos el modelo de santidad de nuestra madre del Cielo. Es una gran alegria celebrar con ustedes esta eucaristía en el día de la Virgen de los Milagros de Caacupé. Dios no deja de sorprendernos, pero siempre para bien. Estoy agradecido al Señor por esta oportunidad de compartir con ustedes esta gran fiesta mariana, tan significativa para los paraguayos
En Paraguay, millones de compatriotas han peregrinado hasta la Basílica Santuario de la Virgen de los Milagros de Caacupé, para ofrecer su oración de acción de gracias por los favores recibidos y para mostrar su veneración y confianza en la Madre del Salvador.
En donde haya un paraguayo o paraguaya, en cualquier rincón del planeta, habrá una imagen de la Virgen de Caacupé con una vela encendida y el corazón henchido de nostalgias, pero lleno de gratitud, elevará una plegaría, un Ave María, el rezo del santo rosario o una celebración litúrgica, como la que tenemos hoy aquí.
En comunión con todos ellos, nos reunimos hoy como comunidad paraguaya y con sentido de pertenencia eclesial para alimentarnos con la Palabra de Dios y con el pan eucarístico.
La liturgia de la solemnidad de la Inmaculada Concepción nos lleva, en primer lugar, al libro del Génesis. Inmaculada Concepción significa inicio de la vida nueva en la gracia. Significa liberación radical del hombre del pecado. Desde el primer momento de su concepción, María estuvo libre del pecado original, fruto de la desobediencia del hombre a la Voluntad de Dios, representado en Adán y Eva.
La Inmaculada Concepción es un particular misterio de la fe, y es también una solemnidad particular. Es la fiesta de Adviento por excelencia. Esta fiesta, y también este misterio, nos hace pensar en el “comienzo” del hombre sobre la tierra, era la felicidad de la inocencia y de estar en la presencia y en la gracia de Dios, que luego se rompió por la desobediencia.
Por esto leemos hoy primeramente el pasaje del libro del Génesis, que nos presenta el comienzo del pecado, pero que también nos habla de la mujer, cuya estirpe “aplastará la cabeza de la serpiente” (cf. Gén 3, 15). Según la Tradición este texto prefiguraba a María, inmaculada por obra del Hijo de Dios, al cual debía dar la naturaleza humana.
Hay algo que se destaca la lectura del evangelio y es la absoluta disponibilidad que tiene la Virgen frente a ese designio, a esa invitación que le hace Dios por medio del ángel: ser la madre de su Hijo, Jesús. Si bien María no entiende del todo lo que está ocurriendo, le basta saber que Dios le expresa su elección y ella confía y acepta; se deja llevar por el amor de Dios y se hace toda obediente y toda disponible.

Qué lindo poder celebrar a la Virgen María como modelo de creyente. Qué lindo poder celebrar a la Virgen María como Madre del Pueblo. Qué lindo poder celebrar a la Madre de Jesús que nos la regala, nos la entrega y nosotros la recibimos con gozo en nuestros corazones, en nuestros hogares, en nuestras familias, en cada pueblo, en todos los rincones del mundo.

En el corazón de la Virgen no hay sombra ni egoísmo: no desea nada para sí, sino sólo la gloria de Dios y la salvación de los hombres. El mismo privilegio de ser preservada del pecado original no constituye para ella un título de gloria, sino de servicio total a la misión redentora de su Hijo.
Al ser adoptados hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, somos hijos de María Santísima y hermanos entre nosotros. Tenemos una madre común y una familia común que es la Iglesia. Por eso es que en la Iglesia no hay extranjeros: todos somos hermanos.

En la condición de migrantes, sentir y vivir esa fraternidad en la comunidad en la que están habitando es fundamental. Aquí, en Estados Unidos, y en tantas partes del mundo, en países cercanos o en los más alejados geográficamente de nuestra tierra, donde haya compatriotas, en la Iglesia y en el país que los acoge ustedes y su aporte son valiosos. Esa ha sido mi experiencia los años que me tocó vivir en esta gran nación.
En el origen de esta gran nación están los migrantes. Al respecto, quisiera subrayar y compartir con ustedes el pensamiento del Papa Francisco: Construir el futuro con los migrantes y los refugiados significa también reconocer y valorar lo que cada uno de ellos puede aportar al proceso de edificación. Me gusta ver este enfoque del fenómeno migratorio en una visión profética de Isaías, en la que los extranjeros no figuran como invasores y destructores, sino como trabajadores bien dispuestos, que reconstruyen las murallas de la Nueva Jerusalén, la Jerusalén abierta a todos los pueblos (cf. Is 60,10-11).

En la misma profecía, la llegada de los extranjeros se presenta como fuente de enriquecimiento: «Se volcarán sobre ti los tesoros del mar y las riquezas de las naciones llegarán hasta ti» (60,5). De hecho, la historia nos enseña que la aportación de los migrantes y refugiados ha sido fundamental para el crecimiento social y económico de nuestras sociedades. Y lo sigue siendo también hoy. Su trabajo, su capacidad de sacrificio, su juventud y su entusiasmo enriquecen a las comunidades que los acogen. Pero esta aportación podría ser mucho mayor si se valorara y se apoyara mediante programas específicos. Se trata de un enorme potencial, pronto a manifestarse, si se le ofrece la oportunidad. (Mensaje 2022).

La Iglesia universal está en proceso sinodal y nos invita a vernos como hermanos y actuar en consecuencia. Sinodalidad significa promover la cultura del encuentro para escucharnos y “caminar juntos” como Pueblo de Dios, en comunión y corresponsabilidad. Les animo que, como comunidad de paraguayos, insertos en sus parroquias, apoyen y vivan en sinodalidad e impulsen este modo de ser Iglesia.

Entendemos que cada 8 de diciembre, así como el acontecimiento de la Navidad, en la Semana Santa o en las fiestas patronales del valle de cada uno, han de ser para ustedes momentos con una fuerte carga de sentimientos de nostalgia por sus familias, comunidades y tradiciones del Paraguay. Por ello, es motivo de alegría para mí compartir esta celebración eucarística. Con nuestra presencia, queremos que sientan la cercanía y la caricia de la iglesia que peregrina en Paraguay.

En la Iglesia sabemos que muchos compatriotas salen de nuestra tierra buscando nuevos horizontes para una vida mejor, pero se enfrentan a múltiples desafíos como el empleo precario o, directamente, el desempleo, lo que los expone a la explotación y abuso de todo tipo. En este sentido, sigan cuidándose y apoyándose unos a otros para que a nadie le falte lo esencial, que nadie pierda la dignidad. Y que encuentren y se dejen iluminar sobretodo por el sol que nace en el horizonte de sus vida. El mejor horizonte será siempre haberse encontrado con el Señor. La mejor riqueza y garantía de una vida plena.
Si bien es verdad que muchos emigran del Paraguay por razones de estudios, de capacitación, de mejores oportunidades para una carrera profesional, un gran sector deja el país y la familia por necesidades económicas y falta de oportunidades.
Incluso hay quienes salieron al exterior y adquirieron una formación de excelencia y que, al volver al país para contribuir con sus conocimientos, no encuentran el espacio y las condiciones para aportar su cualificación intelectual o científica y se ven obligados a volver al extranjero.
Nuestro país necesita políticas públicas específicas que incorpore y aproveche la formación, la capacidad y el talento de los que han sido formados en el exterior para el desarrollo nacional, tanto en el ámbito público como en el ámbito privado.
El Paraguay vive tiempos difíciles. Siendo una tierra rica y fértil, con una población joven, con energía limpia abundante producida por sus hidroeléctricas, sin embargo, tiene “hijos desgraciados y amos insaciados”, como dice la canción del poeta pilarense Carlos Miguel Giménez, lo que nos convierte en una sociedad donde hay demasiadas personas que sufren muchas privaciones y no pueden satisfacer sus necesidades básicas, incluso de alimentación. Esto es el resultado de estructuras políticas, económicas y sociales que han crecido al amparo de la corrupción y de la impunidad. Hoy, la situación se agrava porque el crimen organizado ha avanzado y se ha metido hasta el caracú de nuestras instituciones públicas y privadas.

Por ello, el Paraguay nos necesita a todos, nadie debe estar excluido de la misión de recuperar los valores culturales y sociales que siempre han caracterizado a nuestros antepasados y las virtudes morales y éticas que nos permitirán lograr la Patria Soñada. Un desafío y una misión impostergable es rescatar, rehacer, el tejido social y moral de la nación paraguaya. Ustedes también, desde donde están, pueden colaborar en esta importante tarea.
Que esta devoción a la Virgen de Caacupé se constituya en una oportunidad para ser como ella, discípulos del Señor, cristianos auténticos, por nuestra fidelidad a la Voluntad de Dios, cumpliendo su palabra.
Por María, llegamos a Jesús. María nos enseña el camino: “Hagan todo lo que él les diga”.
Que la Inmaculada Concepción, la Virgen de los Milagros de Caacupé, nos bendiga y nos proteja.
Así sea.

New Jersey, Estados Unidos de América, 8 de diciembre de 2023.

+ Adalberto Cardenal Martínez Flores
Arzobispo Metropolitano de Asunción
Presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya