A continuación compartimos el mensaje del Arzobispo Metropolitano, Monseñor Edmundo Valenzuela en ocasión por la jornada de oración por la paz en el mundo.
Desde esta Catedral de Asunción, nos unimos en oración por la paz en el mundo, en el XXX aniversario del Encuentro de Asís, cuando entonces el Papa San Juan Pablo II invitara a los líderes Religiosos a orar por la paz. Hoy, el Papa Francisco, en Asís, renueva ese acontecimiento histórico. Nosotros nos congregamos para lo mismo. Creemos en el tesoro de la oración como la mayor defensa para obtener la paz.
La Regla de oro de la humanidad ha sido y es “hacer a los otros lo que a nosotros nos gusta”. Todos aspiramos a la paz fomentando la cultura del encuentro para lograr la reconciliación. Tomamos conciencia de las amenazas a la paz, que provienen de aquellas ideologías del terrorismo, del odio, de la violencia. Estas atacan la naturaleza humana. Otras amenazas contra la dignidad de la persona humana son causadas por la pobreza extrema, el 10% de la población. Campesinos, indígenas, y quienes viven en los cinturones de las ciudades son víctimas de la injusticia social. Estas situaciones inquietan y producen desequilibrio social y afectan a la estabilidad de la paz nacional.
Los conflictos sociales y los políticos no solucionados, crean zozobra e inseguridad. Aquellos reclamos de los pobres esperan aún soluciones a la tenencia de tierra, vivienda, trabajo, salud, educación y caminos de todo tiempo. Por su parte, son oportunidad para la justa distribución de la riqueza y la solidaridad con los pobres. Los conflictos políticos que tienen carácter de corrupción, inoperancia, falto de patriotismo son también oportunidad a la sana política para el bienestar de las familias más humildes y el Bien Común.
También otras amenazas a la paz provienen del tráfico de drogas, de armas, de trata de personas, de lavado de dinero y de la drogadicción, un cáncer creciente de proporciones trigonométricas, un veneno que daña la salud de niños, jóvenes y adultos y con un alto costo social a las familias afectadas y al mismo Estado.
La identidad y dignidad de cada persona, como hijo e hija de Dios, es nuestra tarea conjunta de las Religiones. Acompañemos el matrimonio entre varón y mujer, en la formación de la familia y educación en valores de sus hijos. Promovamos la prevención contra la violencia y el odio mediante la educción a la paz, en la práctica de la Regla de Oro. Y con la fuerza de las palabras de Jesús “bienaventurados los que trabajan por la justicia y la paz” ofrezcamos la luz divina que alumbre y guíe a la reconciliación en la verdad sobre el hombre, sobre la sociedad y sobre Dios.
Que en este encuentro inter-religioso nos haga resonar el sueño de Francisco de Asís: “donde haya odio, ponga yo amor; donde haya división, unión; donde haya guerra, ponga yo la paz”.
Monseñor Edmundo Valenzuela
Arzobispo Metropolitano
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