El 23 de marzo de 1999, el asesinato del vicepresidente de la República, Luis María Argaña, marcó un punto de quiebre en la historia del Paraguay. La indignación popular llevó a una serie de manifestaciones que culminaron en los trágicos sucesos del llamado Marzo Paraguayo, en los que jóvenes paraguayos perdieron la vida en defensa de la democracia.

En aquel contexto, Monseñor Felipe Santiago Benítez, entonces Arzobispo de Asunción, escribió un relato que refleja su mirada pastoral y el sentir de la Iglesia ante esos acontecimientos que conmovieron al país. Hoy, a 26 años de aquellos hechos, compartimos este escrito como testimonio de una época que nos invita a la reflexión y al compromiso con la justicia y la paz..


MARZO DE 1999

El papel que jugó la Iglesia Católica en los hechos sucedidos en nuestro país

entre los días 23 y 28 de marzo de 1999.

Como es obvio, hubo un antes, un durante y un después inmediatos a las fechas señaladas.


Un antes: Acumulación de intensidad y topes límites de la corrupción moral, administrativa, económica, social y política del país. Una realidad del reino de las mafias, de la violencia, de la inseguridad, del saqueo y el despojo escandaloso de cuanto significa el patrimonio nacional.

El odio y el rencor levantados como muro infranqueable impiden el diálogo sereno y el entendimiento amistoso entre los habitantes de esta tierra. Mientras los poderes del Estado pujan por predominios del uno sobre el otro, quedan descuidados y soslayados los apremiantes problemas sociales de la salud, la educación, el trabajo, la ocupación, la producción, la reforma agraria, etc. Un pueblo empobrecido en la miseria, el hambre, la desocupación, la marginación y la desesperanza.


Sube hacia el cielo el clamor de todo un pueblo que grita: ¡basta!

La Iglesia Católica, acorde con su antigua tradición de acompañar y animar a nuestro pueblo en la esperanza, convoca e inicia el primer Sínodo para la renovación y conversión pastoral de la Arquidiócesis de Asunción (Pentecostés 1996) y la Conferencia Episcopal Paraguaya lanza en Caacupé (08-Dic-1997) el emprendimiento Paraguay Jaipotáva, Ñandé mante Jajapota, que interpreta y estimula la capacidad y esperanza de alcanzar los anhelos largamente postergados.

En el entrecruce de la situación dramática y las esperanzas nunca perdidas, irrumpe la fuerza de nuestro pueblo por salvar su convivencia en paz y libertad y su incipiente democracia.

Por la lógica de las nuevas generaciones, cuyas antenas son más sensibles a los tiempos actuales, la valentía demostrada equivale a la energía capaz de sustentar sólidamente el edificio del Paraguay soñado.

En los prolegómenos del 10 de mayo de 1998 y los meses posteriores: agosto, setiembre y diciembre del mismo año, y luego marzo (2) de 1999, la Iglesia Católica, en lo más álgido de la lucha de los poderes del Estado, declara firmemente los principios básicos del progreso integral, la defensa de los derechos, las familias e instituciones, en el marco de la justicia y el respeto mutuo: cuyo fundamento radica en el cumplimiento de la Constitución nacional; el principio de que el Estado de Derecho es donde la ley es soberana, la ley y no la voluntad arbitraria de los hombres; en el equilibrio perfecto y la coordinación de los poderes a fin de garantizar la seguridad que los ciudadanos necesitan; donde el bien común está por encima de cualquier bien particular, y la formación de la ciudadanía respecto a la democracia porque ella garantiza la participación de todos en la gestión del bien común.


Durante los acontecimientos: 23-28/marzo/1999, la Iglesia Católica (obispos, sacerdotes, religiosas, laicos de movimientos, Universidad Católica y particulares de parroquias e instituciones) abarcó en atenciones y servicios varios frentes o campos de acción: atención a 30.000 mil campesinos, diálogo con las autoridades; la dramática situación de los grupos políticos, los jóvenes por la democracia. Radio Cáritas, con su excelente plantel de obreros de la prensa, se ha hecho presente en los momentos más críticos para informar a la ciudadanía y discernir los acontecimientos en defensa del Bien Común y del Estado de derecho de nuestra Patria.


Los treinta mil campesinos llegaron el 23 de marzo por la mañana a quienes se les dio «posada» (desayuno, almuerzo y cena), por medio del Equipo de Pastoral Social Arquidiocesana; prácticamente coincide con el asesinato del vicepresidente de la República, Dr. Luis María Argaña, con la hora en que son recibidos los campesinos en el Seminario Metropolitano por el Arzobispo, Mons. Felipe Santiago Benítez, que dirigiéndose desde un improvisado estrado a la multitud, les aseguró que «estaban en su casa» bajo la responsabilidad de Pastoral Social Arquidiocesana, durante su estadía en Asunción.

En el diálogo con Areco, Martínez y otros dirigentes de la Federación Nacional Campesina, y el Equipo Arquidiocesano de Pastoral Social, coordinado por la Sra. Elizabeth (Liz de Giangreco), Mons. Benítez se interiorizó de los objetivos de los campesinos: condonación de las deudas y reactivación de la producción agrícola. Los campesinos hicieron firme acto de presencia y se defendieron con palos-bastones en el momento en que fueron atacados frente al Parlamento hasta la explanada de la Catedral. Cumplidos los objetivos, todos los campesinos se retiraron de la Plaza Uruguaya, la Plaza de la Democracia, Plaza de los Héroes y los (5.000) de la Plaza Zalazar, Plaza Independencia y la explanada de la Catedral.

De las seis manifestaciones de los campesinos en Asunción en los últimos años, la de 1999 fue la más numerosa, mejor organizada y disciplinada (gran lección) y la mejor atendida por la solidaridad de la antigua tradición hospitalaria asuncena que sobrepasó todos los cálculos. Los depósitos del Seminario Metropolitano se llenaron de materiales.

Tanta cantidad sobró que, con ella, según los organizadores, podía atenderse durante muchos días más a 30 mil campesinos. De acuerdo con sus dirigentes, Pastoral Social lo distribuyó como abundante «avío» a los campesinos y sus familiares, y a varias comunidades del interior a lo largo y ancho del país. Pastoral Social Arquidiocesana, con su excelente equipo coordinador, cumplió una labor verdaderamente histórica. En esos días (el 25) dirigí una carta a los asuncenos: «Lleguen mis cordiales felicitaciones a los habitantes de nuestra ciudad capital, Nuestra Señora de la Asunción, por el testimonio de su generosidad y pronta respuesta a cubrir las necesidades de nuestros hermanos campesino hoy presente entre nosotros»; ¡gracias a su eficaz solidaridad!

El mismo día, 23 de marzo, día del asesinato del Dr. Luis María Argaña, vicepresidente de la República, por la tarde sale un «Comunicado de la Presidencia de la Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP) y del Arzobispado de Asunción» para reflexionar sobre el mal de la violencia que no es humana ni cristiana, y de manera alguna soluciona ningún problema. Exhorta a revestirnos de sentimientos de paz, de reconciliación y la firme esperanza de poder resolver los problemas por medio del diálogo y la vigencia del orden institucional.

Expresa a la esposa, hijos y familiares del Dr. Argaña sinceras condolencias y oraciones por su eterno descanso. Hondas han sido sendas Declaraciones del Clero Arquidiocesano, la Pastoral Juvenil Nacional y de la Coordinadora Nacional de Laicos en la firme condena de la violencia contra la vida humana y las legítimas instituciones de la Patria, como es la del vicepresidente de la República. Como en el caso de Caín que mata a su hermano Abel, Dios pregunta hoy al Paraguay, ¿Dónde está tu hermano?

A las 17:30 horas, el Arzobispo, acompañado del Obispo Auxiliar, Mons. Adalberto Martínez, rezó un responso en el domicilio y ante los restos del Dr. Argaña con la serena participación de la viuda, los hijos e hijas, de familiares y amigos. Manifesté la amistad que nos ligaba desde la niñez en Caacupé.

Cumplido este deber, me dirigí a la Curia Metropolitana, y de allí, frente al Parlamento, siempre con Mons. Martínez, me contacté con periodistas, muchos jóvenes y adultos, con la presencia tranquila de campesinos y pasamos en el auto por delante de la Casa de la Cultura. De pronto, decido seguir por Presidente Franco hacia el Palacio de los López. A medida que se me reconocía, me abrían paso en medio de la multitud de jóvenes y buen número de adultos. Cuando llegamos a la esquina de Juan E. O’Leary, tropezamos con un muro de escudos de los antimotines. Apenas me vio un oficial, me abrieron paso. Llega un funcionario de Palacio, que me preguntó si tengo audiencia. Le contesto: «por favor, dígale al Sr. Presidente de la República que viene el Arzobispo, Mons. Felipe Santiago Benítez, que desea hablar con él un minuto». Corrió. Vino otro. Le contesto lo mismo. Ya dentro de la galería central, me detiene un grupo de periodistas. Me preguntan el propósito de mi vista. «Después hablaremos, les dije». Sigo adelante, y me encuentro bien atendido en la salita de espera del Presidente. Hubo luz verde al parecer.

Se abre la puerta, y el mismo Presidente nos recibe amablemente. Se lo ve preocupado, pero sereno. El primer asunto que le planteé fue la razón de por qué no ha expresado su condolencia a los familiares y deudos del Dr. Luis María Argaña. Acusó bien el golpe y explicó la imposibilidad de hacerlo. Ya se había rechazado a un enviado suyo, y no parecía prudente y factible insistir. Le señalé que en casos límites no bastan las palabras, hay que recurrir a signos y gestos. Nos explicó que participar en los sepelios en Recoleta sería muy riesgoso… En el ínterin, agradeció en mi persona a la Iglesia, a los obispos, en esta noche en que nos hemos animado a llegar hasta él, por todo cuando la Iglesia ha hecho y sigue haciendo por el pueblo y su gobierno. Parecía sincero. Pasé al segundo tema fundamental: «Señor Presidente, le dije. Acaba de afirmar que Ud. está con la conciencia tranquila. Ud. como Presidente de la República, de todos nosotros, tiene obligación de comunicar al pueblo su estado de conciencia, porque el pueblo no está tranquilo, se halla confuso y con miedo. Es que me van a interpretar mal, añadió. Justamente eso mismo está incluido en su obligación de decirlo al pueblo en las buenas malas. En este momento delicado, ya no es de su responsabilidad frenar las interpretaciones subjetivas. Asintió. Le pareció bien. «Todavía tengo algunos asuntos aquí y en Mburuvicha roga. Veré con mis asesores la forma de proceder». Prácticamente allí terminó nuestra entrevista. Tuve la impresión de que estaba solo el Presidente.

Los días miércoles 24 y jueves 25, nos preocupamos de ajustar nuestros trabajos en los frentes ya mencionados: campesinos, sacerdotes y laicos, jóvenes por la Democracia, espacios de ocupación: explanada de la Catedral, plaza Salazar, calle Presidente Franco, centro del Parlamento. Se establecen con tactos con la Policía Nacional por medio de Mons. Adalberto Martínez. Se intensifican las oraciones y las vigilias de reflexión en los conventos de las Hnas. Carmelitas Descalzas de Asunción, Caacupé y Benjamín Aceval y las Contemplativas del Buen Pastor de Ytú; en los templos y capillas de las Parroquias y Vicarías, en los hogares y movimientos apostólicos. Se prepara una Vigilia y Eucaristía de sacerdotes, religiosas y laicos para el viernes de Dolores, el 26 de marzo en la Iglesia del Seminario Metropolitano, presidida por Mons. Adalberto Martínez, Obispo Auxiliar. La Iglesia estuvo colmada de sacerdotes, laicos y religiosas.

El viernes 26, de Dolores amaneció tenso, en avances y repliegues de jóvenes por la Democracia, acosados por la policía: caballería, carros hidrantes, brutalmente golpeados por antimotines. Los jóvenes, pidiendo la renuncia del Presidente Cubas, cantando «Patria querida», se defendían y atacaban valiente y gallardamente, con los puños en alto, con palos y piedras en las manos, la tricolor bandera enarbolada, gritos y dedos de victoria, estruendos de bombas y petardos. Nuevos contactos de Mons. Martínez con el jefe de Policía y el Ministro del Interior, capitán Carlos Cubas. Se pierde mucho tiempo para el allanamiento del edificio del Correo y del Zodiac. Mientras tanto los francotiradores tranquilamente herían y mataban jóvenes. Decir asesinato masivo o masacre apenas describe el espectáculo infernal. Sangre, llanto, rabia, valentía, coraje, el grito de un Paraguay que quiere defender y mantener su libertad, su dignidad, su democracia.

El día sábado 27, mis hermanos Obispos, Claudio Giménez, Obispo de Caacupé, Ignacio Gogorza, Obispo de Cnel. Oviedo, Pastor Cuquejo, Secretario Gral. de la CEP, Juan Bautista Gavilán, Obispo de Concepción y los Obispos Auxiliares de Asunción, Ricardo Valenzuela y Adalberto Martínez, se re- unieron por la tarde con el Arzobispo en espíritu de comunión y participación para dar su voz en la actual situación política y social que vive el país. «Queremos que las reflexiones y las deliberaciones del Congreso Nacional, afirman en un comunicado, se desarrollen en el marco de la Constitución y del respeto a las instituciones de acuerdo con las leyes… La muerte de tantos jóvenes hermanos nuestros ha sido un preico muy alto sin que este pueblo lo haya merecido».

El Domingo de Ramos, el 28 de marzo, a las 8 a.m., participa como simple cristiano en las ceremonias de la Catedral el presidente del Senado el Dr. Luis González Macchi, que es aplaudido por la gente.

A las 16:55 de ese día, el Arzobispo recibe una urgente llamada telefónica de la Nunciatura Apostólica. Me comunican que debo estar en la Nunciatura lo más rápido posible. Debo esperar al Sr. Nuncio que está hablando con el Presidente de la República. Llego a las 17:10. Muy preocupado el Sr. Nuncio, acompañado de Mons. Cuquejo, llega a las 17:25. «La situación es gravísima», me dice. El Presidente de la República decidió renunciar.

 Lo hará en un mensaje al país entre las 18:30 y 19:30 hs. Lo más grave es que, según nos asegura el mismo Presidente, poderosas fuerzas paramilitares y algunas civiles fuertemente armadas, vienen hacia el centro de la ciudad con propósitos de destrucción y matanzas. De mi parte, hice pocas preguntas. El tiempo urgía: fuentes de información: el propio Presidente y en el servicio de inteligencia; medios de defensa: un circuito de las Fuerzas Armadas. Qué hacer: invitar a la muchedumbre que está alrededor y la explanada de la Catedral a retirarse cuanto antes. Guardar reserva de las fuentes y de la renuncia. Ya de vuelta a la Curia o Arzobispado, hablé con algunos dirigentes de jóvenes por la Democracia y acompañado por tres señores y un sacerdote del Movimiento Schoenstatt, tomé el micrófono ante la multitud en la explanada de la Catedral: «Les felicito, jóvenes, les dije, por su valentía y tenacidad en defender, con la ofrenda de su propia vida y el derramamiento de su sangre, la libertad y dignidad de nuestro país y de nuestra democracia. Pero tengo la obligación de decirles que en este momento todos corremos un grave peligro. Tengo información segura, muy reservada, que se acercan aquí fuerzas bien armadas con propósito de producir estragos y matanzas. Sería una carnicería. Les pido que todos salgan libremente de este lugar, lentamente y en orden. Los niños, ancianos y enfermos pueden quedarse en la Catedral, bajo mi responsabilidad personal». Queda suspendida la Misa de la juventud a las 19:30hs. Hubo un momento de confusión creada por un sacerdote, a quien mandé llamar para aclarar su actuación. Despejaron el lugar las personas que vinieron para la Misa, seguidas por un número apreciable. Pocos minutos después, al darse la noticia de la renuncia del Presidente de la República, Ing. Raúl Cubas Grau, un inmenso canto de júbilo, de alegría indescriptible, resonó en las plazas; victoria de la juventud por la democracia, de los jóvenes de los partidos políticos y de los campesinos, de una nueva generación de paraguayos.

El Lunes Santo por la tarde el nuevo Presidente de la República, Dr. Luis González Macchi, acompañado de Walter Bower, ministro del Interior, el Dr. José Félix Fernández Estigarribia, representante del Partido Liberal Radical Auténtico y el Dr. Euclides Acevedo, por el Encuentro Nacional, el Señor Nuncio Apostólico Lorenzo Baldisseri, el Obispo Auxiliar Ricardo Valenzuela y Adalberto Martínez, visitaron al Arzobispo en su despacho del Arzobispado para intercambiar pareceres sobre temas de gran importancia. El Señor Presidente de la República se refirió al contenido y objetivos fundamentales que desea imprimir a su gobierno, a saber, participación, en lo posible, de todos los partidos políticos y estamentos sociales y económicos del país en la gestión del gobierno nacional.

Insistió mucho sobre esa idea fundamental, y tiene la seguridad de la respuesta favorable del pueblo porque ha sido muy alto el costo de la sangre derramada. Aseguró también que la Iglesia que está cumpliendo un rol extraordinario será muy tenida en cuenta en lo que concierne a la vida del país en esta etapa como un nuevo punto de partida. Les aseguré que ella no cambiará de rumbo, sino que será fiel a su misión y a los anhelos y esperanzas del pueblo paraguayo. Muy cordial el encuentro que asegurará la mutua cooperación para el bien común como está escrito en la Constitución Nacional.

Poco después, a las 19:00 h., participó el Sr. Presidente de la República con sus ministros en la solemne Misa en la Catedral, donde el Arzobispo leyó el «Mensaje de los Obispos del Paraguay a todos los habitantes de este suelo».

En esta nueva etapa constitucional para restituir la institucionalidad del país, dar garantía al estado de derecho y continuidad al proceso democrático, queremos reconocer, dijeron, la gran participación de los jóvenes que han salido a las calles para defender la institucionalidad amenazada, de los campesinos que se han unido a ellos, los medios de comunicación social y más tarde de la ciudadanía toda. La violencia que ha llegado a niveles irracionales cobrándose la vida del Vicepresidente de la República y la de muchos ciudadanos paraguayos que ofrendaron su vida por la Patria, merecen el reconocimiento de ser testigos elocuentes del valor de la libertad, de la justicia y de la paz. Hacemos un vehemente llamado para la pacificación de los espíritus, añadieron, a fin de desterrar los odios y rencores y reencauzar las acciones por el camino de la fe, de la moral y la libertad y de la corresponsabilidad… En restaurar los valores de la vida humana y sanar las profundas heridas causadas por la violencia y la impunidad. Esta es la oportunidad para la verdadera concertación en lo que el Gobierno nacional, los dirigentes políticos, las fuerzas sociales, las iglesias y sus pastores, la ciudadanía puedan acordar líneas de acción que hagan posible la vigencia del bien común».

Este mensaje fue largamente aplaudido y se convirtió la Catedral en un trueno de ovación; en la ofrenda ante el altar, los jóvenes presentaron una bandera paraguaya extendida sobre sus cabezas, gesto que también produjo inmensa emoción.


Después: Expectativas para nuestro país con relación al nuevo Gobierno. En realidad, este punto ha sido enfocado en el transcurso de esta sucinta narración, en particular, en las orientaciones y deseos manifestados por los obispos, por los jóvenes, los campesinos, los medios de comunicación y la ciudadanía toda.


Como el gobierno se abocó de inmediato a trazar el Plan de Reactivación Económica y Social, en los aspectos claves en la vida del país, como la salud, la educación, el trabajo, la reforma agraria, la infraestructura de intercomunicación, etc., el Arzobispo de Asunción en su Reflexión del Jueves Santo y en su Mensaje de Pascua exhortó: «demostremos que somos ciudadanos y ciudadanas paraguayos que aman su patria y cristianos que luchan como hijos de Dios por la paz. Apoyemos los planes y programas del nuevo Gobierno Nacional y evitemos más derramamientos de sangre. La Iglesia, ella misma, nosotros los cristianos católicos, necesitamos un gran cambio, una conversión, nuevo impulso de vida, renovación, penitencia en el corazón para entrar en el Reino de Dios y capacitarnos para transformar el mundo».