SEMANARIO ENCUENTRO

Por Julio Giménez


Todavía bajo los efectos y las emociones de la beatificación de Chiquitunga, experimentamos otras en la ceremonia y Santa Misa de Ordenación de Pablito Martínez, en la Iglesia Santa María de la Trinidad en Tuparendá, el día domingo 24 de junio de 2018, en pleno San Juan Ara.

Así como vemos en estos días multitudes en el campeonato mundial de fútbol en Rusia, también una multitud estuvo en un campo de juego el sábado, en la beatificación de la Santa Mujer Paraguaya, viendo y observando cómo,  el fervor de ese gentío, dentro y fuera del estadio, abigarradamente se estremecía en una onda y ola profunda de espiritualidad, con las músicas y posterior ceremonia, que alcanzó su culmen con el descorrimiento del velo que cubría su imagen, como también con la oración del Padre Nuestro, al unísono por unas 50.000 gargantas, dentro y fuera de las instalaciones, que temblaban de emoción y hacían crujir tanto las gradas como nuestros corazones, viendo incluso en la Eucaristía llorar a muchas personas, pero para mí la más emocionante fue verle en llantos a un sacerdote; ha upea che mo pirimbá. (y eso me produjo escalofríos).

Así también nos emocionamos en la colmada Iglesia de la Santa María de la Trinidad, donde concurrimos con toda la familia del Movimiento de Schoenstatt, tanto del Paraguay como de otras latitudes, en especial de la querida Tucumán, una especie de segunda patria de nuestro querido Pablito, todo dentro de un marco solemne presidido por su ex maestro – creo que todavía continuará siéndolo – Monseñor Francisco Pistilli, en aquel tiempo Pa´i Francisco.

Las músicas interpretadas por el Coro Alegria, acompañado en forma magistral por la orquesta de Fernando de la Mora y la voz aterciopelada y vivificante de su primera voz femenina, todos bajo la conducción de nuestro maestro Joaquin Santiviajo y de nuestro querido Pa´i Santi, con su pico culminante cuando cantaron el Sancti Spiritu en latìn, que nos hacía sentir como si las lenguas de fuego del Espíritu Santo, nos invadiera y penetrara en nuestras mentes y corazones, pero de una manera suave, armoniosa, como la melodía que escuchábamos y que neutralizaba el frio viento que imperaba en esos momentos.

Notable fue que las campanas de la iglesia anunciando las 12:00 horas,  empezaran a sonar justo en el momento en que se realizaba la entrega de  los  símbolos y atuendos que le corresponden como nuevo sacerdote, como anunciando la apertura de las puertas del cielo para ese momento tan profundo de espiritualidad y religiosidad.

Parafraseando al Monseñor Pistilli, tu maestro de novicio, podemos decir querido Pablito que podría no haber sido obvia tu consagración a nuestro Dios como sacerdote, como también no podría haber sido obvia la Consagración a Dios del Gigante de la Cristiandad, tu tocayo, el Apostol San Pablo, respetando por supuesto las distancias conceptuales; pero observando tu entorno familiar, con tu Mamà, cuyas virtudes no necesitamos exponerlas porque ofenderíamos su humildad y sencillez, como la de tu hermana, ya una Hermana Mariana, como la de tus hermanos, agregado todo ello al recuerdo cariñoso de tu papà, nos hicieron  comprender que había sido era obvia tu inclinación a brindarte por entero a Dios y a nuestra querida MTA, en forma tan radical como es el sacerdocio.

Querido Pablito, en esta genial jugada que hiciste en el campo de juego de la espiritualidad cristiana, hiciste un gol de antología, que no tiene parangon ni con los de Cristiano Ronaldo, ni los de Messi, ni de Neymar, porque el tuyo fue de arco a arco, conmoviendo a esa multitud reunida en nuestro querido Tuparenda, POR LO QUE NO FUE NECESARIO QUE LOS ARBITROS NI SIQUIERAN RECURRIERAN AL VAR PARA REPRODUCIR Y ANALIZAR TU JUGADA, y nos animanos a decir que estás inscripto como goleador en los registros espirituales católicos y, en especial, de nuestro querido Schoenstatt.

Asì como tus padres te dieron la vida, te pedimos que también defiendas  la vida, en especial de los más desprotegidos, que son de aquellos que se encuentran en el vientre materno, amenazados por corrientes reduccionistas que derivan de la dictadura del relativismo moral como muy bien lo definiera Benedicto y rearfimara nuestro actual Papa Francisco, en numerosas oportunidades, con lo que responderías entonces a un imperativo categórico como magistralmente decía nuestro querido Padre Fundador José Kentenich, al expresar  aquello de “las voces del tiempo”.

Muchas otras cosas cosas podríamos decirte querido Pa´i Pablito – permitime esta irreverencia – pero ko´ape aikytita che ñe´e, ha ajururé Ñandejara ha Tupasyme to ñangareko nderehé, tanderesape ikatuhaguaicha erahá ñande rapicha kuerape ñande Jara rapere.

(Pero acá voy a cortar mis palabras y voy a pedirle a Dios y a su Madre, que cuiden de vos, que te iluminen para que puedas llevar a nuestros hermanos por el camino de nuestro Dios.).

Quedamos en eso, permanecemos fieles.