Evangelio de hoy
JUEVES DE LA SEMANA 23° DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO
Evangelio según San Lucas 6, 27-36
“Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso”
Jesús dijo a sus discípulos: Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames. Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquéllos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquéllos que los aman. Si hacen el bien a aquéllos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquéllos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo. Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos. Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. Palabra del Señor.
Meditación
El sentido del amor en la Sagrada Escritura es hacer el bien. En el AT sólo a los buenos se mandaba hacer el bien (cf. Eclo 12,1-7) y se tenía que castigar a los que eran enemigos y hacían el mal (cf. Jer 18,21-23; Sal 69,23-29). Pero Jesús pide a sus discípulos que deben “hacer el bien sin mirar a quién”, es decir, a todos, inclusive a los enemigos (si los hubiere), a los que les hace daño agrediéndolos o persiguiéndolos, porque Dios es así, bueno con los ingratos y con los malos también (cf. Lc 6,35). Imposible vivirlo con las solas facultades humanas, pero con la ayuda de la Gracia de Dios, todo se puede.
Así, el discípulo está llamado a ser generoso ilimitadamente, como el Padre lo es con cada uno de nosotros, porque no nos trata como merecemos por nuestros pecados, sino con absoluta misericordia, porque Él es lento para enojarse y veloz para perdonar. En este caso está la primacía del Amor de Dios, pues Dios nos amó primero (1 Jn 4,10). Si hemos recibido el Amor de Dios, es ese mismo Amor que nos transforma plenamente lo que nos hace compartir con los demás el Amor recibido. Así el mismo Amor recibido es el Amor compartido.
Lo que enseña este mandamiento del amor extremo es que siempre seremos discípulos delante de ello, pues nunca aprenderemos del todo hasta el punto de amar a los enemigos o a los que nos persiguen. En el amor de Jesús no se mueve por la medida de la reciprocidad, como nosotros nos movemos, su medida es derrochando amor por doquier, siempre regala, dona todo sin pedir nada a cambio. Llegar a este nivel es imposible lograrlos con las solas fuerzas humanas, sólo si nos reconocemos hijos del Padre, dejándonos inundar por su Espíritu, llegaremos incluso a amar hasta a los enemigos.
Perdón Señor porque muchas veces caemos en ser autorreferenciales, siendo nosotros el centro de toda la atención y no eres Tú, quien estás en los pobres mostrándonos el amor sin medidas. Ayúdanos a amar hasta a los que nos hacen daño con saña, con maldad, que sólo lo lograremos si nos dejamos inundar de Ti, quien eres compasivo y misericordioso. Gracias porque eres misericordioso con todos, con los buenos y los malos, mostrándonos el camino de la vida cristiana para que seamos misericordiosos haciendo el bien sin mirar a quién. Amén.
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