1. Hoy, los sacerdotes del Paraguay venimos en peregrinación a honrar a Tupasy Ka’akupe, la Madre del Buen Pastor, quien nos convoca y desea vernos juntos y cercanos a ella para bendecirnos de manera abundante. Este encuentro y peregrinación anual del clero nos anima, nos renueva y es un signo de esperanza, ya que caminamos juntos en la vida, cumpliendo con nuestra misión apostólica.
  2. Hoy nos reunimos para reflexionar sobre la importancia de las comunidades y familias que cuidan la vida, convirtiéndose en signos de esperanza en nuestro mundo. La Iglesia que peregrina en Paraguay nos invita este año a profundizar en una de las virtudes teologales: la esperanza, bajo el lema “Peregrinos de la esperanza”. Los textos bíblicos proclamados nos inspiran a considerar cómo nuestras acciones cotidianas contribuyen a la construcción de un mundo más justo y solidario.
  3. El profeta Isaías predicó en Judá en un contexto histórico marcado por intensos conflictos. Hoy, nuestros tiempos también son convulsos e inciertos en cuanto a la dirección que tomará la historia, tanto a nivel nacional como internacional. Lo único que parece seguro es la continuidad de los conflictos; sin embargo, es posible contemplar una visión alternativa del panorama. Las mismas palabras del profeta son ya luz en medio de la noche, que nos hacen sentir más cerca de nuestra salvación. Debemos de fijarnos en los signos de los tiempos que nos desafía y nos impulsa a ser portadores de la paz que ayude a superar todo tipo de conflicto en la sociedad, como ministros y servidores del pueblo debemos ser testigos y propulsores de la paz y la esperanza para el pueblo sufriente que atraviesa muchos momentos de oscuridades.
  4. En los evangelios encontramos que hay muchas personas que se admiran de la actuación de Jesús. Sus palabras, su vida y sus milagros, provocaban estupor y sorpresa. Sin embargo, según el pasaje, es el propio Jesús quien se admira de la fe del Centurión. Este pagano confía en la palabra de Jesús y cree que puede sanar a su criado desde la distancia. Esta fe no la ha encontrado en Israel. El Centurión, un pagano que nunca ha estado en contacto con los libros sagrados, ha logrado una fe profunda. De alguna manera, Jesús nos está diciendo que el mundo “está sembrado de las semillas del Verbo” y que “también de las piedras pueden surgir hijos de Abrahán.” Además, Jesús nos está planteando un desafío a todos los que escuchamos cada día la palabra de Dios: no somos capaces de “sorprenderle”, de ofrecerle algo nuevo, algo distinto, que rompa nuestra rutina y aburrimiento. Dios es sorpresa y novedad.
  5. En este quinto día del Novenario, el tema propuesto para nuestra reflexión es «Comunidades y Familias que cuidan la vida como signos de esperanza». En este contexto les invito, en primer lugar, a centrar nuestra atención sobre la esperanza. Santo Tomás de Aquino describe la esperanza, como una virtud que guía las acciones humanas hacia el bien, conforme a la regla divina (II-II q. 17 a. 1). Él señala que la esperanza y la caridad tienen como sujeto a la voluntad, apoyándose mutuamente para llevarnos al bien supremo: la amistad con Dios.
  6. El Papa Francisco, describe la esperanza como “la más humilde de las virtudes teologales, pues permanece oculta”, y al mismo tiempo, como una virtud “arriesgada y concreta”. La esperanza, afirma, no es una ilusión, sino una expectativa ardiente de la revelación del Hijo de Dios (Rom 8,19). Es combativa y paciente, como el grano de mostaza que crece bajo el cuidado divino. En las palabras del Papa, la esperanza “nunca decepciona” y nos invita a dar pasos constantes hacia nuestro encuentro definitivo con Cristo. En el número 9 del Motu Proprio *Spes non confundit*, el Papa Francisco, afirma: “Mirar el futuro con esperanza también equivale a tener una visión de la vida llena de entusiasmo para compartir con los demás”.
  7. Es lamentable constatar que en muchas situaciones esta perspectiva de esperanza se encuentra ausente. La primera consecuencia de ello es la pérdida del deseo de transmitir la vida. Los ritmos frenéticos de la vida moderna, los temores ante el futuro, la falta de garantías laborales y de tutelas sociales adecuadas, así como modelos sociales cuya agenda está dictada por la búsqueda de beneficios en lugar del cuidado de las relaciones, han llevado a varios países a experimentar una preocupante disminución de la natalidad. Por el contrario, en otros contextos, “culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas”. ¿Cómo podemos promover la esperanza actualmente?
  8. Teniendo en cuenta que la apertura a la vida, a través de una maternidad y paternidad responsables, es el proyecto que el Creador ha inscrito en el corazón y en el cuerpo de los hombres y las mujeres. Esta misión es confiada por el Señor a los esposos y a su amor. Es urgente que, además del compromiso legislativo de los Estados, exista un apoyo decidido por parte de las comunidades creyentes y de la sociedad civil, tanto en su conjunto como en cada uno de sus miembros. El deseo de los jóvenes de engendrar nuevos hijos e hijas, como fruto de la fecundidad de su amor, ofrece una perspectiva de futuro a toda sociedad y se convierte en un motivo de esperanza, ya que depende de la esperanza y, a su vez, la produce.
  9. La comunidad cristiana, por lo tanto, no puede quedarse atrás en su apoyo a la necesidad de una alianza social para la esperanza, que sea inclusiva y no ideológica, y que trabaje por un futuro caracterizado por la sonrisa de muchos niños y niñas que vendrán a llenar las numerosas cunas vacías que ya existen en diversas partes del mundo. Sin embargo, todos necesitamos recuperar la alegría de vivir, porque el ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26), no puede conformarse con sobrevivir o subsistir de manera mediocre, amoldándose al momento presente y dejándose satisfacer únicamente por realidades materiales. (MP *Spes non confundit*, 9).
  10. Existen leyes en el Paraguay que establecen que cada familia debe contar un pedazo de tierra, un trabajo digno y un hogar seguro, que tiene derecho a la salud y a la educación. Esto no se hace realidad a causa de la injusticia y corrupción imperante que trunca la equitativa distribución de los bienes credos por Dios para todos. Es necesario hacer realidad estos derechos fundamentales, ya que cada familia necesita estos elementos esenciales para su desarrollo. Pensemos también en nuestras comunidades parroquiales y en las organizaciones pastorales, y enfoquémonos en la dimensión comunitaria de nuestra labor pastoral para estar más cerca de las necesidades de la gente, de las familias más carentes y promover la dignificación de las personas. Debemos organizar la esperanza y trabajar juntos -sinodalmemte- para apoyar y promover el desarrollo integral de la persona humana en las comunidades y en las familias.
  11. Tupasy Kaakupe ayude a nuestras comunidades y a todos los hogares a ser promotores de alegría, justicia, fraternidad y esperanza. Que las familias pongan a Jesús que viene a nuestro encuentro en el centro de sus relaciones para mantener vivo el amor. Cuando Jesús está en el corazón de la vida familiar, se comparten con Él, tanto las alegrías como los dolores, se confían a sus manos las necesidades y los proyectos, y se recibe de Él la esperanza y la fuerza necesarias para el camino. Cuando el Señor Jesús ocupa el lugar central en la vida familiar, cada uno de sus miembros puede mirarse a los ojos para comunicarse, solidarizarse, perdonarse mutuamente y comenzar de nuevo con un pacto de amor renovado por el Espíritu. Tupasy kaakupe bendice a todos los sacerdotes para seguir siendo ser mensajeros del evangelio, constructores de comunidades y apóstoles de la esperanza, así como lo fue san Roque González de Santa Cruz y Compañeros mártires. Recemos también en esta eucaristía por el P. Julio César Ortellado ferviente devoto de la eucaristía y amante de los pobres y olvidados.

 

Monseñor Pedro Collar Noguera

Obispo de Ciudad del Este