Orar con la Palabra

La oración es diálogo con Dios, que expresa la fe y articula la vida de la alianza bautismal.
En ella manifestamos la escucha atenta al querer divino y maduramos la respuesta a sus deseos, a la
luz del Espíritu Santo.

La Palabra de Dios revelada en la Sagrada Escritura es el lugar privilegiado, en el que Dios
se dirige a nosotros. Por esta razón, la oración cristiana, en nuestra tradición judeo-cristiana, es fuente
que alimenta e inspira la oración.

La oración de los salmos, como se realiza en la Liturgia de las Horas, así como la Lectio
Divina, son formas habituales de la vida eclesial, que enseñan a orar con la Palabra.
En los evangelios encontramos las enseñanzas del Señor sobre la oración. Podemos destacar
en primer lugar las actitudes que la deben caracterizar.

1. Humildad y sencillez: La parábola de la oración del publicano y del fariseo.
2. Discreta: El Padre ve en lo secreto.
3. Perseverante: Pidan y se les dará.
4. Vigilante: Velen.
5. Creyente y filial: Que se haga la voluntad de Dios.
6. Abierta al Reino: Busquen primero el Reino de Dios.

La Palabra de Cristo hecha oración es el Padrenuestro. Las actitudes que hemos mencionado
se concentran allí, en un sentido filial que caracteriza a la oración cristiana. En Jesús, Cristo, nos
dirigimos a nuestro Padre que el Hijo de Dios nos hizo conocer.

Esta misma oración expresa la fe, al igual que la caridad y la esperanza. Rezamos por todos,
amigos y enemigos, porque somos hermanos. Confiamos que Dios nos asistirá en todo momento, y
esperamos que su Providencia se manifieste en nuestra vida.

La oración debe alimentar la esperanza, uniéndonos con Cristo, en las buenas y en las malas,
en el Tabor, así como en el Gólgota.

En la práctica de la oración, es importante prestar atención, escuchar lo que el Señor dice y
llevarlo al corazón. El buen terreno se prepara rezando, para acoger la semilla de la Palabra Divina.
El fruto de esta oración nos hace familia del Señor: Estos son mi madre, mi padre y mis
hermanos. Los que escuchan la Palabra de Dios, la lleva a su corazón y la ponen en práctica. La
contemplación y la acción van de la mano. Familiarizarse con los textos sagrados fortalece el camino de la fe y ayuda al crecimiento de los hijos de la Iglesia.

+ Francisco Javier Pistilli Scorzara, P. Sch.
Obispo