Hoy celebramos la VI edición (aniversario) del Domingo de la Palabra de Dios, que se celebra en toda la Iglesia hoy 26 de enero de 2025, el Papa Francisco eligió como lema las palabras del Salmista: “Espero en tu Palabra” (Sal 119,74). Se trata de un grito de esperanza: el hombre, en el momento de angustia, de la tribulación, del vya’y, del sin sentido, grita a Dios y pone toda su esperanza en Él. Hoy nos enfocamos en la celebración, reflexión, vivencia   y divulgación de la Palabra de Dios. Si no vivimos la Palabra, el Libro Sagrado, la Sagrada Escritura será letra muerta, profanada, vacía de esperanza, gramática descarnada. La Palabra nos sintoniza con el querer de Dios, la palabra hágase tu voluntad, Su voluntad expresa el verdadero sentido de nuestra existencia. Como, la Virgen María, ha sintonizado en obediencia respondiendo al anuncio del angel Gabriel, que sería la Madre de Dios, Hágase según has dicho, hágase conmigo conforme a tu Palabra. (Lc 1,38). Por eso esperamos en obediencia, conformándonos con su Palabra de Plenitud.  (Sal 119)

Vivir la Palabra, no es idea abstracta (vyró rei) o de un optimismo ingenuo, sino adherirse a una persona, viva y presente en la vida de cada uno: Cristo crucificado y resucitado, el único que no nos abandona nunca. Adherirse a Cristo es abrazar la Esperanza por excelencia.

En el Evangelio (Lc. 1,12-14) Jesús proclama en Isaias su misión: Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor. La fiesta de San Pablo Apóstol ,  cuya conversión hemos como tantos otros, ha sido liberado de su cautiverio y liberación,su cautiverio y liberación. Estaba ciego y ha recibido la luz de Cristo. En él ha encontrado el sentido y el sendero de la verdad. Ha sido un gran rescate para que a través de él muchos puedan ser rescatados de sus opresiones.

(1Cor 1,10-13)

“Hermanos: Los exhorto, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que todos vivan en concordia y no haya divisiones entre ustedes. (1Cor 12,12) El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No te necesito». Más aún, los miembros que parecen más débiles son más necesarios. Pablo exhorta en el nombre de Jesús La Palabra, es que alcancemos la unidad, la concordia,  nutriéndonos de la misma savia, permaneciendo en la vid, nosotros los sarmientos. Quien no permanece en mi lo tiran fuera. Desgajándonos de la vid, que es El, la misericordia entraremos en discordias, de corazones oscuros, servidores de si mismos, pagados de sí mismos,  separados del cuerpo.

Desgajados de Jesús el Señor, nos volvemos sectarios. Y la secta es encerramiento en las propias convicciones, conspirando y  víctimas de conspiraciones, que llevan a desconfiar de todo y todos. Pueden ser encerramientos de ideas, ideologías, de partidos, cómo bien menciona Pablo, que cada uno toma su partido, partidistas para partir, no para unir. El Papa Francisco el Sucesor de Pedro, tiene la llave garantizada, la asistencia del Espíritu Santo, con quien todos los miembros de Iglesia hacen un solo cuerpo. Con Pedro todo, sin Pedro nada. La frase “cum Petro et sub Petro” se ha hecho clasica y significa con Pedro y bajo Pedro, es decir, con aquel que Cristo ha puesto al frente de su Iglesia como guardián de la fe y de la disciplina.

“El pueblo que yacía en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció.” La Luz de la verdad resplandeció.  (Mt. 4,12) Una vez viajando en una ambarcacion de noche por el río paraguay, todo estaba muy oscuro y nublado. Apenas se divisaba la orilla más cercana. Hasta que se comenzamos a distinguir las primeras luces del alumbrado del pueblo hacia donde nos dirigíamos. Las luces nos guiaban y la oscuridad se disipaba. A medida que nos acercábamos a la otra orilla los alumbrados se multiplicaban y nos daba la seguridad que llegaríamos a puerto seguro. Así el Señor se nos acerca en esta Eucaristía para llevarnos hacia las orillas de Su Luz hacia el puerto seguro de nuestra salvación. Y disipar con su gracia salvadora nuestras oscuridades, rompe cadenas y nos libera. El es la luz de los pueblos, de las  naciones y de nuestros corazones.

Los apóstoles pescadores han visto esta gran luz, han dejado todo para seguir al Señor. A pie o embarcados han experimentado el ancla de salvación.

Este Reino significa la instauración de un nuevo poder político, teocrático, sino el cumplimiento de la alianza entre Dios y su pueblo, que inaugurará un periodo de paz y de justicia, de solidaridad. Para estrechar este pacto de alianza con Dios, que es pacto de Esperanza, en aquel que no defrauda, cada uno está llamado a convertirse, transformando su propio modo de pensar y de vivir. Convertirse, resetear el corazón a su originalidad,  no solo es cambiar la manera de vivir, sino también el modo de pensar y actuar y de  relacionarnos en nuestros entornos sociales y familiares..El Domingo de la Palabra de Dios permite una vez más a los cristianos reforzar la invitación tenaz de Jesús a escuchar y custodiar su Palabra para ofrecer al mundo un testimonio de esperanza que consienta ir más allá de las dificultades del momento presente. La Palabra del Señor llega al corazón no como promesa de algo sino como promesa de alguien solo pocos discípulos confundidos e inseguros: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68). Las palabras de Jesús permanecían para Pedro y sus compañeros como el último hilo de esperanza en una plenitud de vida que podían esperar solo de Dios.

Adalberto Card. Martínez Flores
Arzobispo de la Santísima Asunción