Queridos hermanos:

Hoy, en este día santo estamos contemplando la pasión de nuestro Señor Jesucristo, reflexionando como Jesús, el Hijo de Dios, murió por nuestros pecados y nos reconcilió con el Padre. El dolor y la agonía que tuvo que vivir desde esa anoche, la víspera, allí en el huerto de los olivos, preparándose para cumplir la voluntad de su Padre. Jesús fiel y obediente que camina hacia el calvario nos confronta con muchas realidades y nos lleva cada vez más a replantear el caminar de nuestra vida, mirando hacia qué calvario vamos nosotros, al calvario de la muerte eterna o al calvario dónde estuvo colgado Jesús,  que nos lleva a la vida eterna.

Caminar con Jesús en este momento de dolor tiene que ser para nosotros una respuesta de Amor a Dios, a pesar de nuestras fragilidades y de nuestras tentaciones que muchas veces nos superan, el deseo de huir, de dejarlo solo, de negarlo, de traicionarlo y hasta de crucificarlo. No es fácil caminar con Jesús cuando la cruz es pesada, el dolor es insoportable y el miedo nos invade, pero es ahí donde debemos llenarnos de coraje para salir al paso de Jesús, ayudarlo, caminar con él, cargando la cruz, acompañándolo como Juan, María, y las mujeres que caminan en medio de la injusticia, de la tristeza, y del dolor.

Con esta introducción miremos las lecturas que hemos escuchado.

En la primera lectura del libro de Isaías comienza exaltando el triunfo del siervo de Dios, aunque resultaría incompresible como en medio de toda esa barbaridad, su siervo, como un cordero llevado al matadero dice el Señor, iba triunfar, pero los planes de Dios son tan misteriosos que ha entregado a su propio Hijo para que padecieras. Esto nos resulta muchas veces incompresible, entender el dolor, la muerte, las injusticias, y si miramos simplemente nuestra realidad, vemos cómo hay pobres que no tienen qué comer,  y ricos que cada vez quieren acumular más riquezas, es incomprensible entender cómo va a haber triunfos cuando la corrupción reina. Es incomprensible en muchas familias donde debe mandar el amor, pero, sin embargo, hay mentiras, violencias, maltratos, falta de perdón, homicidios, feminicidios, infanticidios, fratricidios. Es incomprensible cómo los más vulnerables son las victimas de tanta maldad, y ahí nos planteamos dónde está Dios?, por qué nos ha abandonado?, o simplemente consideramos un castigo de Dios, como si él fuera el culpable de todos los males. Pero nos olvidamos que el mal existe y caminamos bajo su sombra, nos olvidamos que nos hemos apartado de Dios, nos olvidamos que dejamos entrar al mal en nuestro corazón, nos olvidamos que hemos desobedecido los mandamientos de Dios.

Por eso, en la segunda lectura estamos invitados a volver a Dios, a su misericordia, así como el hijo prodigo que volvió a la casa del Padre, no tengamos miedo, que Cristo vino al mundo a perdonarnos y reconciliarnos, y no importa cuán grande fue tu pecado que Dios todo lo perdona. Volver significa un cambio de vida, una vida nueva, viviendo los valores cristianos y por sobre todo el primer mandamiento que encierra todo “amar a Dios y a nuestros hermanos”. Por eso la Iglesia reza por la conversión de los pecadores. Estamos todos llamados a la conversión y a rezar por la conversión de otros. Si nos imaginamos un Paraguay en donde sus gobernantes no piensen sólo en sí mismos, dónde los funcionarios públicos no piensen en robar, que los empresarios no piensen solo producir a costa de la explotación de sus trabajadores. Un Paraguay donde la educación y la salud sea la prioridad, donde la reforma política sea pensando en el bien de todos y que haya un orden social. Ver un país donde no haya violencia, asaltos, drogadicción, sino esperanza de un mundo nuevo, un mundo donde todos debemos construir comenzando uno y no esperando que primero sea el otro. Por eso te digo, a ti esposo sé fiel, a ti esposa sé comprensible, a ti papá educa con amor, a ti mamá sé la esperanza, y a ti hijo sé obediente. A ti trabajador sé honrado, a ti empresario sé honesto y, a ti político actúa con caridad.

El desafío es grande, y el camino es difícil, ya nos presenta el relato del Evangelio, como Jesús es traicionado, surge la violencia, se toma la espada creyendo que es el camino, pero nosotros debemos tener nuestra mirada puesta en Jesús, como él va asumiendo y respondiendo a este problema. Siempre Jesús tiene que ser nuestro ejemplo por eso allí en nuestras oraciones debemos preguntar al Señor, qué debo de hacer, cómo debo actuar, qué debo decir. Que no sea que nos dejemos llevar por nosotros mismos y también tomemos malas decisiones en la vida.

Es necesario queridos hermanos que contemplemos siempre en nuestra carne la pasión de nuestro Señor, aunque a veces resulte más fácil mirarlo ya glorioso, pero nos olvidamos que Jesús tuvo que ser juzgado, maltratado, y condenado a muerte. Por eso en este día contemplamos la cruz debemos también pedir a Dios que nos ayude a alcanzar la gloria, y  tomar nuestra propia cruz, dejándonos sostener por él. No olvidemos que no estamos solos, aunque lo parezca, sino que Dios está con nosotros y también nuestra madre la virgen María, así como estuvo a los pies de la cruz. Muchas personas creen no poder más porque se torna muy pesada la cruz, por eso te digo ánimo, no estás solo/a.

A aquellas mujeres que sufren, a las madres solteras, a los jóvenes, a los padres de familia, a los ancianos y a los enfermo, no están solos.

Pedimos la gracia de Dios en nuestras vidas, que nos ayude a comprender estos misterios que celebramos en estos días santos.

Amén.

Pbro. Reinaldo Roa

Secretario Canciller