Alabado sea Nuestro Señor Jesucristo.
Hermanos, Hermanas
1. Comentario bíblico
Comencemos siempre con el comentario de la Palabra de Dios. Nos ponemos con gratitud ante la primera lectura, “El Espíritu del Señor Dios está sobre mí”, que ilumina el evangelio de Lucas proclamado hoy para nosotros.
Ante las promesas que los profetas hicieron en el exilio del pueblo de Dios en Babilonia, los retornados a Jerusalén encontraron todo lo contrario, hostilidad y frialdad. Ante esta dificultad encontrada, otro profeta se levanta y se presenta a los pobres descarriados de Israel. Viene para traer ánimo, valentía para los corazones destrozados. El Señor lo ungió para traer alegría para los afligidos, para proclamar libertad a los cautivos, para proclamar un año de gracia dado por el Señor Dios.
Entonces, estos pobres de Israel comenzaron a pensar que, sí, el Señor cumplirá su promesa de libertad, alegría y felicidad, pero no inmediatamente. Durante varios siglos deberán esperar el cumplimiento de esta promesa. Así nace en el pueblo de Dios la espera ansiosa la venida del Mesías.
El libro del Apocalipsis ya presenta al Mesías, Cristo Jesús, el testigo fiel, el primer nacido de entre los muertos, el rey de los reyes de la tierra. ¡Qué títulos bonitos le da al triunfo del Salvador, a su nueva condición gloriosa y triunfante! Es la base para sentidos purificados de nuestros pecados. Es más, de convertirnos partícipes de su reino, porque se nos ha regalado a ser como él, raza de Sacerdotes de Dios. Lo que hoy estamos celebrando es precisamente esta verdad, Pueblo de Dios, nación santa, pueblo sacerdotal. Unidos por el bautismo, donde se ha recibido el sacerdocio común de los fieles, compartimos con los del Clero, quienes hemos recibido el sacerdocio ministerial, diáconos, sacerdotes y obispos, al servicio dell sacerdocio común de los fieles. Una unidad litúrgica que nos permite celebrar esta Misa Crismal, tomando conciencia de nuestra nueva realidad, como Iglesia.
En el evangelio se insiste sobre el poder del Espíritu. Ciertamente para el evangelista Lucas no se trata sólo de que Jesús hiciera milagros. La presencia del Espíritu se manifestó siempre como su fuerza misionera, sus palabras sanadoras hacia los últimos y despreciados, los enfermos, leprosos, ciegos…encontró siempre la oportunidad de anunciar la presencia de Dios misericordioso en el sufrimiento y el abandono, mediante también la cooperación comunitaria de sus discípulos para extender su Misión más allá de toda frontera.
El Espíritu Santo conduce a Jesús para que proclame ante el pueblo cuál es la misión que Dios le ha encomendado. Jesús explica que en él se cumple el designio de Dios. El Espíritu Santo lo unge para que cumpla la función de profeta, llevando a los pobres la buena noticia de que Dios otorga la liberación y el perdón a todos. Lucas añade dos promesas más: Dios dará la vista a los ciegos y la libertad a los oprimidos. Esta profecía se cumple en Jesús, el siervo fiel y obediente de Dios que ha sido ungido con el Espíritu Santo en su bautismo y en quien Dios se complace. Jesús es también ungido como rey, y su misión es anunciar y llevar a cabo el año de gracia, es decir, el año del jubileo, en el que se perdonaban las deudas y se liberaban a los presos y esclavos. Es más, al exhalar su Espíritu, en su muerte, sepultura y resurrección, la acción del Padre se vuelve potentísima, como nueva creación, haciendo entrar en una vida gloriosa y luminosa a su Hijo. El resucitado por el Espíritu es el primogénito de entre los muertos ante cuyo nombre se doblan las rodillas en cielo y tierra.
El mismo Resucitado envía su Espíritu de vida a la naciente comunidad para que con ese Espíritu transforme la realidad del mundo. Han pasado siglos y la Iglesia continua recibiendo ese mismo Espíritu a través de la fe y los sacramentos. Redención, liberación, salvación, serán la obra permanente de Dios por medio de los discípulos misioneros de Jesucristo.
2. Qué decir de nuestro tiempo de pandemia?
Esperábamos un feliz año 2020 como los otros. La sorpresa sobrevino y nos sometimos a algo que aún no sabemos muy bien su origen y su alcance. No sabemos quiénes están detrás con guantes blancos lucrando a costa del sufrimiento desastroso de la humanidad y de nuestro país. Hemos experimentado más desigualdad y más miseria. Sufrimos las consecuencias en todo orden social, económico, político, cultural, religioso y evangelizador. Con todo hemos aprendido a cultivar más en familia la fe en la oración y la confianza en Dios, y ser más solidarios con los necesitados. Hasta ahora hemos aguantado lo suficiente. Y creemos que todo ese sufrimiento nos debe purificar de nuestras situaciones sinuosas de violencia, de mentira y de corrupción generalizada. Debemos aprender a ser más humanos. Evitemos el peligro de que la salud sea el nuevo ídolo. No descuidemos el bien nacional, volvamos a que la enseñanza escolar retome sus cauces y se regrese al mundo del trabajo con mayor sentido de justicia y amor. Dios no nos abandona jamás.
Vendrán tiempos mejores. La evangelización será más viva y llegará a más personas, porque el único camino de la verdad y de la salvación es Jesucristo. Asumimos con paciencia lo que vivimos, pero soñamos por la libertad, por la dignidad de cada ser humano, por la construcción del bien común nacional, donde se disminuya las desigualdades sociales, la pobreza de los marginados y se restablezca las relaciones sociales de confianza y de desarrollo sostenible mediante una política nacional sabia, sana y en favor de los más débiles y de los pobres. Anhelamos el fin de los sufrimientos de los pobres, ansiamos la liberación de tantas esclavitudes morales y sociales, como las que hemos visto en nuestro patio nacional. Comprendemos que el camino es siempre de esperanza, mientras caminamos en la incertidumbre de la fe y en medio de las angustias y dolores de la humanidad.
Es nuestro deber de gratitud seguir rezando por el personal de blanco, por acompañar valientemente la salud pública y privada. Honoremos también las víctimas de la pandemia rezando por su eterno descanso…
3. La pandemia y la acción misionera de la Iglesia
A primera vista pareciera que la Iglesia disminuyó su acción misionera. Creo conveniente, sin embargo, subrayar algunos aspectos que hicieron que la fe de los cristianos estuviera bien activa. En las parroquias y comunidades religiosas, la transmisión de la Santa Misa mediante los medios de comunicación hizo un servicio multiplicador, tanto de la Palabra de Dios como de la comunión eucarística. Muchos sacerdotes han ofrecido su tiempo para la pastoral de escucha y para las confesiones sacramentales en lugares al aire libre. Las procesiones eucarísticas hechas tres veces en todo el territorio del arquidiócesis, y las de las fiestas patronales en cada parroquia han sido momentos intensos de bendición, oración y de esperanza. Las familias han afianzado su momento de oración, el cuidado de sus niños y ancianos, y la dedicación al diálogo y al encuentro entre sus miembros, en clima de respeto, alegría y convivencia serena. Con todo, nada fue fácil en las relaciones familiares, por eso lamentamos que muchos hogares al no organizarse adecuadamente, por muchos otros motivos, han entrado en profunda crisis y dolor. También hoy rezamos por esas familias.
Conviene recordar toda la fuerza de la caridad, que brotaba de la eucaristía y de las oraciones familiares, la asistencia a los comedores sociales con el acompañamiento de nuestra Pastoral Social. Eso significó más de mil voluntarios para servir a las mesas y demostrar ternura y cercanía a los miles de hermanos y hermanas que quedaron sin trabajo.
Por todo esto, en esta celebración eucarística, agradecemos a Dios por todo lo vivido, en forma atípica, durante esta pandemia.
4. Los nuevos desafíos
A nivel eclesial tenemos el nuevo Directorio para la catequesis, que viene a confirmar el camino realizado durante estos años. Decididamente la conversión pastoral nos exige asumir el nuevo paradigma de la catequesis: Palabra de Dios, liturgia y sacramentos, y vivencia de comunidad. Vamos más allá de la indispensable recepción de los sacramentos. Debemos promover la vida cristiana en la que hay formarse como discípulos misioneros para la vida del país.
Además, hemos recibido la “Instrucción para la conversión pastoral de las parroquias”, para un impulso misionero, de Iglesia en salida hacia los alejados. El año que viene, tendremos el año de la Eucaristía a nivel nacional. Nuevamente será una riqueza espiritual para todos ponernos en sintonía con la doctrina eucarística y con sus consecuencias transformadoras de la sociedad.
A nivel mundial, el Papa Francisco, con su encíclica “Fratelli tutti” nos abre el horizonte de la Iglesia, aún más allá de nuestra frontera local, para llegar a construir la comunidad humana, basada en la fraternidad, en el diálogo y en la superación del descarte de pobres y abandonados. Dice el Papa: “Sin pretender realizar un análisis exhaustivo ni poner en consideración todos los aspectos de la realidad que vivimos, propongo – afirma el Papa – sólo estar atentos ante algunas tendencias del mundo actual que desfavorecen el desarrollo de la fraternidad universal, entre ellos “el descarte mundial” y denuncia la “Globalización y progreso sin un rumbo común”.
Cito otra frase: “A pesar de estas sombras densas que no conviene ignorar, en las próximas páginas quiero hacerme eco de tantos caminos de esperanza. Porque Dios sigue derramando en la humanidad semillas de bien. La reciente pandemia nos permitió rescatar y valorizar a tantos compañeros y compañeras de viaje que, en el miedo, reaccionaron donando la propia vida”.
En el capítulo II cuando presenta la parábola del Buen Samaritano el Papa se pregunta: “¿Con quién te identificas? Esta pregunta es cruda, directa y determinante. ¿A cuál de ellos te pareces? Nos hace falta reconocer la tentación que nos circunda de desentendernos de los demás; especialmente de los más débiles”. Volvamos pues a cuidar de los más débiles y vulnerables. Ese es el camino de la fraternidad, una tarea nunca acabar. Seamos ese samaritano que se hizo prójimo. Y nosotros, debemos “hacer lo mismo” (Lc 10,37).
Ante estas palabras conviene plantearnos hoy cómo debemos ayudar a quienes sufren por diversos motivos. Menciono algunos para con quienes debemos tener especial cercanía: insistamos en que los proyectos de vivienda y de barrios sigan beneficiando a los pobres de los asentamientos y bañados. Sepamos recurrir al diálogo para con quienes están desorientados por las ideologías, sostenidos por financieros internacionales. Mostremos el camino cierto y democrático para quienes buscan destrucción e incendio; para quienes, por el secuestro y los asaltos, o por el tráfico de drogas y el lavado de dinero amasan dinero sucio, al denunciar el mal que corroe la economía y la política les mostremos el respeto por el país, por la democracia y por las leyes y Constitución Nacional. Las manifestaciones públicas violentas no ayudan a encontrar caminos de fraternidad.
Hermanos y Hermanas. Solo unos ejemplos. Cuánto debemos difundir el bien, la verdad en el amor y la justicia con la paz. Tenemos como reto en la post pandemia, todo un submundo de violencia y de corrupción. Ningún cristiano o católico debería encontrarse entre los corruptos. Ciertamente estamos seguros, que la racionalidad y el amor al país, junto con la victoria de Dios en su Hijo Jesucristo harán una sociedad más sana, más humana y más cristiana. La Iglesia seguirá anunciando y testimoniando el evangelio, haciendo presente la misericordia divina y la protección materna de María Santísima. A pesar de ser perseguida hoy por su defensa de la vida, de la familia y de la sexualidad varón y mujer, y por su fe en Dios ella seguirá fiel a su misión de servidora de la salvación de la humanidad, por gracia de Dios.
5. Significado de la bendición de los óleos santos
Quiero terminar destacando el significado de lo que estamos celebrando en esta Misa Crismal.
La concelebración en esta Misa Crismal con el Obispo, el Clero y los fieles manifiesta la comunión con él, gran sacerdote de su grey. Se visualiza la unidad espiritual y pastoral ante el pueblo de Dios.
El uso en el Antiguo Testamento del óleo de la consagración de los reyes, sacerdotes y profetas es recogido por la liturgia en donde aquello que se prefiguraba se hace realidad en el “Ungido del Señor”.
La liturgia cristiana recoge el uso del Antiguo Testamento, en el que eran ungidos con el óleo de la consagración los reyes, sacerdotes y profetas, ya que ellos prefiguraban a Cristo, cuyo nombre significa «el Ungido del Señor».
Con el santo crisma consagrado por el obispo, se ungen los nuevos bautizados y los confirmados, se ungen las manos de los presbíteros, la cabeza de los obispos y la iglesia y el altar en su dedicación. Con el óleo de los catecúmenos, estos se preparan y se disponen al bautismo. Con el óleo de los enfermos, estos reciben alivio en su enfermedad.
Con el santo crisma que los cristianos injertados por el bautismo en el Misterio Pascual de Cristo se significa que han muerto, han sido sepultados y resucitados con él, participando de su sacerdocio real y profético. Es entonces que reciben la unción espiritual del Espíritu Santo que se les da.
Con el óleo de los catecúmenos se extiende el efecto de los exorcismos, pues los bautizados reciben la fuerza para que puedan renunciar al diablo y al pecado, antes de que se acerquen y renazcan de la fuente de la vida.
El óleo de los enfermos, atestiguado por el apóstol Santiago, remedia las dolencias de alma y cuerpo de los enfermos, para que puedan soportar y vencer con fortaleza el mal y conseguir el perdón de los pecados.
Esta bendición y consagración de los óleos se suele hacer normalmente el jueves santo. Debido a la cuarentena nos hemos congregado hoy para tan importante celebración.
Que nuestra Madre del Cielo, que tiene tantos hermosos nombres, entre ellos, Nuestra Señora de la Asunción interceda por nosotros y nos acompañe a superar dificultades y tensiones, para vivir como hermanos en una Nación libre y soberana.
+ Edmundo Valenzuela, sdb
Arzobispo Metropolitano
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