Joven, ¡levántate y construye la Civilización del amor!

Queridos jóvenes,

Hermanas y hermanos en el Señor:

Les damos la bienvenida al Paraguay y a la arquidiócesis de Asunción. Recibirles en nuestro país es para la Iglesia local un gran motivo de alegría.

Con el lema: “A ti te hablo, ¡levántate!”, iniciamos este Vigésimo Primer Encuentro Latinoamericano de responsables nacionales de Pastoral de Juventud. Gracias por haber escogido el Paraguay para encontrarse, rezar, reflexionar y vivenciar un acercamiento a las múltiples y complejas realidades de nuestra América Latina y el Caribe y desde las energías e ideales propios de la juventud puedan contribuir para impulsar un modo de ser Iglesia en salida misionera, sinodal, samaritana, de puertas abiertas, para llevar a todos la alegría del Evangelio, aun y en medio de nuestras necesidades y precariedades.

Comenzamos esta semana en feliz coincidencia con el día de San Buenaventura, una gran santo que supo enseñar, mostrar y dejarnos como legado que fe y ciencia no se contradicen, sino que se ayudan mutuamente para que los valores del reino de Dios transformen las realidades del mundo según la voluntad del Padre amoroso.

Si bien la Iglesia reconoce a San Buenaventura como el “doctor seráfico”, por la sabiduría reflejada en sus escritos, fiel al mandato del pasaje del evangelio de Mateo, su característica era la humildad y no se consideraba ni padre, ni doctor, ni maestro, ni guía, aunque lo era.

Si están aquí representando a sus respectivas pastorales juveniles, es porque son líderes en sus respectivas comunidades eclesiales. El evangelio nos recomienda a todos los que ejercemos alguna función de responsabilidad en la Iglesia: “Tampoco se dejen ustedes llamar Guía, porque ustedes no tienen más Guía que Cristo. El más grande entre ustedes se hará el servidor de todos. Porque el que se pone por encima, será humillado, y el que se rebaja, será puesto en alto.”

Por eso es importante decir con el salmista: Yo te busco de todo corazón: no permitas que me aparte de tus mandamientos…Tú eres bendito, Señor, enséñame tus preceptos.

Los mandamientos y preceptos del Señor se resumen en el amor. A la pregunta de un maestro de la Ley: ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley? Jesús le dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el gran mandamiento y el primero. Pero hay otro muy parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos.” (Mateo 22, 36-40).

Este pasaje del evangelio debe iluminar su itinerario para profundizar en el tema que les convoca en este XXI Encuentro: “El discernimiento espiritual en comunidad para la construcción de la Civilización del amor.”

La expresión civilización del amor es recordada como un tema característico del magisterio de San Pablo VI. Se trata de una expresión sugerente. De hecho, a primera vista, no es fácil intuir la relación que existe entre el amor, generalmente entendido como un sentimiento subjetivo, y la civilización, entendida como pensamiento y cultura, así como todo un universo simbólico capaz de inspirar valores y de orientar las acciones de las personas y de las comunidades.

«Ni el odio, ni la competición, ni la avaricia será su dialéctica”, sino el amor, el amor generador de amor, el amor por los demás, no por intereses temporales o ambiguos, o por autocomplacencia, sino para el amor a Tí; a Tí, oh, Cristo descubierto en el sufrimiento y en las necesidades de todos nuestros semejantes. La civilización del amor prevalecerá en los afanes frente a las implacables luchas sociales, y dará al mundo la soñada transfiguración de la humanidad finalmente cristiana». El sueño de San Pablo VI se concretaba en el deseo de dar una forma nueva a las relaciones que las personas entretejen en su vida cotidiana.

Este es el tema central que los convoca en este encuentro en Asunción y que cada día es más necesario en nuestro continente y en el mundo, lleno de conflictos, de intolerancia, de odio, de acciones para ignorar, marginar e incluso eliminar al otro. Más que nunca el Señor nos llama a vivir el amor y a trabajar por la civilización del amor. Ustedes, queridos jóvenes, serán los artesanos del amor. La Iglesia y la sociedad necesita su capacidad de amar y de tejer relaciones de amistad social y de fraternidad, camino ineludible para la paz social y para la construcción de una sociedad conforme a los valores del reino de Dios, promoviendo el respeto irrestricto a la dignidad de la persona humana para que nadie se vea privado de tener las condiciones para una vida digna y plena.

Hoy, miramos nuestros países y hay un denominador común: el clamor de millones de jóvenes sin oportunidades para el acceso a salud, educación, empleo digno, abandonados, que viven en situación de calle, sin horizontes de esperanza que, no pocas veces, los conduce por caminos que llevan a la muerte: drogas, delincuencia, crimen, suicidios. Millones de jóvenes viven “en las periferias existenciales” y necesitan con urgencia que les llegue “la alegría del Evangelio”, por medio de ustedes.

Los jóvenes son una opción preferencial de la Iglesia. Particularmente, en el corazón de este servidor, los jóvenes ocupan un lugar privilegiado. Son de gran actualidad estas expresiones de Aparecida: ustedes están llamados a ser centinelas del mañana, comprometiéndose con la renovación del mundo a la luz del Plan de Dios… Por su generosidad están llamados a servir a sus hermanos, especialmente a los más necesitados, con todo su tiempo y vida. Tienen capacidad para oponerse a las falsas ilusiones de felicidad y a los paraísos engañosos de la droga, el placer, el alcohol y todas las formas de violencia…Como discípulos misioneros, están llamados a transmitir a sus hermanos jóvenes, sin distinción alguna, la corriente de vida que viene de Cristo (cfr. Aparecida, 443).

La pastoral de Juventud es el instrumento eficaz que tiene la Iglesia para la evangelización del mundo de los jóvenes. Ustedes, con sus equipos parroquiales, diocesanos y nacionales, así como desde los movimientos apostólicos laicos con su variedad de carismas, saben buscar y encontrar los caminos que sean atractivos para llegar con la alegría del Evangelio en sus ámbitos y territorios de presencia y actuación.

Los objetivos que se proponen para este encuentro son muy importantes y valiosos, comenzando por “el reconocimiento agradecido” de todo el caminar que ya han hechos otras generaciones de jóvenes. Es bueno recoger la memoria y el testimonio de miles de jóvenes que, durante décadas, han hecho un itinerario de actuación comprometida con el evangelio en tiempos muy difíciles y en contextos sociopolíticos de agresión y negación de los derechos humanos fundamentales.

Hoy, en varios de nuestros países, se están dando nuevas formas de autoritarismo ante las cuales no podemos quedar indiferentes. Estamos constatando lo que ya afirmábamos en Aparecida: vemos con preocupación el acelerado avance de diversas formas de regresión autoritaria por vía democrática…Esto indica que no basta una democracia puramente formal…sino que es necesaria una democracia participativa y basada en la promoción y respeto de los derechos humanos. Una democracia sin valores, como los mencionados, se vuelve fácilmente una dictadura y termina traicionando al pueblo (cfr. Aparecida, 74).

El encuentro se enmarca en el proceso sinodal que vive toda la Iglesia. Para que sea fructífero y logre sus objetivos, la Iglesia nos propone el método de la conversación espiritual, que invita a la capacidad de escucha y acogida al otro. Esto significa saber escucharse con un corazón abierto y receptivo. Esta cualidad de atención es un acto de respeto, acogida y hospitalidad hacia los demás tal y como son.

Estamos en el año de la oración camino al Jubileo de la Esperanza en el próximo año 2025. La oración está en el centro de nuestra acción apostólica. Una práctica de oración personal y comunitaria, con la ayuda del Espíritu Santo, nos permitirá el discernimiento necesario para escuchar y conocer la Voluntad del Padre que, por medio de Jesucristo nos invita hoy y siempre: “Joven, a ti te digo, ¡levántate!

Invoquen con confianza al Espíritu Santo para que les conceda sus dones, les ilumine y les guíe en estos días de encuentro.

Que María Santísima, Madre de los jóvenes, los acompañe y les proteja.

Así sea.

 

Asunción, 15 de julio de 2024.

 

+ Adalberto Cardenal Martínez Flores

Arzobispo Metropolitano de Asunción

Presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya