Evangelio de hoy

Jueves de la 3° Semana de Pascua

Evangelio según San Juan 6, 44-51

Jesús dijo a la gente: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: ‘Todos serán instruidos por Dios’. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: Solo él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo para que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”.

Meditación

Fe, pecado, tiempo pascual. Hemos celebrado la pascua y no deberíamos seguir como antes. La fe mueve montañas e impulsa la evangelización. Nos ayudaba Papa Benedicto XVI.

“¿Qué? La vida eterna se inicia ya en nosotros por el cambio que el don eucarístico realiza en nosotros (Jn 6,57). ¿Cómo? El misterio “creído” y “celebrado” contiene en sí un dinamismo, “principio de vida nueva” y “forma de la existencia cristiana”. Es decir, de un modo cada vez más adulto y consciente. Como dijo San Agustín: Soy el manjar de los grandes: crece y me comerás, como el alimento de tu carne, y te transformarás en mí”. Él nos atrae hacia sí y nos convertimos (Sacramentum caritatis, 70 y Confesiones).

¿En serio? Como nos exhorta San Pablo a “presentar nuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios (Rom 12,1). Un nuevo culto agradable, razonable, como ofrenda total de la propia persona en comunión con toda la Iglesia. Es decir, “se subraya la concreción humana de un culto que no es para nada desencarnado: en llegar a ser muchos en un solo cuerpo, en Cristo”.

 

Aclamen al Señor, tierra entera.

Bendigan, pueblos, a nuestro Dios,

hagan resonar sus alabanzas,

porque él nos ha devuelto la vida

y no dejó que tropezaran nuestros pies.