Evangelio de hoy

LUNES DE LA SEMANA 5ª DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Evangelio según San Marcos 6, 53-56

“Los que lo tocaban quedaban sanos”

Después de atravesar el lago, Jesús y sus discípulos llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban sanos. Palabra del Señor.

Meditación

Era imposible no reconocer a Jesús, pues era tan resaltante tanto sus palabras como sus mensajes y sus obras milagrosas llenas de santidad. Sabemos que la fe es un don gratuito, y nunca llegará a esa fe si no se da ese encuentro personal, consciente, libre y profundo con Jesús. La fe si bien se vale también de la razón, no todo se puede explicar con la razón, es necesario simplemente creer en lo que Dios nos revela, en lo que nos da a conocer. La fe se vive, se experimenta y ayuda a la persona conforme vaya respondiendo en fidelidad a que viva en santidad y crezca en esa santidad.

Me imagino a esa gente israelita sencilla de aquel tiempo que podía ver, tocar, sentir y escuchar a Jesús. ¿Hoy día nosotros podríamos también experimentar todo eso? Lo podemos experimentar en la Eucaristía, no con los ojos humanos sino con los ojos de la fe, para poder tocarlo, sentirlo, comerlo eucarísticamente, transformarnos en Él como hostias vivas para alimento del mundo. Si somos la prolongación de Jesús en el mundo, ¿será que Él puede seguir curando, sanando, liberando y suscitando la fe en la gente desde nosotros?

Es fascinante ver a Jesús con su fuerza curativa del amor que va rehaciendo a la persona enferma. Y todo esto lo va haciendo mientras va caminando en medio de los pueblos y ciudades, en medio de tantas necesidades, es esa la misión que el Padre le da para llevar la Buena Noticia a los pobres y afligidos. Tantos hermanos sufrientes y heridos a quienes toca y hace que todo su ser se restaure y renueve, se sane y cure. Él sigue estando en los pobres, necesitados, enfermos, ancianos, niños, abandonados, hambrientos, en cada hermano que tiene la carne herida y va sangrando por las calles de nuestras ciudades. No permanezcamos indiferentes, sino hoy misionando con amor misericordioso. Santa Águeda, ruega por nosotros.

Perdón Señor porque muchas veces ya no tenemos ese encuentro íntimo, profundo y permanente contigo en la oración, en el silencio, para verte y contemplarte en el hermano que sufre. Ayúdanos a que crezcamos en nuestra experiencia de fe, ofreciéndonos a acercarnos a cada hermano que está sangrando por nuestras calles en medio de la frialdad e indiferencia. Gracias por pasar por nuestras vidas para transformarnos en mejores personas, porque por donde Tú pasas, todo se transforma, nada queda igual, y por tocarnos, sanarnos y curarnos de situaciones que nos oprimen en nuestra historia. Amén.