Evangelio de hoy

LUNES DE LA SEMANA 5ª DEL TIEMPO DE CUARESMA

Evangelio según San Juan 8, 1-11

“Vete, no peques más en adelante”

Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer, volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?”. Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”. E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?”. Ella le respondió: “Nadie, Señor”. “Yo tampoco te condeno –le dijo Jesús–. Vete, no peques más en adelante”. Palabra del Señor.

Meditación

Dios hace nuevas todas las cosas. La mayor obra de Dios no está en el pasado, sino en el futuro: El Dios que los rescató de Egipto, los rescatará del exilio babilónico a través de un nuevo éxodo. La memoria de “las grandes cosas que hizo el Señor por nosotros” debe alimentar la esperanza de que Dios seguirá obrando a favor nuestro. La vida de Pablo está polarizada por el futuro encuentro con Cristo; no quiere detenerse porque lo que existe es nada ante el bien supremo que busca alcanzar: la comunión con Cristo, con su muerte y resurrección.

Jesús le presenta a la mujer un futuro sin pecado, en paz y sin condenación, encontrando una continuidad con la parábola del hijo pródigo; no ya una historia ficticia, sino un encuentro personal con el Señor, donde “son sólo dos que permanecen, la miseria y la misericordia” (San Agustín, Io. Ev. Tract. 33,5). Se retiraron quienes llegaron para acusar a la mujer y a Jesús, y se queda Jesús, ya que está delante lo más precioso: esa mujer, una persona. Es la primacía del pecador ante el pecado. Antes de cualquier error, regla, juicio, caída, estamos cada uno de nosotros en el Corazón misericordioso de Dios (cf. Papa Francisco, homilía del 29 de marzo de 2019).

La respuesta al perdón gratuito de Dios, es el propósito de no volver a pecar. Quien podría arrojar la piedra es Jesús, el que está libre de pecado, pero no lo hace porque Dios “no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva” (Ez 33,11), diciendo palabras de esperanza y renovación total, “vete, y en adelante no peques más” (Jn 8,11), metiéndonos en el camino de una vida nueva en paz, vida generosa y altruista, donada para la salvación del mundo (cf. Papa Francisco, ángelus del 7de abril de 2019). Todo proceso verdadero de conversión desemboca en la Pascua, en una vida renovada, recreada por el perdón de Dios, es la alegría del pecador perdonado.

Perdón Señor porque muchas veces somos ávidos en mirar los pecados ajenos y ciegos para mirar los nuestros, fácilmente terminando condenando a un hermano por un pecado menos grave que el nuestro. Ayúdanos a ser misericordiosos como Tú lo eres con cada uno de nosotros, enfocándonos en esa nueva vida que inicia en el pecador arrepentido y perdonado. Gracias por obrar con sabiduría ante una situación compleja, enseñándonos que para Dios nada es imposible, incluso perdonar a alguien a quien todos están condenando. Amén.