Evangelio de hoy

San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia

Miércoles de la 2ª Semana de Adviento

Evangelio según San Mateo 11, 28-30

 “Vengan a mí todos los que están afligidos “

Jesús tomó la palabra y dijo: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana”. Palabra del Señor.

Meditación

Hoy celebramos las vísperas de nuestra fiesta en honor a la Virgen de Caacupé reflexionando el tema: “Llamados a cuidar juntos nuestra casa común”. Dios nos acoge a través de María, quien es la madre que cuidó a Jesús y cuida de nosotros, tantas personas, heridas por situaciones de la vida. Es la mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de 12 estrellas sobre su cabeza. Elevada al cielo, es María reina de todo lo creado (cf. LSí 241.242). Y José quien recibiera el encargo de cuidar y defender a María y Jesús con su trabajo, su presencia serena y justa, dando seguridad también con ternura y humildad. El nombre de nuestro tema refiere a San Francisco de Asís (del siglo XIII), quien mostró paz y armonía con toda la creación.

Se contrapone la enseñanza de Jesús con la de los escribas y fariseos, los sabios y prudentes, quienes atan pesadas cargas sobre los demás y ellos no las llevan. En cambio, Jesús se muestra como un maestro manso y humilde que conduce con su enseñanza al descanso del Reino del Padre; y que pone en práctica lo que enseña. “Por duro que sea lo que se nos impone, el amor lo hace ligero” (San Agustín, Sermo 96,1).

“El “yugo” del Señor consiste en cargar con el peso de los demás con amor fraternal. Una vez recibido el alivio y el consuelo de Cristo, estamos llamados a su vez a convertirnos en descanso y consuelo para los hermanos, con actitud mansa y humilde, a imitación del Maestro. La mansedumbre y la humildad del corazón nos ayudan no sólo a cargar con el peso de los demás, sino también a no cargar sobre ellos nuestros puntos de vista personales, y nuestros juicios, nuestras críticas o nuestra indiferencia” (Papa Francisco, 13 julio 2014). San Ambrosio, ruega por nosotros.

Perdón Señor porque muchas veces no recurrimos a Ti cuando estamos cansados y agobiados, sino a experiencias que nos alejan del Amor y de la comunidad. Ayúdanos a comprender que tu yugo es suave y tu carga liviana, lo único que nos pides es el amor que ya nos lo has entregado para amar cuidando nuestra casa común. Gracias por mostrarnos el camino de la mansedumbre y la humildad, porque te has abajado al extremo de morir en la Cruz por nuestra salvación. Amén.