Evangelio de hoy

MIÉRCOLES DE LA SÉPTIMA SEMANA DE PASCUA

Evangelio según San Juan 17, 1b. 11b-19

“Tu palabra es verdad”

A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo: “Padre santo, manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Cuídalos en tu Nombre –el Nombre que tú me diste– para que sean uno, como nosotros. Mientras estaba con ellos, yo los cuidaba en tu Nombre –el Nombre que tú me diste–; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto. Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: Tu palabra es verdad. Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad”. Palabra del Señor.

Meditación

Conságralos en la verdad: Tu palabra es verdad. Es decir, santifícalos en la Verdad. ¿A quiénes? A todo tu pueblo santo, a los pastores y laicos, a las familias y comunidades, a las asociaciones de buena voluntad y de obras de caridad, sobre todo en el día de María Auxiliadora, nuestra madre.

     Espíritu Santo: “Fuente de santificación, luz de nuestra inteligencia, él es quien da, de sí mismo, una especie de claridad a nuestra razón natural, para que conozca la verdad. Inaccesible por su naturaleza, se hace accesible por su bondad” (San Basilio Magno s. IV). La Virgen María con San José contaban con la asistencia del Espíritu, y, con razón, advertían la presencia del enemigo, del mal, como también de los bienes. En las situaciones de la vida, luchan contra el mal, y disciernen entre tantos bienes, lo que conviene. El Espíritu auxilia a los hijos de Dios, en la oración y el diálogo, guía hacia la verdad plena y orienta contra las elecciones equivocadas.

     Los padres del Concilio Vaticano II afirman: “El Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo, y en ellos ora y da testimonio de la adopción de hijos. Con diversos dones jerárquicos y carismáticos dirige a la Iglesia, a la que guía hacia toda verdad, y la unifica en comunión y ministerio, enriqueciéndola con todos sus frutos” (Lumen gentium, 4). La vela encendida, el agua bendita, la túnica blanca nos lo recuerdan.

     

Reyes de la tierra, canten a Dios!

Señor, despliega tu poder,

tu poder, Señor, que actúa en nuestro favor.

A tu templo de Jerusalén traigan los reyes su tributo.