Evangelio de hoy

SÁBADO DE LA SEMANA 27ª DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio según San Lucas 11, 27-28

 “Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”

Jesús estaba hablando y una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: “¡Feliz el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron!”. Jesús le respondió: “Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”. Palabra del Señor.

Meditación

Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica. La dicha de la que habla Jesús es la dicha verdadera, la de los bienaventurados, es la felicidad para la que fuimos creados y ella solo se vive en el encuentro con Cristo y al permitir que su Persona habite en nosotros y actúe a través de nosotros. 

Y es que la Palabra de Dios es Jesús, toda su Persona, sus acciones, palabras y silencios son enseñanzas de vida plena y de vida eterna. Son Palabra de Dios, es decir, comunicación de Dios para nosotros.

Por eso, solo es verdaderamente dichoso quien lleva a la vida todo lo que Jesús ha revelado de Sí mismo, de la Trinidad y del hombre; es decir, quien vive con Jesús y como Jesús, y esto solo es posible, gracias al influjo y a la luz del Espíritu Santo, que nos permite experimentar la presencia de Dios Padre, que nos abraza y sostiene a través de su maravillosa creación, pues cada uno de nuestros cabellos están contados. 

De tal modo que lo primero que tienes que hacer para ser feliz es fortalecer tu relación con Dios, salir a su encuentro como Él sale al tuyo en cada una de las Tres Divinas Personas. Para ser verdaderamente pleno, necesitas conocerlo mejor, escucharlo, dialogar con Él, dejarte amar y aprender a amarlo, no por lo que te da, que es mucho, pues es todo bien que tienes o del que gozas, sino amarlo por el simple hecho de que Él es quien es. Es decir, amarlo solo porque es tu Creador, tu Redentor y tu Santificador. Así el amor, el conocimiento y el diálogo con Él, te irán capacitando para poner en práctica la Palabra de Dios. 

Y no te olvides de María. Ella, que acompañó y formó el corazón humano de Cristo para que descubriera la verdad de su identidad como Hijo de Dios Padre, es también tu Madre. Por eso es la mejor maestra y compañera que podemos tener en el seguimiento de Cristo, pues su grandeza no está tanto en haber dado a luz a su Hijo, que ya era una gracia maravillosa y fuente de una dicha extraordinaria, sino que su grandeza y su dicha está en haber hecho la voluntad de Dios, en poner en práctica en lo cotidiano lo que iba entendiendo que era el querer de Dios.

Haz tú lo mismo, hazlo con María, hazlo con Jesús.