Recostada en los almohadones la joven en agonía parecía dormir. De pronto se levanta y con una energía inusitada  exclama: Papito querido, ¡qué feliz soy!; ¡Que grande es la Religión Católica!; ¡Que dicha el encuentro con mi Jesús!; ¡Soy muy feliz!” Y sin borrársele la sonrisa. Jesús te amo. ¡Que dulce encuentro! ¡Virgen María!

Luego una frase de despedida y consuelo a su madre y hermano, plácidamente su alma subió al cielo. En su rostro quedó estampada la dulce y característica sonrisa que siempre resplandeció  en vida. Su natalicio al cielo fue el martes 28 de abril de 1959. María Felicia de Jesús Sacramentado, Chiquitunga tenía 34 años de edad.

Elogiamos a una ilustre hija del Guairá, frondoso y fructuoso árbol, cuyas raíces espirituales se han nutrido del agua bautismal, enclavada en la tierra  fértil de su amada católica Iglesia. Sumergida en la Palabra, encarnaba en su peregrinar desde muy joven, los divinos preceptos de misericordia con los necesitados, en quienes reconocía el rostro llagado del Amado, y a quienes buscaba con empatía sanar las llagas, incluso transfundiendo su propia sangre a los enfermos.

Era la  fragancia de Cristo como ardiente  incienso, desparramando  siempre el bien en ofrecimiento de amor. Chiquitunga nos decía: Te doy gracias, mi Dios, y quisiera poder en todo y siempre decir: sí, Padre, conformando a tu divina voluntad mi pequeña voluntad.  Nunca imaginé que sería tan feliz llevando consuelo a quienes con su dolor hacen posible nuestra vida. Recorriendo hogares, prodigando aunque sea tan solo una sonrisa como fruto espontáneo de la gracia palpitante en nuestras almas, encendido nuestro poco de Amor Divino. Ser apóstoles, Señor, que hermoso sueño.

Árbol de  exuberantes frutos del Espíritu, transfundida ella misma, por la Gracia y su profunda aspiración de la mística linfa de la Eucaristía. ¡Qué bien se está, Jesús, cuando se está contigo! Reclinada la frente sobre tu pecho, ¡así!; Y mientras, van pasando los horas más sublimes, como el perfume suave de aquel blanco jazmín. ¡Qué bien se está, Jesús, cuando se está contigo! Ya casi no se escucha latir el corazón, Y van callando, una a una las plegarias, en los labios que estrujan besándote en la cruz. (2Cor. 5,17) El que vive en Cristo es una creatura nueva; para él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo. Así el corazón de Chiquitunga, recreada y renovada por el Amor de los amores.

Ahora más que nunca tiene sentido mi vida, mis acciones, mi intimidad contigo, Maestro de vida, y es cuando más se afirma la necesidad de luchar sin descanso y sin desmayo, sin dar tregua alguna al cuerpo y fortaleciendo el alma con oraciones, sacrificio y mortificaciones. Ahora más que nunca, es necesaria la oblación lenta de un extinguirse suave, la inmolación diaria de un acabarme por que crezca él. ¡Gracias, mi Dios; gracias, Señor!

María Felicia su nombre, Jesús Sacramentado su apellido. Chiquitunga, aunque pequeña de estatura, su altura espiritual es inconmensurable.  A Jesús a quien amaba profundamente y con El quería conformar su vida plenamente.

Hágase tu voluntad así la tierra como en el cielo, rezamos en el Padre Nuestro,  pidiendo para que se haga Su voluntad en la nuestra propia. Que su voluntad dé la forma y transforme nuestra existencia. Para dejarnos moldear por la Palabra, como dice el Señor: tal como el barro en manos del alfarero.

Chiquitunga asumió su compromiso de seguimiento a Cristo desde niña, luego adolescente y joven militante en la Acción Católica. Ejerció su apostolado en la formación catequética, la docencia, asociada con la Juventud Obrera Católica, liderando la defensa y promoción de las obreras domésticas y activa en la lucha gremial, la unión de los partidos políticos enfrentados, su sensibilidad política y social,  su evangelización en barrios marginales, sus visitas a los hospitales y a la cárcel, así como a la gente sufriente por todo tipo de necesidades, el exilio de su padre, su espíritu de presencia en el mundo…

El ejemplo Chiquitunga es una invitación a todos al compromiso religioso, social y político con el bien común del país. A trabajar con decisión, sabiduría  y coraje por los cambios que se necesitan para construir una sociedad más justa, más humana y más cristiana. El perfil de vida y santidad de Chiquitunga es la fusión de una mano laboriosa activa en obras sociales  de misericordia y la otra mano en cruz, en oración, contemplación  y penitencia. Las dos manos y un único corazón en ofrecimiento para prestar sus manos al Señor su Dios.

Hoy recordamos, 23 de junio, seis años de la beatificación de María Felicia de Jesús Sacramentado. La primera beata del Paraguay. A ella la tenemos como modelo de santidad, de joven, de mujer y cristiana realizada.  Pedimos que por su intercesión, nos afiancemos en la esperanza, de que las tormentas y dificultades padecidas, de los huracanados vientos contrarios que tambalean la convivencia social; vientos que soplan discordias, terror y muerte se  apacigüen, para navegar en la serenidad de la pacíficas aguas de la fraternidad y el irrestricto respeto de la dignidad de las personas. Aumenta Señor nuestra fe. Confiamos que la barca de nuestras vidas y  la barca de la iglesia está y estará siempre conducida por Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

23 de junio de 2024

 

Adalberto Card. Martínez Flores