Jesús nos enseña. Entonces el Reino de los Cielos será semejante. El Divino Maestro nos enseña e infunde sabiduría, a través de sus narraciones (parábolas: Palabras de vida). Nos transmite la Sabiduría Divina. (Del libro de la Sabiduría: 6,12-16): radiante e incorruptible es la sabiduría; con facilidad la contemplan quienes la aman y ella se deja encontrar por quienes la buscan y se anticipa a darse a conocer a los que la desean. Contemplamos su Sabiduría.

 

(cf. Mt 25, 1-13). Diez jóvenes que esperan la llegada del Esposo, en una fiesta de bodas, pero él tarda y ellas se duermen. Ante el anuncio improviso de que el Esposo está llegando todas se preparan a recibirle, pero mientras cinco de ellas, prudentes, (arandu) tienen aceite para alimentar sus lámparas; las otras, necias, (improvisadas, heko tarova) se quedan con las lámparas apagadas porque no tienen aceite; y mientras lo buscan, llega el Esposo y las vírgenes necias encuentran cerrada la puerta que introduce en la fiesta del casorio. Llaman con insistencia, pero ya es demasiado tarde; el Esposo responde: no os conozco.

 

El Esposo es el Señor y el tiempo de espera de su llegada es el tiempo que El nos da, a todos nosotros, con misericordia y paciencia, antes de su venida final; es un tiempo de vigilancia; tiempo en el que debemos tener encendidas las lámparas de la fe, de la esperanza y de la caridad; tiempo de tener abierto el corazón al bien, a la belleza y a la verdad; tiempo para vivir según Dios, pues no sabemos ni el día ni la hora del retorno de Cristo.

 

Lo que se nos pide es que estemos preparados al encuentro -preparados para un encuentro de plenitud, el encuentro con Jesús, que significa saber descubrir los signos de su presencia, tener viva nuestra fe, con la oración, con los Sacramentos, estar vigilantes para no adormecernos, para no olvidarnos de Dios. La vida de los cristianos dormidos es una vida triste, no es una vida feliz.

 

La traducción histórica del reino del Padre es la fraternidad entre los seres humanos. Que llegue tu Reino Señor. Venga a nosotros tu Reino. Aceptar la salvación en Dios Padre es experimentar la misericordia, que no es un sentimiento sino una actitud fundamental, la misericordia “se hace” en el día a día. Gota a gota.

La propuesta del reino de Dios, es la expresión de un Dios cercano, que quiere una vida más sana y digna para los seres humanos, especialmente los más pequeños y vulnerables. Y todo aquel que se diga discípulo de Jesús debe entrar en esta lógica de generar una vida más sana, más digna y más justa, especialmente para los más vulnerables y frágiles. En palabras del Papa Francisco, se trata de “cuidar de la fragilidad”.

Cuantas luces apagadas, donde el odio, la revancha maliciosa y vengativa, inclemencia, ojo por ojo, diente por diente, muerte por muerte, se apodera de las lámparas vacías de misericordia y repletas de odios y muerte.  La puerta del Dios de la Vida se cierra para los que usan violencia y se arman para destruir, lanzando misiles balísticos, cabezas de guerra, ojivas guiadas, como está sucediendo en los conflictos armados, para impactar objetivos humanos, hasta hospitales, afectando a poblaciones civiles. Donde ponen el ojo de odio, ponen los cañones y misiles. El Papa Francisco está mañana en la oración del Ángelus nos decía: “¡Las armas se detengan, no traerán nunca la paz, que el conflicto no se amplíe! ¡Basta!”. También pide ayuda para Gaza y la liberación de los rehenes. Luego recuerda que “todo ser humano, ya sea cristiano, judío, musulmán, de cualquier pueblo y religión, todo ser humano es sagrado, es precioso a los ojos de Dios y tiene derecho a vivir en paz”. Con el Papa y toda la Iglesia oramos por la paz.

Venga nosotros tu Reino Señor, un reino de paz, de justicia, de fraternidad, de perdón, de amor. Aleja de nosotros reinos de muerte, de odios y destrucciones.

Que El Señor Jesús, reine en nuestros corazones, a quien queremos coronarlo con nuestra fe, esperanza y caridad. Reine Jesús por siempre. No permitas que las lámparas de nuestra oración, fe, esperanza y caridad no se apaguen nunca, y que podamos al final de nuestra vida rendir cuentas, en el examen final de nuestras vidas, que hemos sido misericordiosos unos con otros cómo tu eres misericordioso con nosotros.

 

“Tu reinaras, este es el grito que ardiente exhalan nuestra fe. Tu reinarás oh Rey bendito, pues tu dijiste reinaré. Reine Jesús por siempre, reine su corazón, en nuestra patria, en nuestro suelo, que es de María la nación. Tu reinarás en este suelo, prometemos nuestro amor, Oh buen Jesús, danos consuelo en este valle de dolor. Tú reinarás toda la vida trabajaremos con gran fe en realizar y ver cumplida la gran promesa: ¡Reinaré! Tú reinarás, Reina ya ahora, en esta casa y población, ten compasión del que implora y acude a ti en la aflicción.

 

+ Adalberto Card. Martínez Flores

Arzobispo Metropolitano de la Asunción

 

12 de noviembre de 2023