SANTA MISA

HOMILÍA

  FIESTA DE SAN LUIS GUANELLA

Centro Educativo “Beato Luis Guanella” de Areguá

JUBILEO 2025 – “PEREGRINOS DE LA ESPERANZA”

 

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy celebramos con profunda alegría la fiesta de San Luis Guanella, pastor y amigo de los pobres, educador de los niños y testigo luminoso de la caridad de Cristo. En este año jubilar, bajo el lema “Peregrinos de la Esperanza”, la Familia Guanelliana en Paraguay vive también un Jubileo muy especial, al conmemorar 85 años de presencia fecunda en nuestra tierra, desde la llegada de los primeros misioneros guanellianos en 1940. Damos gracias a Dios por esta historia bendita, tejida con obras de caridad, educación, fe y esperanza, que han florecido en los colegios, escuelas, hogares y comunidades donde el carisma de San Luis Guanella ha echado raíces profundas en el corazón del pueblo paraguayo.

Las lecturas de esta celebración nos conducen al corazón del Evangelio y del carisma guanelliano. El profeta Isaías nos invita a compartir el pan con el hambriento, a acoger al pobre sin techo y a no desentendernos del hermano. Nos promete que quien vive así verá su luz brillar como la aurora. El Salmo 33 proclama: “Feliz el hombre que confía en el Señor.” Esa confianza fue la fuente de alegría y fortaleza de San Luis Guanella, quien transformó la fe en obras concretas y descubrió en los pobres el rostro de Dios.

En la primera carta a los Corintios, San Pablo nos recuerda que “el amor es paciente, es servicial… el amor no pasará jamás.” El amor es el alma de toda verdadera caridad. Guanella lo comprendió y lo vivió: su oración se hizo servicio, y su esperanza se convirtió en gestos de ternura cotidiana hacia los necesitados.

El Evangelio de Mateo (25, 31-40) nos revela la medida del amor: “Tuve hambre y me diste de comer; fui forastero y me acogiste; estuve enfermo y me visitaste.” Jesús se identifica con los más pequeños y vulnerables; en ellos encontramos su presencia viva. San Luis Guanella hizo de estas palabras el centro de su vida. Repetía: “A los niños hay que amarlos más de lo que se puede.” Una tarde de invierno halló a un niño abandonado y temblando de frío; lo tomó en brazos, lo llevó a su casa y dijo conmovido: “Este niño es Jesús. Si lo cuidamos, el Señor nos bendecirá a todos.” De ese gesto nació una de sus primeras casas de acogida: allí los niños hallaban abrigo, alimento, educación y fe.

Hoy, al conmemorar los 85 años de la presencia guanelliana en el Paraguay, reconocemos con gratitud la misión de toda la Familia Guanelliana —los Padres Guanellianos, las Hermanas Hijas de Santa María de la Providencia, los cooperadores laicos, los docentes y los padres de familia— que continúan irradiando la luz del Evangelio a través de sus colegios, escuelas, hogares y obras de misericordia. De modo especial, agradecemos la vida y entrega de las Hermanas Hijas de Santa María de la Providencia, que con su ternura y servicio reflejan la Providencia de Dios en el cuidado de los niños, los ancianos y los más necesitados. Su testimonio silencioso y fiel sostiene, junto con los sacerdotes y laicos guanellianos, esta gran obra de amor que sigue siendo signo de esperanza en nuestra Iglesia y en nuestra patria.

Jesús dijo: “Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque de los que son como ellos es el Reino de Dios.” (Mc 10, 14). Los niños y jóvenes son el tesoro más grande de nuestra nación. Son los preferidos del Señor, los motores del futuro, el rostro más puro de la ternura divina. Por eso, como país y como Iglesia, tenemos una gran y grave responsabilidad: acoger a los niños no solo con el pan material, sino también con el pan de la Palabra, con el Pan de la Eucaristía y con el calor de una comunidad que viva la fraternidad y el amor.

Pero también debemos abrir los ojos ante otras formas de hambre que claman al cielo: el hambre de salud, de tierra, de trabajo, de educación, de justicia y de horizontes de desarrollo humano. Son hambres de dignidad y de esperanza que interpelan nuestra conciencia. Como comunidad cristiana, estamos llamados a organizar la caridad, a vivir la solidaridad activa y a practicar la colaboración mutua, especialmente hacia los niños y las familias más carenciadas. Solo así el Evangelio se hace carne y la esperanza se convierte en acción.

Los niños, en su inocencia y vulnerabilidad, necesitan ser custodiados y protegidos de todo mal. Ellos son el tesoro más preciado que debemos salvaguardar frente a todo aquello que amenace su dignidad o intente aprovecharse de su fragilidad. Defender su vida, su alegría y su fe es una misión sagrada que compromete a todos: padres, docentes, familias y comunidad.

El carisma guanelliano nos impulsa a ir a las periferias geográficas y existenciales, donde el sufrimiento espera consuelo y la esperanza necesita encarnarse. San Luis Guanella quiso reflejar con su vida el rostro de Cristo servidor, que se inclina ante los más frágiles y los levanta con ternura.
La escuela guanelliana está llamada a ser una casa de fe, de cultura y de

valores, donde se aprende no solo a pensar, sino también a amar. La familia es la primera educadora de la fe y protectora de la vida. Cuando familia y escuela caminan unidas, la educación se convierte en una auténtica comunidad viva de fe, esperanza y amor.

El Papa Francisco nos invita a “tejer una alianza educativa amplia, donde familia, escuela, comunidad y sociedad caminen unidas para formar personas maduras, capaces de compasión, diálogo y esperanza.” (Mensaje para el Pacto Educativo Global, 2019). Y nos recuerda: “Educar es un acto de amor y de esperanza; es dar vida, abrir horizontes y formar corazones libres y solidarios.” (Francisco, 2021). Esta alianza educativa es el alma de toda comunidad que desea evangelizar a través de la educación.

En este año en que toda la Iglesia celebra el Jubileo 2025 – “Peregrinos de la Esperanza”, la familia guanelliana en Paraguay asume también su propio lema: “Testigos y anunciadores de la esperanza fundada en Cristo.” Unidos a esta llamada, queremos seguir caminando como peregrinos de esperanza, sirviendo con alegría, educando con amor y construyendo fraternidad en nuestras aulas, hogares y comunidades.

Que esta fiesta renueve en todos nosotros —docentes, padres, alumnos y colaboradores— el deseo de amar, educar y servir con alegría, para que cada niño y joven pueda crecer plenamente como hijo amado de Dios.

 

San Luis Guanella, padre de los pobres y amigo de los niños, ruega por nosotros.

Jesús, Buen Maestro, enséñanos a cuidar, servir y amar.

Areguá, 23 de octubre de 2025

 

+ Adalberto Card. Martínez Flores

Arzobispo Metropolitano