Catedral Metropolitana – 31 de diciembre del 2019

Queridos hermanos y hermanas

Hoy, al finalizar el año, hemos entonado el canto del Te Deum, hemos expresado nuestra alabanza a la Santísima Trinidad. Escuchemos nuevamente su inicio:

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama la creación. Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar: SANTO, SANTO, SANTO ES EL SEÑOR, DIOS DEL UNIVERSO; ¡SANTO ES EL SEÑOR! LLENOS ESTÁN EL CIELO Y LA TIERRA DE TU GLORIA.

En la alabanza a Dios se une la acción de gracias. Reconocer a Dios en la historia humana, a pesar de los avatares por los que pasa, es como reproducir el misterio pascual, de sufrimiento, muerte, pero a la vez de vida, esperanza, resurrección y nueva luz. La humanidad refleja, en cierto sentido, la presencia de Dios porque cada hombre es su imagen y semejanza. Qué grande revelación del ser del hombre que en su caminar por el mundo es portador, consciente o inconsciente, de la grandeza del Creador.

Dios es adorado, Dios es amado. El Primer mandamiento del Decálogo lo expresa: “amarás a Dios sobre todas las cosas, con toda tu mente, con tu corazón, con todas tus fuerzas”. Es que Dios es nuestro Padre, Dios es el Salvador del Pueblo de Israel y de todos los pueblos. Pero, es el Creador, el inicio de todos los inicios del mundo. Nos ha creado por amor desde su libertad y desde su comunidad de amor formada por las tres divinas personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este Dios no es el dios de las religiones, pues el dios de los paganos tiene boca y no habla, tiene oído y no escucha, tiene pies y no camina. El Dios de Israel es el Dios verdadero, que se ha comunicado con su Pueblo. Ha salido de su misterio y de su silencio para expresarse a sí mismo como el Dios misericordioso, pero como el tremendo, al que no se puede engañar con la falsedad de la vida ni de las palabras. Su celo es como del esposo traicionado, por eso, es el Dios que exige toda justicia, verdad y rectitud. Caminar por sus caminos es ponerse en la senda de la vida, dejando de lado, la otra senda, la de la mentira y de la hipocresía, la senda del mal que destruye toda persona humana.

A este Dios ha sido nuestra alabanza y hemos exclamado, como se exclama en cada eucaristía, antes de la consagración del cuerpo y de la sangre de Jesús: Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo. Llenos están el cielo y la tierra de su gloria. Hosanna en el cielo. Alabanza y gritos de júbilos en el universo por el Dios Trino que nos ama inmensamente.

Les invito ahora a ponernos ante el Evangelio de san Juan que se nos fue anunciado. Al término del año, la Iglesia vuelve su mirada a sus orígenes: En el principio era el Verbo ( la Palabra) y el Verbo estaba ante Dios, y el Verbo era Dios.

El Evangelio de Juan nos habla y nos convence de que Jesús es tanto  el Cristo prometido por la Escritura como el Hijo de Dios que, nacido del Padre, ha vuelto al Padre. Ambos términos no son equivalentes. En este prólogo, o introducción, Juan nos va a decir de qué manera la venida del Hijo de Dios se arraiga en lo más profundo, lo más personal y lo más maravilloso que hay en Dios. El Evangelio no es una a teoría; Juan recoge testimonios y muestra cómo esos testimonios con respecto a Jesús son en realidad testimonios de Dios. Desde el momento en que abordamos el misterio de Dios, nuestra razón ya no puede decir nada más y sólo podemos aceptar o negar esos testimonios. Aceptarlos es la fe.

Admiremos cómo comienza y da el nombre a Jesucristo: El Verbo. En el misterio de Dios no hay lugar para ningún nombre, y sin embargo nos vemos obligados a usar palabras. Si forma parte del misterio de Dios el afirmarse a sí mismo y comunicar así su existencia eterna a otro nacido de él, ¿qué palabras emplearemos? Juan, igual que los otros evangelistas, hablará del Hijo de Dios. Pero esa palabra no lo dice todo. Entonces recurre al AT. En el Libro de los Proverbios hay un poema que pone en escena a la Sabiduría de Dios (Pr 8,22). Ella hizo en el mundo toda la obra de Dios y está siempre al lado de Dios quien la creó antes que el universo. Esta interesante imagen será desarrollada posteriormente por el Libro de la Sabiduría (Sab 7-10).

Juan va a seguir esa pista para completar la palabra “Hijo” de Dios, pero reemplaza la palabra Sabiduría por otra griega que significa tanto palabra como discurso y pensamiento. Esta palabra es logos (de la cual se derivan todas aquellas palabras terminadas en logía) y debe entenderse aquí como la “expresión” de Dios: Dios se afirma a sí mismo.

Muchas Biblias traducen esta expresión griega logos por “la Palabra”: Jesús es El Hijo o La Palabra del Padre. Cuando se usa Palabra, en lugar de Verbo engaña con respecto al sentido. Tampoco es bueno usar Expresión que suena a intelectual. Es siempre mejor conservar la vieja palabra Verbo para traducir el “logos” de Dios. Esta palabra aparece tres veces en este versículo, lo que es un signo de su excepcional importancia; Juan la retomará en 1Jn 1,1 y Ap 19,13.

Junto a Dios. Cuando sepamos que Dios es amor (1Jn 4,16) comprenderemos que el Hijo o Verbo de Dios es ante el Padre otra cara del amor. La preposición griega que aquí se utiliza significa tanto “junto a” como “ante” Dios.

El Verbo era Dios. A Juan se le hacía muy difícil decir tanto que el Verbo era distinto de aquél que es el Origen y el Surgimiento de Dios y al que llamamos Padre, como que compartía la misma naturaleza divina: porque Dios es uno solo.

Pero supo expresarlo en el texto griego. Cuando él dice que el Verbo estaba junto a Dios pone delante de “Dios” la marca de nombres personales, y por lo tanto debemos entender “junto al Padre”; pero cuando escribe era Dios la marca personal está con lo que quiere decirnos que el Verbo es de naturaleza divina.

Veamos el versículo 14: Juan dice: “se hizo carne” y no: “tomó la apariencia de hombre”. El Hijo eterno tomó sobre sí nuestra condición humana y material; él realmente murió en la cruz.

El Verbo se hizo carne. no se conformó con visitar a los seres creados para iluminar su mente. Compartió todo lo que en el hombre es materia, porque, en realidad, al hacerse hombre quería insertarse en la realidad total del universo, en toda la extensión del proceso creador, desde las estrellas y las rocas hasta la raza humana.

Habitó entre nosotros. Juan utiliza un verbo que al principio significaba: “instalar su tienda”. Sin duda alude a la tienda que era la morada de Dios en el desierto (Ex 33,7-11). El Hijo de Dios hecho hombre será un templo tan humilde y frágil como la tienda del desierto; sin embargo, en él se encuentra la plenitud de Dios. Los apóstoles vieron su gloria en algunos momentos (Jn 2,11 y Lc 9,32) especialmente en su pasión y en su resurrección.

En él todo era don de amor y verdad. La Biblia nos dice que el amor (o favor o gracia) y la fidelidad (o verdad) son dos cualidades esenciales de Dios (Ex 34,6-7): vuelven a aparecer como un refrán en el salmo 89. Juan por lo tanto quiere decir que Dios se dio plenamente en Jesús (Col 2,9).

Asumiendo el año dedicado a la “Palabra de Dios”, la primacía es la de escuchar, meditar, orar y vivir la Palabra de Dios, siguiendo las lecturas litúrgicas de cada día del año. La Palabra de Dios, la Sagrada Escritura es transversal a los cuatro ejes que inspiran el camino sinodal de parroquias, instituciones educativas, comunidades religiosas, movimientos laicales, de la vida cristiana de las familias congregadas en la Iglesia: 1. Iniciación a la vida cristiana y mistagogía. 2. Valores éticos y morales. 3. Prevención y protección de menores. 4. Economía solidaria.

No me es posible hacer un comentario de cada objetivo del proyecto pastoral. Pero, creo conveniente destacar algunos aspectos que se refieren a los valores éticos y morales, que bien practicados, posibilitan el desarrollo integral de nuestro país.

Quiero referirme a este aspecto. Necesitamos frenar la corrupción mediante la educación y la práctica de los valores éticos y morales. Sin estos valores no es posible la convivencia social, ni la equidad ni la paz.

Al respecto del valor de la equidad debemos afirmar que es fundamental para la vivencia de la paz. La equidad comienza por la confianza entre los actores sociales. Es bueno que las autoridades se encuentren con el pueblo, que escuchen el clamor de los pobres y de los más excluidos de la sociedad. Un proyecto de combate a la pobreza comienza amando a los pobres, ocupándose de sus vidas y familias. El logro de un gobierno se manifiesta en la conquista de la equidad, pues la inequidad está a la base del desequilibrio económico y social. Como dice el Papa Francisco “Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales” (EG 202). Por eso, nuestro país, para obtener la paz debe afrontar el tema de la inequidad.

Nuestro país está construyendo la paz, entre luces y sombras. Ha registrado señales claras de combate a la corrupción, pero se reclama que nadie quede impune ante los delitos éticos y morales cometidos y que la fiscalía, los jueces y la Policía nacional actúen conforme a las leyes, según cada caso y no los encubran.

Entre los valores éticos y morales propuestos para el trabajo pastoral del año se encuentran: respeto, honestidad, tolerancia, responsabilidad, trabajo, humildad, justicia-equidad, lealtad-fidelidad, solidaridad y gratitud.

Para atender efectivamente la transformación institucional y productiva del país, y alcanzar mayores niveles de eficiencia y transparencia, es necesario fortalecer las capacidades de gestión pública e incrementar la movilización de recursos públicos y privados para el desarrollo. Hará falta promover cambios estructurales productivos y facilitar la integración adecuada del país en el mundo para eso es necesario fomentar la inserción internacional de empresas paraguayas.

En el plano económico se ha registrado un importante crecimiento en la última década, el cual ha estado acompañado del fortalecimiento del marco de políticas macroeconómicas y mejoras en el bienestar de la población. Sin embargo, existen factores de riesgo externos e internos que podrían afectar la paz y la continuidad y sostenibilidad de los logros alcanzados.

La calidad de vida ha mejorado en diferentes dimensiones, sin embargo, persisten desafíos, particularmente a nivel territorial, donde la inequidad entre zonas rurales y urbanas es pronunciada, afectando particularmente a las poblaciones campesinas e indígenas. Hubo signos de conflictos que se han producido con una capacidad destructiva creciente, y que no dejan de afectar especialmente a los más pobres y a los más débiles.

Es conveniente plantear la necesidad de fortalecer la institucionalidad para asegurar la utilización eficiente de los recursos. Si cada institución en su múltiple variedad de servicio funcionare conforme a sus objetivos propuestos y cumpliere sus propias normas y leyes, fortalecería el bien común y se convertiría en agente de desarrollo ético y moral en la construcción de la justicia y de la paz.

Es bueno saber que esto conlleva lógicamente a mejorar sustantivamente la calidad del gasto público. No más privilegios injustos para sectores políticos minoritarios a quienes, parece ser, no les interesa un país mejor y sino su propio interés y dinero. El país cuenta con el potencial para dar continuidad al rápido crecimiento económico. Es necesario un plan global en la integración con los mercados internacionales y diversificando su aparato productivo; continuar con la infraestructura productiva y social, con los criterios de sostenibilidad económica, social y ambiental de la misma; priorizar la persona humana que es el mejor capital, mejorando las condiciones de vida, particularmente, de poblaciones vulnerables, pues vale más una persona humana que cualquier tesoro animal, vegetal o mineral y por supuesto, robusteciendo la gestión pública como también mejorar el funcionamiento de todas las instituciones públicas o de gestión privada.

Hermanos, hermanas:

Al finalizar pues este año, tomando conciencia del origen divino de Jesucristo, Verbo de Dios, he querido subrayar algunos aspectos fundamentales de nuestra fe cristiana. Sabedores que la vida cristiana no se encierra o termina en el templo, sino que es fuerza propulsara de bien, de verdad, de vida, creí oportuno destacar luces y sombras, en forma muy genérica, de la historia vivida durante el 2019.

Nos auguramos, por la gracia de Dios, seguir bregando por el bien común, por la dignidad de cada persona humana, en la lucha por la verdad, la justicia, la vida y el amor.

Celebremos pues todo esto en la eucaristía como signo de gratitud y como humilde petición para el año que viene.

María Santísima, la Mujer gloriosa del cielo, nos ha acompañado con su protección materna, que Ella siga intercediendo por la Iglesia y por las familias de nuestro querido Paraguay.

+ Mons. Edmundo Valenzuela Mellid, Arzobispo de la Santísima Asunción.