Día del Sagrado Corazón y Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los sacerdotes

Celebramos la solemnidad del Corazón de Jesús, Santo Patrono de nuestra Parroquia aqui Mariano Roque Alonso. También conocida como cuna del mestizaje; podríamos decir también cuna de la fe, donde los corazones creyentes de nuestros antepasados se han encontrado y entrecruzado con el Sagrado Corazón de Jesús para producir muchos frutos espirituales. Entre ellos podríamos recordar a tantos que nos precedieron como a Juan Sinforiano Bogarin primer Arzobispo de Asuncion, quien pasó su infancia en Arecaya, dentro del distrito, donde estudió las primeras letras. Monseñor Bogarín, ya desde muy joven era conocido por su carácter sencillo, bondadoso y su fino sentido del humor. Se sabe que tenía un gran corazón, y ante los necesitados no solo les abría su corazón sino también sus bolsillos. Así también abrió su corazón al Señor y su Iglesia desde niño y se constituyó en un gran defensor de la fe y re constructor del tejido social y moral de la nación. Vivía una vida austera, trabajando con entusiasmo y eficacia para dignificar el clero nacional. Prohombre, compatriota de gran corazón, corazón fuerte y suave, (era su lema episcopal) corazón forjado y fortalecido en la fe probada, en medio de las adversidades. El corazón de Mons. Juan Sinforiano Bogarin es reflejo y expresión viviente del Corazón de Jesús.

En los Evangelios encontramos diversas referencias al Corazón de Jesús, por ejemplo en el pasaje donde Cristo mismo dice: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados que yo les aliviaré. Tomen mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11, 28-29). “Tomen mi yugo sobre ustedes”. El yugo o yunta es el conocido instrumento del la siembra, que sirve para unir a dos bueyes, que permite que arrastre el arado. En la Biblia significaba la sujeción o sumisión (1 Rey 9,11; 12,4; Is 9,4; Jer 5, 5). Es el desafío que perseguir como seguidores de Cristo: vivir unidos con El, en El y como El. Para arar con él, abriendo surcos en la tierra y en los surcos abiertos (corazones abiertos) cultivar la buena semilla de la fe.

Según el relato en la pasión de Cristo del evangelista San Juan (Jn. 19,31) testimonia lo que vio en el Calvario. Pero al llegar a él, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua. El que vio (San Juan) da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: No le quebrarán ningún hueso; y en otro lugar la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

Con nuestra mirada de fe al crucificado, nos identificamos con El, Corazón de Dios traspasado, la Misericordia de Dios quebrantada por los pecados, por las lanzas de muerte actuales, del hoy de nuestra historia, violencias, abusos, guerras, golpes y hiridas la dignidad de las personas, injusticias cometidas, para matar la verdad, corazones duros incompasivos, que todavía golpean y hieren el o razón de Dios. Miramos y admiramos, miramos y adoramos agradecidos, la humildad del Dios hecho Hombre.

Abajado y agazapado humilde, caminado entre nos para hacer siempre el bien, abajado del cielo para rescatarnos y sanarnos, para indicarnos el camino del bien, cicatrizando heridas, curando enfermedades del alma y el cuerpo, para lavarnos los pies, no solamente con sus lágrimas, sino con su propia sangre, purificándonos el alma de las inmundicias del pecado. Cristo Resucitado camina hoy con nosotros, haciendo el bien.

Con nuestra mirada de fe creyente queremos ir más allá de la simple mirada, una simple mirada superficial puede conmovernos de pena al que miramos sufriente. Pero mirar y creer en El es lo que San Pablo nos dice: Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que Cristo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. (Fil 2,3). La mansedumbre y humildad, es el perfil del Dios hecho hombre: Jesucristo el Señor. El el perfil del Amor hecho carne al que buscamos asemejarnos, ser afines teniendo a sus mismos sentimientos y ejemplos

Toda persona necesita tener un “centro” de su vida, un manantial de verdad y de bondad del cual tomar para afrontar las diversas situaciones y la fatiga de la vida diaria. Cuando perdemos el centro nos desequilibramos. Encontramos el centro y el equilibrio, cuando en humildad de corazón buscamos sintonizar con el latido de su corazón.

El Beato Carlo Acutis, tenía 15 años cuando falleció de leucemia galopante en el 2006, y muy pronto será canonizado por disposición del Papa Francisco. En una oportunidad le preguntaron a Carlo sobre su manera de orar tanto tiempo en presencia de Jesús Sacramentado, y Carlo respondió: No hablo con palabras, sólo me recuesto sobre su pecho, como San Juan en la Cena. La eucaristía fue el alimento que nutrió, día a día, la vida tan fecunda de Carlo.

En oración nos recostamos en el pecho del Señor para sintonizar los latidos silenciosos de Jesús. Ese corazón sigue latiendo, y nuestro centro o equilibrio personal es latir nuestro corazón al unísono del Corazón del Señor. Sintonizando con su Corazón. Como sintonizaba el Corazón Inmaculado de María y el Sagrado Corazón de Jesús bendito en su vientre virginal. Cuando perdemos el centro, el Amor, mboraihu, nos descentramos y descorazonamos.

Cuando los corazones de los esposos sintonizan, por al amor que se tienen, en la familia, se puede decir que hay un único corazón. Los corazones rotos, infartados, son corazones que se han alejado del amor. De ese corazón fluyen odios, venganzas, asesinatos, sicariatos, robos, corrupción, desprecio de la vida humana, de la vida y del seno materno. El amor es armonía entre personas y sana convivencia. La amistad social se construye con corazones solidarios. Encontramos el centro cuando encaminamos nuestra vida según su ley, sus Palabras. Palabras de vida que nos alientan a encontrar el verdadero sentido de nuestra existencia, siendo misericordiosos unos con otros.

Recordamos y oramos también muy especialmente por nuestros sacerdotes, en el día de oración por la santificación de nuestros sacerdotes, quienes respondiendo al llamado del Señor se han constituido en sus discípulos misioneros. Que sigan aspirando a la santidad e inspirando con sus vidas a ser servidores del pueblo y ministros de la unidad de la Iglesia. «Como sacerdotes (…) pongamos en las manos llagadas del Señor, como ofrenda santa, nuestra propia fragilidad, la fragilidad de nuestro pueblo, la de la humanidad entera. El Señor es quien nos transforma, quien nos trata como el pan, toma nuestra vida en sus manos, nos bendice, parte y comparte, y nos entrega a su pueblo». (Papa Francisco 31 mayo, 2020).

Con razón, debe afirmarse que la divina Eucaristía, como sacramento por el que El se da a los hombres y como sacrificio en el que El mismo continuamente se inmola desde el nacimiento del sol hasta su ocaso, y también el Sacerdocio, son clarísimos dones del Sacratísimo Corazón de Jesús. Gracias Señor por alimentarnos de tu corazón, de tu Cuerpo y Sangre que recibimos, y que late de amor y transforma nuestros corazones a latir con el tuyo y el sagrado corazon de la Virgen Maria.

 

Card. ADALBERTO MARTÍNEZ FLORES

07 de junio de 2024