Homilía de Monseñor Edmundo Valenzuela, Arzobispo Metropolitano – Catedral Metropolitana de Asunción
16 de mayo de 2018
Evangelio: Juan 10, 11-18
En esta semana de preparación a la fiesta de Pentecostés, y de inicio de la novena de María Auxiliadora, escuchamos proclamado el evangelio en esta liturgia que nos habla de Jesús, el Buen Pastor, que da su vida por las ovejas. Dice Jesús, “Yo doy mi vida por las ovejas”. Mientras el asalariado…huye. La prueba del martirio ha sido siempre el test de fidelidad o de infidelidad al Señor, a ser coherentes con la vida de fe o su abandono por miedo o por intereses ajenos al amor de Dios.
Esta página ha sido elegida para poner de relieve la valentía evangélica de nuestros Santos Mártires, Roque, Juan y Alonso en esta recordación de su 30º. Aniversario de canonización. No fueron ciertamente mercenarios, huyendo de sus responsabilidades de misioneros jesuitas. Como Jesús, han sabido afrontar hostilidades, rechazado y hasta el odio de esos pobres indígenas que creyendo ser amenazados en sus creencias y estilo de vida, no comprendieron el mensaje de amor y de solidaridad que los misioneros les traían.
Cuánto debemos reconocer hoy la tarea inmensa de civilización y evangelización que han realizado las Misiones Jesuíticas en la Provincia del Paraguay de entonces. Con el martirio de los 3 santos jesuitas se ha iniciado en la Iglesia un ejemplo de coherencia entre la fe y la vida, en saber testimoniar a Cristo Jesús aún en las pruebas más difíciles de la existencia humana.
A la luz del Maestro, quien “explicó con toda sencillez qué es ser santos y nos hizo cuando nos dejó las bienaventuranzas”. Cómo se hace pues, para llegar a ser santos? Es vivir en plenitud las bienaventuranzas, que no son “algo liviano o superficial, al contrario, ya que solo podemos vivirlas si el Espíritu Santo nos invade con toda su potencia y nos libera de la debilidad del egoísmo, de la comodidad, del orgullo”. Es ser pastor y no mercenario! Como escuchamos recientemente proclamado. La santidad es en la vida de entrega por el bien de otros. En el caso de nuestros santos mártires, por la edificación de un mundo nuevo, basado en la solidaridad, el trabajo, la oración, la inculturación del evangelio en los corazones de los indígenas guaraníes. Ellos han dado gloria y culto a Dios, no sólo por la oración, sino por lo que hicieron, han ayudado a vivir con generosidad manifestado en la entrega por el bien de aquellos hermanos nuestros indígenas.
El Papa Francisco acaba de escribirnos la exhortación pontificia “Gaudete et exúltate”, Gocen y alégrense…destacando cómo los mártires han sabido responder con generosidad a entregar sus vidas por la causa de Jesucristo, de su evangelio, confesando su amor de entrega total por sus fieles a quienes cuidarlos como su rebaño.
Nos recuerda el Papa San Juan Pablo II, con palabras vibrantes destacando la grandeza del amor a Dios y a los hermanos, a quienes los llama “campeones de la fe” por su martirio.
El padre Roque González de Santa Cruz y sus compañeros mártires … fueron capaces de abandonar la vida tranquila del hogar paterno, el ambiente y las actividades que les eran familiares, para mostrar la grandeza del amor a Dios y a los hermanos. Ni los obstáculos de una naturaleza agreste, ni las incomprensiones de los hombres, ni los ataques de quienes veían en su acción evangelizadora un peligro para sus propios intereses, fueron capaces de atemorizar a estos campeones de la fe. Su entrega sin reservas los llevó hasta el martirio. Una muerte cruenta que ellos nunca buscaron con gestos de arrogante desafío. Siguiendo las huellas de los grandes evangelizadores, fueron humildes en su perseverancia y fieles a su compromiso misionero. Aceptaron el martirio porque su amor, levantado sobre una robusta fe y una invicta esperanza, no podía sucumbir ni siquiera ante los duros golpes de sus verdugos. Así, como testigos del mandamiento nuevo de Jesús, dieron prueba con su muerte de la grandeza de su amor.
El corazón incorrupto del padre Roque González de Santa Cruz constituye una imagen elocuente del amor cristiano, capaz de superar todos los límites humanos, hasta los de la muerte. Hoy, día de su canonización, el padre Roque González de Santa Cruz se hace presente de una manera especial entre vosotros. Es no sólo un paraguayo, sino un hijo de vuestra ciudad, de Asunción, párroco de vuestra catedral, jesuita ejemplar, amadísimo de vuestro pueblo. El vuelve hasta vosotros y os habla otra vez:
– para exhortaros a conservar viva vuestra fe; aquella fe en Cristo que los nuevos Santos transmitieron con su vida y hicieron fecunda con su sangre;
– para alentaros a hacer que esta fe sea verdaderamente operativa. Que vuestro amor a Dios fructifique en un amor al prójimo capaz de abatir todas las barreras de división y crear un sentido de verdadera solidaridad y de caridad en el Paraguay de hoy;
– para invitaros a ser fieles a las más genuinas tradiciones culturales de vuestro pueblo y de vuestra tierra, impregnadas del sentido de auténtica religiosidad cristiana;
– para daros ejemplo de amor a la Virgen María, que os guiará en vuestra vida como guió los pasos de San Roque en su peregrinación apostólica entre vosotros. (Extracto de la Homilía)
Ese corazón incorrupto nos sigue hablando hoy como llamada a la santidad. Nuestro pueblo paraguayo no está muy acostumbrado a tener sus propios santos. Nos hemos dedicado más a la acción pastoral y social, y poco hemos cultivado llevar adelante un proceso canónico de hermanos o hermanas que sobresalieron en la vida cristiana, sea matrimonial, laical, religiosa o sacerdotal.
Gracias a Dios, con la próxima beatificación de la Hna María Felicia de Jesús Sacramentado estamos iniciando una etapa de la dedicación de la Iglesia a llevar adelante la causa de estos que dieron testimonio con sus vidas del amor a Dios y al prójimo.
Sin duda que la beatificación de la primera mujer paraguaya abre nuevos horizontes para seguir con la canonización de la Beata María Felicia… y comenzar el proceso de quienes están en la lista de espera, como ser el Padre Julio César Ortellado, la “Piché” de Encarnación, Mons. Pedro Schaw (Pa’í Pukú) y varios más que vendrán.
La Iglesia en Paraguay está siendo bendecida por dos fenómenos que son verdaderos milagros en sí, pues no tienen una explicación científica: el corazón incorrupto de San Roque González y el cerebro incorrupto de María Felicia Guggiari.
La misión que han cumplido nuestros santos mártires ha sido exactamente identificarse con Jesucristo, con el Maestro. Encontraron el camino de la santidad asociándose a la muerte y resurrección del Señor.
Sepamos, hermanos y hermanas, seguir las huellas de santidad. Aunque el martirio es una gracia muy grande que nadie se merece, pero está la santidad de vivir las bienaventuranzas, como vivieron todos los santos, mártires, vírgenes, confesores, doctores y místicos de la Iglesia.
La Madre de todos, la Santísima virgen María interceda por nosotros, en este 30º Aniversario de San Roque, San Juan y San Alfonso, y en preparación de la próxima beatificación de la Hna. María Felicia de Jesús Sacramentado.
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