Homilía de Monseñor Edmundo Valenzuela, Arzobispo Metropolitano – Santuario María Auxiliadora
27 de mayo de 2018

Queridos Hermanos y Hermanos

Qué hermosa manifestación de amor y de fe hemos brindado en esta tarde, a Dios, en la fiesta de la Santísima Trinidad, por súplica e intercesión de la Inmaculada y Auxiliadora Madre Jesucristo, hijo de Dios. La procesión hecha con tanto amor y alegría nos hace sentir pueblo de Dios en camino, habiendo pasado por las numerosas calles y bendiciendo las casas, éstas que representan a las familias de la Arquidiócesis y del Paraguay.

 

En la primera lectura del libro del Deuteronomio, Dios ha constituido a su pueblo con una única misión: testimoniar que Dios es el único Dios y ser primicia de un mundo nuevo. No basta decir “creer en Dios”…que Dios existe, que es poderoso o que puede ayudarnos. El nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, no tiene otra finalidad que testimoniar el amor misericordioso de nuestro Dios que nos amó tanto y nos entregó a su propio hijo, muerto en la Cruz y resucitado y glorioso para nuestra salvación y el perdón de nuestros pecados. Creer en Dios y darlo a conocer  y amar es nuestra tarea indispensable y única como iglesia: testimoniamos desde Jesucristo el inicio de un mundo nuevo, el horizonte de lo divino en la naturaleza e historia humanas. Por eso, el Señor Jesús está siempre a nuestro lado, a pesar de las dificultades y avatares de la historia humana, debemos hacer germinar en esos lugares de pecado y corrupción la belleza del amor de Dios y de ser su familia cristiana.

En el Evangelio Jesús pide que se proclame “Que todos los pueblos sean sus discípulos”. El anuncio del Evangelio que se inició con las misiones en Galilea se va a extender por todo el mundo; se ha entrado en los últimos tiempos y el pueblo de Dios se abre a todas las naciones. Somos esa Iglesia en salida. Qué bueno saber que en el Trienio de la juventud, precisamente hoy, los grupos juveniles, más de 2.000 jóvenes, después de su congreso en más de 56 parroquias, están saliendo hoy en sus barrios, para anunciar a otros jóvenes la Buena Nueva y la liberación de sus vicios, acercándolos al encuentro de conversión de una vida nueva, que sólo Jesucristo Nuestro Señor puede darnos.

Los que crean serán bautizados en el Nombre único del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, pues son las tres personas que nos enseñó Cristo. Y, por supuesto, las nombró separadamente porque el Padre no es el Hijo y el Hijo no es el Espíritu Santo, a pesar de que los tres son el mismo Dios. Los bautizados entrarán en comunión con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu al ingresar en una Iglesia que, en primer lugar, es una comunión. Qué bueno es hacer siempre sobre nosotros la señal de la cruz y bendecir a nuestros hijos e hijas en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Esa es la oración más sublime y corta que podemos realizar frecuentemente a lo largo del día.

La evangelización de los pueblos, tarea de todos los bautizados, nunca ha sido fácil. En la historia de la Iglesia, desde los primeros siglos, los cristianos han recurrido a María Santísima llamándola “Auxilium Christianorum”. ¿Por qué? Porque experimentaron en el martirio, en las persecuciones, en los embates a la Iglesia la defensa de la poderosa madre de Dios. Según conocían del ejército romano, la tropa de la retaguardia llamada “auxilium” estaba atenta para intervenir, auxiliar, en los sucesos difíciles y tremendos del campo de batalla de la vanguardia. Los soldados de enfrente estaban respaldados por una segura ayuda. Esa imagen la aplicaron a la Madre de Dios, por eso ella ha sido invocada “Auxilium christianorum”, el ejército en orden de batalla para defender a la Iglesia que navega entre las tormentas de persecuciones y acechanzas del maligno.

Los Padres del Concilio Vaticano II hablando de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia, retoman esta imagen y así se expresan:

“Por su amor materno – María Santísima – cuida de los hermanos de su Hijo que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso la Bienaventurada Virgen en la Iglesia es invocada abogada, auxiliadora, favorecedora, mediadora”. (LG 62)

María Auxiliadora revela lo esencial de su ser Madre de Dios, es decir, que en los sufrimientos y dificultades – que son tantos en todos los niveles de nuestra vida nacional, tenemos la certeza de que Ella nos ayuda siempre a ser familia de Dios, amados inmensamente por el Padre, mediante la obediencia pascual de su Hijo y el envío del Espíritu Santo. En todo momento, cuando la invocamos en la oración y en toda obra buena, somos socorridos, auxiliados, favorecidos por la gloriosa mujer asunta al cielo. Pero debemos afirmar igualmente, que su intercesión en nada disminuye la mediación de Jesucristo. En la variedad de dones –dice San Pablo – hay un único Espíritu; en la variedad de servicios, un único Señor Jesucristo y en la variedad de funciones, un único Dios Padre que está en todo.

Por eso estamos seguros, que siguiendo la historia de protección de María Auxiliadora a la Iglesia Ella nos ayudará en los momentos difíciles por los que estamos pasando, a nivel mundial, latinoamericano y paraguayo.

También Don Bosco pasó momentos muy desagradables y rechazos, sin embaro, guiado por la protección maternal de María Auxiliadora, buscó una solución en la educación cristiana a los problemas sociales y culturales de entonces. Hizo de la educación una cuestión del corazón. La pedagogía del cuidado del niño y del joven, previniéndoles del mal y creando con ellos, sabiduría, salud, bienestar, en el clima del espíritu de familia, de alegría y de creatividad, fue sencillamente copiar la actuación de la Virgen Auxiliadora en relación a la Iglesia. En Ella, Don Bosco, se inspiró para que la educación tuviera su rango social en lo que se llama “Sistema Preventivo”, basado en la fe, en la razón y en el amor educativo.

Como Don Bosco también nuestra realidad hoy es cada vez más compleja se enfrenta con problemas de difícil solución.

Menciono algunos de ellos, para que tomemos conciencia que necesitamos de la intercesión de María Auxiliadora, para recibir luces de sabiduría del Espíritu Santo para encontrar caminos nuevos que nos conduzcan a la mayor alabanza de la Santísima Trinidad en una humanidad sana y abierta al diálogo, a la verdad y al amor, caminos de la paz.

El problema educativo de nuestro tiempo, es cultural marcado por la globalización, los medios de comunicación social, la ciencia y la técnica que crean una mentalidad de reducir la realidad en lo solo medible y constatable dificultando la vivencia de los valores absolutos y trascedentes. Para esta ideología, el hombre puede progresar, triunfar y ser feliz sin necesidad de ningún Dios.

Una sociedad que muy a menudo hace del relativismo su propio credo. El relativismo ha llegado a afirmarse como una dictadura que oscurece la verdad y donde quien habla de la verdad se lo considera “autoritario”. Así se termina dudando del valor de la vida o de la validez de los compromisos que constituyen la vida. Se crea una atmósfera difusa, una mentalidad y una cultura,  que llevan a dudar del valor de la persona humana, del significado mismo de la verdad y del bien.

Sobre la influencia de la cultura digital: Los modos de pensar propios de este tiempo, signados por la comunicación simultánea en tiempo real, sustituyen el conocimiento tradicional por la inestabilidad de saberes, costumbres y verdades. La abundancia de la información sin una certeza en cuanto a la veracidad y autoridad de las fuentes, genera dudas e incertidumbres que afectan  las bases mismas del conocimiento.

Algunos valores tradicionales como el respeto a los mayores, el sentido de pertenencia a una familia, el cultivo de una fe religiosa, la creencia en verdades trascendentes, etc. se han ido depreciando, en tanto se consolidan formas de vida y pautas culturales que privilegian el éxito individual, la posesión de bienes materiales,  la ausencia de compromisos con principios trascendentes y una relativización moral que no distingue entre el bien y el mal.

Persisten los retos y amenazas de desvíos autoritarios y de mal desempeño de los poderes de estado. Urge la educación a la paz, la credibilidad de las instituciones civiles, la defensa y promoción de los derechos humanos, el custodio de la libertad religiosa y un mayor consenso nacional.

Si bien el proceso de formación y educación de las personas comienza en el seno familiar, constatamos que muchos padres aun no asumen su primera y alta responsabilidad de educar a sus hijos en los conocimientos básicos, en las actitudes y en los valores básicos necesarios

Lastimosamente, la familia como institución ha venido sufriendo un proceso de depreciación y de relegación a planos marginales. Por una parte, debido a la desintegración de muchos hogares por la ausencia o la migración de la figura paterna o materna, por otra, la dificultad de un mayor salto generacional que les limita los padres en su capacidad educadora.

La identidad católica de nuestras escuelas, en general, se encuentra amenazada por el monopolio estatal de la educación formal y la inacción por parte de los agentes de pastoral educativa.  Los padres de familia, en el ejercicio de su libertad de elección del tipo de enseñanza se ven discriminados por el sistema de distribución de ayudas públicas obligándoseles a pagar doblemente el impuesto destinado a la educación de sus hijos. Esa situación de discriminación se agudiza en las escuelas católicas rurales y del interior, en especial en las del campesinado y de los indígenas.

A nivel social y político se constata una sociedad estratificada económicamente y cuyas distancias entre ricos y pobre se han agudizando.

Constamos la existencia de una sociedad cada vez más pluralista. Nos encontramos ante el desafío del respeto a las minorías en una convivencia pacífica armonizada en vivencia de la caridad y la búsqueda de la verdad

Las familias en dificultad, no sólo económica sino moral y espiritualmente, esperan en la transición de un nuevo gobierno el alivio o la solución de sus penurias con una recia política de combate a la pobreza mediante una salud accesible para ellas, habilitándolas para el trabajo y el cultivo de la tierra, junto con la ayuda financiera y de profesionales en la agricultura familiar; las familias de bañadenses necesitan de las autoridades municipales y nacionales la solución para sus viviendas y barrios…como ya se ha iniciado viviendas para ellos en la Costanera y en el hermoso barrio San Francisco de Ceballos.

Una última referencia a dificultad que debemos superar con sabiduría es lo relacionado a la propuesta de la Ley de “Paridad Democrática”. Sin duda, hacen falta centrar el servicio de los Legisladores en tantas otras necesidades de la población paraguaya. Por eso, ss importante destacar que, desde el evangelio y la doctrina de la Iglesia, toda mujer y en especial la mujer paraguaya, en el proceso de formación de nuestra cultura y en la historia de nuestra nación ha tenido una activa participación y un destacado protagonismo, que debe ser valorado significativamente en todas sus dimensiones. Esta incidencia histórica se sigue dando en nuestro país, sin que se hayan elaborado leyes especiales basadas en sistemas ideológicos preconcebidos. En este sentido, considero importante hacer un llamado a la reflexión a quienes tienen a su cargo la decisión sobre el proyecto de Ley denominado: “DE PARIDAD DEMOCRÁTICA”, a fin de no forzar los mecanismos democráticos de representación para lograr una supuesta igualdad. Fortalezcamos más la participación de las personas más aún nuestra incipiente democracia y no nos discriminemos por el sexo.

El llamado principio de “paridad democrática”, como se halla estructurado en el proyecto de ley, impone distinciones forzosas, proporciones fragmentadas sujetas a fracciones participativas rígidas entre ciudadanos, que de por sí son todos iguales en garantías, derechos y obligaciones. Hay que decir que la democracia no tiene por objeto separar o dividir a la población.

Hermanos y Hermanas

En esta fiesta de la Santísima Trinidad que recurrimos a la intercesión de la Madre Auxiliadora venimos a pedir que superemos las dificultades y contrariedades de todo tipo y en todos los niveles de la sociedad, mediante nuestra coherencia de vida como discípulos misioneros de Jesús, pero también como ciudadanos ocupados en el bien común y la promoción de los valores que hacen a la persona humana, a la familia, al matrimonio entre varón y mujer, a la defensa de la vida, desde su concepción hasta su muerte natural.

En nuestra historia nacional, en la Iglesia, debemos también decir que mucho se ha avanzado. Sigamos en clima de oración y de caridad, mediante el rezo del santo rosario, llevando la visita misionera y el amor a María Auxiliadora, a los más necesitados especialmente a nuestros jóvenes.

La Beatificación de la primera mujer paraguaya, María Felicia de Jesús Sacramentado, la Chiquitunga, es una muestra de cómo la Iglesia ofrece a la sociedad un modelo de vida joven, pues ella pidió amor para amar y en sus momentos difíciles, ayudada por la devoción mariana, exclamaba: “Todo te ofrezco Señor. Así cultivó la gloria de Dios y trabajó por la salvación del mundo.

Que sintamos la tarea maternal de María Santísima Auxiliadora en nuestra historia personal y social la valiosa intercesión ante su Hijo Jesús, quien solo él puede darnos esperanza verdadera y abrirnos caminos de solidaridad, de fraternidad y de paz.

Viva María Auxiliadora. Viva la Santísima Trinidad.

Amén