Querida Familia en el Señor.

La Iglesia celebra Hoy la Jornada Mundial de la Vida Consagrada.

En el día en que la Iglesia celebra la Fiesta de la Presentación del Señor, y la XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada, el Papa Francisco en su homilía, retomando el Evangelio de hoy, dijo que a cada uno “nos hace bien mirar a estos dos ancianos (Simeón y Ana) pacientes en la espera, vigilantes en el espíritu y perseverantes en la oración. Sus corazones permanecen velando, como una antorcha siempre encendida. Son de edad avanzada, pero tienen la juventud del corazón; no se dejan consumir por los días que pasan porque sus ojos permanecen fijos en Dios, en la espera”. A lo largo del camino de la vida, dijo el Papa, experimentaron dificultades y decepciones, pero no se rindieron al derrotismo: no “jubilaron” la esperanza.

“Y así, contemplando al Niño, reconocieron que se había cumplido el tiempo, la profecía se había hecho realidad, había llegado Aquel a quien buscaban y por quien suspiraban, el Mesías de las naciones. Habiendo mantenido despierta la espera del Señor, se hicieron capaces de acogerlo en la novedad de su venida”.

Esta Jornada nos recuerda, el don de la vida sobrenatural en la Iglesia y en el mundo de los que viven unidos por de la consagración a Dios. Nos recuerda la diversidad, la riqueza de modos y carismas, inspirados por el Espíritu Santo a través de la escucha y el discernimiento comunitario en comunión y unidad con la Voluntad del que nos ha llamado a esta noble y fructífera misión.

La vida consagrada está donde las personas tienen una necesidad: en la educación, en los hospitales, en las cárceles, en los barrios, en las parroquias, colaborando en diferentes proyectos, allí donde la vida está amenazada y necesita un consuelo, una palabra de aliento, gestos sanadores, ahí se está presente en nombre de Jesús, al que seguimos, llevando así la luz que ilumina los corazones, salvación y gloria de los pueblos.

La fiesta de la Presentación del Señor en el templo es el ámbito celebrativo de acción de Gracias por la vocación específica en la Consagración al Amado, Providente y Misericordioso; que nos une a su misión de construir el Reino del Padre Eterno, acompañados de Nuestra Señora de la Candelaria portadora de la Luz que ilumina los

pueblos por lo mismo se acrecienta nuestra alegría y se renueva el compromiso asumido.

En este año de la oración proclamada por la Iglesia y en nuestro país lo hemos asumido en total comunión y unidad universal, con la actitud de quien se sabe llamado por Dios a vivir prolongando a través de los votos de castidad, pobreza y obediencia la oblación de Jesucristo hasta la muerte y muerte en cruz, así como el hágase de Nuestra Madre, de este modo, la entrega a Dios y a los hombres lleva a la persona consagrada a poder decir con plena conciencia y libertad: ¡Aquí estoy, envíame y que se haga tu Santa Voluntad!

Hoy más que nunca la Iglesia debe ser Creíble por la vía de la Vida Consagrada que encierran un compromiso profético para Una Iglesia sinodal al lado de los que necesitan al Señor y su Santísima Madre.

Cada persona consagrada recibe el amor y la llamada del Señor y su respuesta de amor y disponibilidad es, a la vez, individual y comunitaria. En esa respuesta se busca hacer la voluntad de quien llama, huyendo de caprichos personales y rechazando el pecado. Somos conscientes de nuestras debilidades, faltas a la caridad, por las que no nos cansaremos de pedir perdón, reiterando al mismo tiempo nuestra voluntad de reparar integralmente a quien ha sido herido. En esto también se expresa el deseo de cumplir la voluntad de Dios.

La voluntad de Dios es siempre el horizonte del querer y el ser personas y comunidades consagradas. A su cumplimiento deben dirigirse tanto el estilo de vida como los votos, la fraternidad, solidaridad y la misión. Así lo afirma Benedicto XVI: Existe una voluntad de Dios con respecto a nosotros y para nosotros, una voluntad de Dios para nuestra vida, que se ha de convertir cada día más en la referencia de nuestro querer y de nuestro ser. Esta oblación de Jesús para cumplir totalmente la voluntad del Padre es luz para los consagrados. Desde Getsemaní, se nos invita a seguir a Jesús hasta la cruz, como todo discípulo. Igualmente, allí recibimos la consigna de vivir unidos a los hermanos en la oración y en la entrega de la propia vida para cumplir la voluntad de Dios hasta el final. ¡Aquí estoy! ¡Aquí estamos!

Sigamos queridas hermanas, hermanos buscando como el viejo Simeón la Luz que ilumina a los pueblos, con la llamada que nos hace el Papa Francisco, para preparar el gran Jubileo de los consagrados del próximo año, con el lema: Peregrinos de esperanza por el camino de la paz, este jubileo nos configurará como comunidad de

consagrados a la reconciliación, conversión y penitencia, así como un compromiso por la solidaridad, la justicia y la alegría en el servicio a Dios en los menos favorecidos en el mundo; solidarios Sí, solitarios No.

Nos ayuda en el compromiso la contemplación de María Santísima, y su fiat confiado y generoso. Ella nos ayuda a comprender y vivir como personas consagradas la plena disponibilidad para hacer la voluntad de Dios. Lo dice el Papa Francisco en la exhortación Christus vivit (43-48): la fuerza del hágase de María radica en que es mucho más que un sí complaciente o superficial. Ella decide siendo consciente de lo que tiene por delante, de lo que arriesga y del compromiso que todo ello supone. Dice sí apostándolo todo con la única seguridad de ser portadora de una promesa.

La vida de los fundadores también son fuente de inspiración para discernir el contenido de la promesa que se ha de llevar adelante, personal y comunitariamente. Ellos experimentaron también que la Vida Consagrada es lugar que alberga y debe suscitar alegría y esperanza en quienes abrazan esta vocación y en cada uno de sus discernimientos personales y comunitarios. Promesa fundada en la voluntad de Dios y continuamente recreada a la luz del carisma y de la fe. Promesa que recoge los gritos de la humanidad, la necesidad de comunión y sinodalidad eclesiales y la urgencia de fraternidad y amistad social de un mundo dividido. Con la esperanza puesta en aquel que nos llamó seguimos este hermoso caminar de consagrados por el Reino, con testimonio coherente siendo nuestro único afán la credibilidad cristiana, para que el mundo crea.

La expresión: miren como se aman de los primeros siglos sea nuestro anhelo para construir una Iglesia Creíble, confiable (hablemos unos con otros nunca uno de otros) construyamos nuestra vida de consagrados en concordia alejando con la oración, penitencia y adoración todo vestigio de discordia.

Que seamos uno en el Amor. María Santísima portadora de la Luz, ruega por nosotros.

+Adalberto Card. Martínez Flores

Arzobispo Metropolitano de Asunción

Presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya

2 de febrero del 2024