DEJARLO TODO “POR ÉL”, AL SERVICIO DE NUESTRO PUEBLO

Hermanas y hermanos en Cristo:

Coincidente con la fiesta de San Benito, Abad, se inicia la 64 Semana Nacional de la CONFERPAR, el encuentro anual de la Vida Consagrada en el Paraguay. Con esta celebración eucarística queremos alabar y bendecir a Dios por su gran amor al regalar a su Iglesia el don de los diversos carismas que animan a las familias y comunidades de religiosas y religiosos al servicio del Reino de Dios en las fronteras geográficas y existenciales de nuestro país.

El pasaje del evangelio según San Mateo nos ofrece la clave, clave que en sus  Palabra encontramos,  que son señales divinas,  para entender la razón por la que tantas mujeres y varones hayan sido llamados a dejar todo para seguir al Señor a lo largo del tiempo.

Pedro y Andrés han dejado las redes para seguir a Jesús ante la primera voz de su llamada (Mt 4, 20) …Puede ser que alguno diga: ¿qué es lo que estos dos pescadores han abandonado, ellos que no tenían casi nada? Puede ser que en la actualidad muchos siguen pensando de esa manera, teniendo en cuenta que muchos de nosotros, probablemente la mayoría, pertenecemos a familias de origen humilde, sin muchos bienes materiales, como Pedro y Andrés.

Cuando se trata del seguimiento del Señor, dejarlo todo implica sobre todo la adhesión del corazón a su llamada más que solamente la decisión de despojarse de bienes materiales o fortunas.

Este modo de pensar que algunos tienen sobre las personas de vida consagrada nos invita a revisar nuestras motivaciones y el espíritu que anima nuestra vocación religiosa.

Ha dejado mucho, el que nada retenía para él; ha dejado mucho el que ha abandonado todo, lo mismo si es poca cosa (…) Pedro y Andrés han dejado mucho, puesto que el uno y el otro han abandonado el deseo de poseer. Ellos han abandonado mucho, puesto que han renunciado a sus bienes y también han renunciado a sus codicias. Siguiendo al Señor, ellos han renunciado a todo lo que habrían podido desear si no le hubieran seguido. (San Gregorio Magno).

¿Qué debemos entender por “dejar casa, hermanos o hermanas…”?

Jesús no dice “dejar”, sino “dejar por mí”. No se trata de “abandonar”, sino de trasladar el centro de atención, de modificar la consideración de nuestra relación con la familia, con nuestra tierra. Se trata de verlo todo desde Jesús, con Él en medio, filtrándolo todo a través de su voluntad, de su mandato del amor. Conscientes también de su recompensa.

El Evangelio, como el ejemplo de San Benito, nos invita a repasar todo lo que tenemos: nuestras relaciones humanas, nuestras propiedades materiales, y mirarlo todo de otra manera. La Regla  de San Benito comienza con un prólogo donde expone los principios fundamentales de la vida religiosa: la renuncia a la propia voluntad y el alistarse bajo el estandarte de Cristo. Establecer una “escuela” en la que se enseñe la ciencia de la salvación de tal forma que sus discípulos, perseverando en ella hasta la muerte, “merezcan llegar a ser partícipes del Reino de Cristo”.

Repensar cada día nuestras relaciones personales, donde aprendemos en esta escuela de vida y ciencia, el uso que damos a nuestros bienes, a las personas, evitar “apropiarnos” del cariño de los demás o utilizarlo para nuestra propia satisfacción, renunciar al consumismo injustificad, amar el carisma diferente como el mío propio, es tarea de cada día, arduo y nada fácil el discernimiento de su Voluntad. Apuntando hacia el discernimientos en común.

San Benito lo vivió en un tiempo, el siglo VI, que tanto a nivel social, como cultural y de valores morales estaba sacudido por una fuerte crisis. Y lo vivió en una comunidad de hermanos. Así mismo, la vida consagrada es vivir los valores del Reino en comunidad de hermanas y de hermanos, es vivir en familia, conforme al evangelio y a la espiritualidad específica de su carisma fundacional. Las  reglas de San Benito son fundamentadas en el sentido de familia (el Abad como padre y los monjes cómo hermanos).

A lo largo de los Evangelios, Jesús nos alerta sobre el amor a la riqueza. Condena al avaro que ignora al pobre (Lucas 16:19-31). Se identifica con los pequeños, los pobres de espíritu, los que llevan vidas mínimas, insignificantes a los ojos de la carne, pero inmensamente significativo a los ojos De Dios.

Él nos invita a la generosidad, porque Dios es generoso. “Den, y se les dará” (Lucas 6:38). Dejémonos enseñar por el Señor para saber administrar nuestros bienes rectamente, y ser bondadosos con los necesitados. Dios lo verá y nos recompensará.

El tema que nos convoca en esta 64 Semana Nacional es “Hacia una Vida Religiosa renovada, en clave sinodal”.  Tenemos que verla como un momento de gracia de Dios, como un Don que el Espíritu concede a su Iglesia, para enriquecer todos los carismas dados para la edificación de la Iglesia y enriquecernos mutuamente de los mismos. El camino sinodal es una oportunidad para discernir cuáles son las redes adecuadas en nuestro tiempo para realizar articulaciones de los carismas propios para fortalecer la vida consagrada. En la perspectiva de un conversión misionera «destinada a renovar la Iglesia según la imagen de la propia misión de amor de Cristo».

El momento que vive la Iglesia y el país requiere de esa renovación en clave sinodal de la vida consagrada. Les invitamos a aportar con sus carismas y espiritualidad a la renovación eclesial, a la conversión pastoral y, desde su testimonio de Iglesia en salida misionera, lleguen con su presencia y con su acción a las periferias geográficas y existenciales de nuestro país, llevando esperanza y acompañando los caminos de liberación de los pobres, de los excluidos, de los descartados de nuestra sociedad.

Pidamos al Señor nos conceda la sabiduría, el saber y la prudencia para saber caminar, saber escuchar y sintonizar con nuestro pueblo para el logro del bien común, promoviendo en la Iglesia y en el país el derecho, la justicia y la rectitud (cfr. Proverbios 2,7-9).

 

Asunción, 11 de julio de 2023, fiesta de San Benito Abad

 

 + Adalberto Card. Martínez Flores

Arzobispo Metropolitano de la Asunción