AMAR A CRISTO ES VERLO EN EL POBRE Y ATENDERLO:

ESA ES LA VOLUNTAD DE DIOS

 

Hermanas y hermanos en Cristo:

La liturgia de la Palabra, en la carta del Apóstol Pablo a los Romanos, da pleno sentido a este saludo que acostumbramos pronunciar al iniciar la reflexión en la celebración eucarística: somos hermanos porque hemos sido adoptados hijos de Dios y herederos, por Cristo y con Cristo.

San Pablo nos recuerda en el pasaje de la carta a los Romanos (8,14-17), que Dios ha tomado la iniciativa de colocarnos en una relación muy íntima con Él, hasta convertirnos en hijos adoptivos suyos y así poderlo llamar: «¡Abbá, Padre!». ¡Cuán grande es la generosidad de Dios para introducirnos en esta su familia, en esta vida de amor, de auténticos hijos suyos y hermanos de Cristo! Esta relación filial que nos une a Dios y a Cristo es obra del Espíritu Santo.

Pablo destaca la seguridad de la salvación señalando que los creyentes están sellados por el Espíritu Santo como garantía de la herencia eterna. Hoy, 30 de noviembre, celebramos la fiesta del Apóstol San Andrés, que significa valiente. Andrés fue uno de los 12 apóstoles; un humilde pescador, cautivado por la Palabra de Jesús, la guardaba en su corazón y la practicaba, constituyéndose en morada de Dios. Guiado por el Espíritu Santo, Andrés se convierte en sembrador de la Buena Nueva, pescador de hombres y valientemente da la vida en el martirio por su Señor.

En la lectura del Evangelio proclamado hoy, Jesús se refiere al Dios en el cual creemos los cristianos, que es Uno y Trino al mismo tiempo. Aquí son presentadas las tres personas que conforman esta unidad Divina indisoluble: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Trabajando juntas, al unísono, cumpliendo la Voluntad del Padre. El Padre envía al Hijo a Salvarnos y todo lo que Él nos dice y enseña, lo hace por Voluntad del Padre, del mismo modo que Él lo haría, al punto que, conociéndole a Él, conocemos al Padre. El Padre envía al Espíritu Santo Para que nos enseñe y recuerde todo lo que nos ha enseñado Jesucristo, el Hijo.

¿Cuál es la enseñanza fundamental, esencial, de Jesús? ¿Cuál es el camino de la salvación? Santa Teresita del Niño Jesús (1873) expresa en la «Historia de un alma» su testamento misionero, «con un ferviente espíritu apostólico», dejándose guiar por la acción del Espíritu Santo: «Yo pido a Jesús que me atraiga a las llamas de su amor, que me una tan íntimamente a Él, que sea Él quien viva y quien actúe en mí». Es “el dulce camino del amor” abierto por Jesús a los pequeños y a los pobres, a todos. Este es el camino hacia la verdadera alegría. (Papa Francisco en su exhortación Apostólica sobre Santa Teresita)

Jesús nos enseña que toda la sabiduría, la ley y los profetas están resumidos en este mandamiento: amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Ese es el Camino. Dice el Señor: Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.

La grandeza de cualquier seguidor de Cristo se mide por la caridad que tiene.  Si no tengo caridad, no soy nada, enseña San Pablo. En Mateo 25, 34-40, está la clave de la salvación: “los pobres son los porteros del cielo”, afirma el Papa Francisco. Jesús se identifica con los pobres: tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estuve en la cárcel o enfermo y me visitaste, fui migrante, refugiado, extranjero y me recibiste… porque cada vez que lo hicieron con uno de mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron. En el rostro del pobre vemos a Cristo y, por consiguiente, reconocemos el rostro del Padre; de esa manera, podemos sentirnos seguros de que estamos iluminados y guiados por el Espíritu Santo.

En el mensaje que nos entrega el Evangelio y que hemos meditado, podemos comprender cuál es la Voluntad de Dios y que, guiados por el Espíritu Santo, necesitamos asumir en nuestra vida personal, comunitaria y nacional.

En primer lugar, para actuar conforme a la Voluntad de Dios, necesitamos ver y reconocer el rostro sufriente de Cristo hoy en los pequeños, los vulnerables, los pobres, los excluidos, los descartados de nuestra sociedad.

¿En quiénes podemos ver y reconocer hoy a “los hermanos más pequeños” del Señor? (Mateo 25,35-36).

Tuve hambre…

Paraguay produce y exporta millones de toneladas de alimentos al mundo, pero hay más de 400 mil paraguayos que pasan hambre, según las estadísticas oficiales. Eso no está conforme a la voluntad de Dios. Si tenemos suficientes alimentos para alimentar al mundo, es un escándalo moral que cientos de miles de pobres extremos no puedan satisfacer sus necesidades básicas de alimentación.

Tuve sed…

Necesitamos tomar conciencia de que, en el chaco paraguayo (también en la zona oriental), muchos hermanos pobres, sobre todo en las comunidades indígenas, viven en un inmenso territorio árido, seco, de difícil acceso y escasez de agua. Cuando sus aljibes y los tajamares se secan, las personas recorren kilómetros para recoger y llevar agua a sus hogares que, generalmente no es potable, es agua sucia y contaminada que apenas alcanza para las personas; las familias pierden sus animales menores y pasan hambre. Nuestros hermanos más pequeños sufren graves privaciones de agua y de alimentos. Y están olvidados por el Estado y por la sociedad, en general. Si permanecemos indiferentes frente a esta situación, el Señor nos dirá: tuve sed y me dieron el vinagre de la indiferencia.

Era un extraño y me hospedaron…

La problemática de la tenencia y propiedad de la tierra en el Paraguay pone, paradójicamente, a los pueblos indígenas y a muchas familias campesinas en situación de desplazamiento, de migración forzada, de atropello a sus derechos humanos fundamentales de acceso a tierra, techo y trabajo. Nuestros saludos y solidaridad con todos nuestros miles migrantes compatriotas que viven en otros países, desarraigados  de sus tierras, forzados a movilizarse buscando mejores horizontes económicos y viven en el exilio, muchas veces en condiciones paupérrimas indocumentados y desempleados, explotados en sus ambientes laborales en el exterior. Las Políticas de repatriación de nuestro país es un deber patriótico para ofrecerles mejores condiciones de vida asegurarles retornar a sus hogares con un mejor futuro en su propio terruño.

Las comunidades indígenas y campesinos, hoy en el Paraguay se volvieron extraños al ser desplazados de las tierras que legal y legítimamente les corresponde; esta situación se ve agravada por la falta de políticas públicas para el arraigo en sus comunidades. En consecuencia, han crecido los cinturones de pobreza en las zonas urbanas, en condiciones absolutamente precarias.

Hospedarlos significa devolverles lo que en justicia les corresponde; además, implica abordar con seriedad, responsabilidad y coraje el mandato constitucional de la Reforma Agraria o el desarrollo integral. La sociedad paraguaya no puede seguir postergando un diálogo serio sobre el tema de la tierra y, como corresponde a un Estado Social de Derecho, cumplir y hacer cumplir el mandato constitucional sobre los derechos de los pueblos indígenas y de las familias campesinas; en definitiva, respetar y hacer respetar la dignidad de cada habitante de la República, en especial de los más pequeños, vulnerables e indefensos.

Estuve desnudo…

Según los datos oficiales,1 de cada 4 paraguayo está en situación de pobreza, lo que significa que no puede cubrir sus necesidades básicas. La pobreza desnuda que demasiados hermanos están privados de las condiciones necesarias para una vida digna a la que tienen derecho como hijos de Dios y como ciudadanos paraguayos. La dignidad de la persona humana es uno de los pilares de la Constitución Nacional y es uno de los principios de la Enseñanza Social de la Iglesia; por consiguiente, respetarla y promoverla es de cumplimiento obligatorio para quienes administran los recursos del Estado y son responsables de las políticas públicas necesarias para superar esta situación, que nos pone fuera de la Voluntad del Padre.

Estuve en la cárcel…

Miremos a nuestro alrededor y veremos el rostro de Cristo en tantos hermanos pequeños que ni siquiera son visibles, aunque sean miles, como los pobres, generalmente jóvenes, que sobreviven hacinados en las cárceles del país. Las cárceles están pobladas de jóvenes que, por falta de oportunidades, de estudio, de empleo, de recreación sana, sin un horizonte de esperanza, sin una familia ni una comunidad que los contenga y los proteja, terminan refugiándose en el consumo de drogas, que los destruye y los condena al descarte.

En la cadena del tráfico de drogas, que beneficia y enriquece a unos pocos, generalmente vinculados con el crimen organizado, las principales víctimas son los niños y jóvenes drogodependientes. Para ellos y para otros pobres, las cárceles se convierten en simples depósitos de seres humanos, sin ninguna posibilidad de recuperación y reinserción a la sociedad. Esta situación contradice la Voluntad de Dios y reclama atención urgente de los órganos públicos responsables.

Estuve enfermo…

La situación de los enfermos y sus familias en el Paraguay es dramática. Según datos de expertos en el tema sanitario, casi el 50 por ciento de los gastos de salud lo pagan los propios enfermos y sus familiares. Los hospitales carecen de infraestructura, de personal de blanco en suficiente cantidad y calidad, así como de insumos básicos. Esto implica que los enfermos y sus familias, en muchos casos, padecen un calvario para atender sus necesidades de salud. Frente a las carencias y falta de respuesta de los responsables públicos, se ha normalizado que los problemas de salud se buscan resolver por medio de la solidaridad de vecinos y amigos, a través de diversas actividades de recaudación (rifas, polladas, hamburgueseadas).

La atención de la salud podría mejorar substancialmente si se administran los fondos públicos con honestidad y patriotismo. Un estudio académico publicado en el 2019, revisó los casos denunciados por la secretaría anticorrupción entre los años 2016 al 2018  y estimó que en el sector salud  se desviaron más de 2,5 millones de dólares por la actuación de administradores deshonestos.

La corrupción contradice radicalmente la Voluntad de Dios; es un pecado personal y social grave, porque roba los recursos financieros que son necesarios para mejorar las condiciones de vida de los sectores más empobrecidos de la sociedad, que pasan hambre, que están condenados al analfabetismo o mueren por falta de recursos.

Escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica es ineludible para el seguidor de Jesucristo. El día del juicio final, seremos juzgados por el amor (Mateo 25, 34-40).

El breve recorrido por algunas de las situaciones que nos muestran el rostro de los hermanos más pequeños con los que se identifica Cristo nos debe llevar a revisar nuestra coherencia entre la fe y la vida, entre el orar y el obrar. Reconocemos y alentamos que existan iniciativas privadas, o comunitarias, centros comunitarios de atención integral, albergues, hogares de ancianos, hogares abrigos para niños y niñas, hogares de tratas, centros de rehabilitación para los sufrientes ( adictos),  ollas populares, comedores, parroquiales,  y personas misericordiosas, que escuchan el grito de los pobres, de los indigentes, de los hambrientos, los sedientos,  de los privados de su libertad, de los enfermos, de las personas con discapacidad,  de los sin tierra, indígenas y campesinos, personas cristianas solidarias que atienden y acuden a enjugar y el rostro del Cristo postrado, sufriente y herido. Ellos tendrán la recompensa del Señor, que les dirá: “Vengan, benditos de mi Padre, tomen posesión del reino preparado para ustedes…”. (Mt 25,34).

La Iglesia sostiene que cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad…Hacer oídos sordos al clamor de los pobres, nos sitúa fuera de la Voluntad del Padre y de su proyecto. (cfr.  Evangelii Gaudium, 187).

Las Iglesias no podemos excluirnos de la responsabilidad de la situación que vive el país. Casi la totalidad de la población del Paraguay se declara cristiana (88% de católicos, y 9% de evangélicos, según el Instituto Nacional de Estadística). La realidad descripta deja en evidencia nuestra frágil evangelización; muestra que los valores del evangelio no han permeado las conciencias, los criterios de juicio ni las actitudes de los bautizados. La mayoría de los que ejercen cargos públicos de responsabilidad, y los dirigentes en el sector privado, son formalmente cristianos y, sin embargo, nuestro país figura en los primeros lugares en inequidad, corrupción, impunidad y avance del crimen organizado.

Frente a esto, es impostergable que, como sociedad, dialoguemos y busquemos consensos básicos concretos y viables que nos posibiliten controlar y superar los diversos males enunciados y que nos están destruyendo. O nos salvamos, o nos condenamos juntos.

Un desafío y una gran tarea nacional, sin distinción de credo, sector social o partido político, es el saneamiento moral de la nación. Recuperar la ética y la moral como principios rectores de nuestra conducta individual y social es el camino para encarar las profundas transformaciones que necesita el Paraguay.

No nos dejemos robar la esperanza, no nos dejemos quitar la alegría, como dice el Santo Padre. El Paraguay puede. Los paraguayos, todos juntos, podemos y necesitamos trabajar por el bien común y transformar el Paraguay en un país próspero, con equidad, con inclusión, con justicia social, que permita que todos nuestros hermanos más pequeños accedan a una vida digna y plena. Promover el desarrollo humano integral debe ser, sin demora, nuestro compromiso y nuestra tarea fundamental como sociedad nacional.

Invoquemos, supliquemos, sin desfallecer, la luz y la guía del Espíritu Santo para que nos conceda sus dones y que seamos dóciles para escuchar y poner en práctica las enseñanzas de Jesucristo, Nuestro Señor.

Entregamos estas intenciones en el altar, a los pies de María Santísima, la Virgen de los Milagros de Caacupé, madre de todos los paraguayos.

Que así sea.

 

Caacupé, 30 de noviembre de 2023.

 

 

+ Adalberto Cardenal Martínez Flores

Arzobispo Metropolitano de Asunción

Administrador Apostólico de las FF.AA. y la Policía Nacional

Presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya