El Papa Francisco presidió esta mañana la Santa Misa con rito de canonización de 14 beatos en la Plaza de san Pedro recordándonos que estos nuevos santos vivieron según el estilo de Jesús: el servicio. “La fe y el apostolado que llevaron a cabo no fue impulsado en ellos por deseos mundanos ni ansias de poder, sino que, por el contrario, se hicieron servidores de sus hermanos. Creativos para hacer el bien, firmes en las dificultades, generosos hasta el final.
Jesús nos ayuda a pensar no según los criterios del mundo, sino conforme a al designio de Dios, que se hace el último para que los últimos sean enaltecidos y lleguen a ser los primeros. El evangelio proclamado hoy (San Marcos 10,35) relata cuando los discípulos Santiago y Juan le piden a Jesús que les conceda sentarse uno a su derecha y otro a su izquierda en su gloria. Esta petición expresa su deseo de poder, de prestigio y la respuesta de Jesús subraya la importancia del servicio.
A su derecha y a su izquierda habrá dos ladrones, crucificados como Él en la cruz y no acomodados en los tronos del poder. Jesús es el Mesías, el Dios encarnado en el vientre de María Santísima, nuestra Señora de la Encarnación, fiesta que celebramos hoy, el Dios del amor, que se abaja para alcanzar a los humildes; que se hace débil para levantar a los débiles; que trabaja por la paz y la concordia; que vino para servir y no para ser servido.
La Virgen María canta con su experiencia de ser amada: el Señor ha mirado la humildad de su Sierva. Ella nos precede en la concordia, en la humildad su corazón Inmaculado se modela y templa (como se forja un metal en el calor para darle forma) se forma en el Sagrado Corazón de Jesús: (Lucas 1:38) Ella se incorpora en la Palabra, y la Palabra en ella, cuando responde al Ángel «He aquí la servidora del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue, quedándose ella, firme en la esperanza, obediente y humilde, cubierta con el poder de los Alto, asumiendo su misión de ser Madre del Hijo de Dios, hospedando en su vientre y corazón a la Palabra hecha carne en su carne. Se levantó, se reincorpora, ya sin temores, se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno. Bendito es el fruto de tu seno Jesús.
Hoy celebramos la Jornada Mundial de las Misiones con el lema: Vayan e inviten a todos al banquete (cf. Mt 22,9). Nuestra Señora de la Encarnación es la misionera por excelencia, hoy nos invita al banquete del Pan de Vida. Jesús nace en Belen, (Beit lahm) casa del Pan, Pan de Vida en la Eucaristía que celebramos. «No podemos acercarnos a la Mesa eucarística sin dejarnos llevar por ese movimiento de la misión que, partiendo del corazón mismo de Dios, tiende a llegar a todos los hombres»
La Virgen María es tierra fértil de humildad. De ese fértil corazón, fertilizado por el Amor, ha brotado la bonanza, la Vida. Podríamos decir: tanto amó Dios a María Santísima, su elegida, que le dio a su único hijo Jesús. En su corazón ha fructificado la Vida Encarnada. Donde tu pasas María florece el desierto, porque florece la Vida, fruto bendito de tu vientre y corazón. Donde tu estás surge la vida, por donde pasas florece el desierto, donde tu miras, se ilumina el cielo, en el corazón nace la paz. Donde tu estás vuelve la vida.
La encarnación de la virgen María también nos recuerda sobre el valor, sobre la santidad de la vida humana y que debe ser protegida desde su concepción hasta la muerte natural. La vida humana debe ser protegida en todas las etapas del crecimiento y desarrollo integral. Tanto la vida de los niños jóvenes adolescentes como la vida adulta y de los adultos mayores. Adultos mayores, que deben ser también cuidados y protegidos por leyes que salvaguarden su dignidad de personas. La vida humana no debe ser rechazada haciendo solamente cálculos mercantilistas, por que ya sobran o no son útiles, porque son productivos o no lo son. El nacimiento y la vejez se tocan en la dignidad de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios y esa dignidad debe ser cuidada, protegida y promovida. Con, empatía y cuidado en nuestras familias y comunidades, con políticas de Estado protectoras de sus ciudadanos y promotora del bien común con justicia e equidad.
La construcción de una sociedad más justa, para que todos los ciudadanos tengan acceso a lo necesario para una vida digna, pan, tierra, vivienda, trabajo, medicina, educación, una jubilación digna, subsidios apropiados para los abuelos más desprotegidos, es tarea de las Políticas Públicas de Estado, la Iglesia acompaña subsidiariamente y alienta a todos a trabajar por el bien común y los más vulnerables
Todos hijos de María Santísima somos destinatarios de la invitación de Dios a participar de su gracia que transforma y salva. Sólo hace falta decir “sí” a este don divino y gratuito, revistiéndonos de él como con un “traje de fiesta”, acogiéndolo y permitiéndole que nos transforme (cf. Mt 22,12). María es una mujer a imitar también por su servicio y confianza en los momentos más oscuros de la historia de su Hijo Jesús. Esto, y mucho más, explica por qué el pueblo de Dios sabe que en ella puede encontrar refugio y consuelo, ayuda y protección.
20 de octubre 2024
Adalberto Card. Martinez Flores
Arzobispo de Asuncion
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