EL REINO DE DIOS ESTÁ CERCA: CONVIÉRTANSE Y CREAN EN EL EVANGELIO

Hermanas y hermanos en Cristo:
Conviértanse y crean en el evangelio. Este fue el mensaje central del miércoles de ceniza y lo es hoy, primer domingo de cuaresma; es el programa de vida para nuestra vida cristiana. Lo expresa claramente Jesús en el inicio de su vida pública, luego de experimentar el desierto y sus amenazas, y de vencer las tentaciones. Conviértanse.
La conversión cristiana es conversión a la persona de Jesucristo; es dejar otros caminos, que nos atraen porque nos conducen a los ídolos del poder, del dinero, del placer, y tomar el camino de Cristo. Su nombre es nuestra riqueza, su nombre es nuestra fama, su nombre es nuestro poder y en su nombre una vez más volvemos a decir con el salmo: «Tú eres mi Dios y en ti confío».
Los sacramentos de la iniciación cristiana son el bautismo, confirmación y eucaristía. Cuaresma nos ayuda a la reiniciación de la vida cristisna, vida nueva porque “ha llegado la hora”. El horizonte que guía este camino es la Pascua.
La Cuaresma que iniciamos es la gran invitación a dejarnos conducir al desierto, conducidos por el Espíritu, en oración para que nos pueda hablar amorosamente. Caminamos hacia la Pascua, para renovar nuestra fe, para renovarnos a nosotros mismos y llevar nueva vida allí donde cada uno actúa y vive.
Necesitamos pedir la gracia de reflexionar con sinceridad, haciendo una rendición de cuentas de nuestra vida. Sin temores y ambigüedades. Y asumir los errores, desorden general que puede haber en nosotros. Y arrepintiéndonos, ordenarnos según los criterios del evangelio. La gracia del sacramento del perdón nos espera.
La realidad nacional nos interpela. La sociedad paraguaya, en mayoría, se declara cristiana, es decir, seguidora de Cristo. Sin embargo, coincidentemente con el inicio de la cuaresma, hemos visto con dolor que los valores y las actitudes que implican una ética cristiana han estado ausentes en las decisiones de quienes ocupan cargos de responsabilidad en la conducción del país. Precisamente por ello, subrayamos el mensaje central del evangelio: conviértanse y crean. Solamente en la fe, en el desierto de las tentaciones, puede surgir vergel de buenos frutos del Espíritu.
Jesús nos dice que el reino de Dios está cerca y su realización concreta en nuestra sociedad no será posible si los bautizados no actúan conforme a su fe. ¿Qué implica el reino de Dios?: anunciar la buena noticia a los pobres, proclamar la liberación a los cautivos, dar vista a los ciegos, liberar a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor (cfr. Lucas 4,18).
El reino de Dios estará presente en nuestra sociedad cuando seamos capaces de ser instrumentos del Señor para la liberación de los pobres; cuando dejemos de lado las rencillas caseras, nuestros intereses personales y de grupos, políticos o económicos, para priorizar el bien común y trabajar para la promoción humana integral de los más pequeños, vulnerables y necesitados. El reino de Dios será realidad cuando derribemos las barreras que nos mantienen en la opresión del miedo, de la desconfianza, del egoísmo, la codicia, la soberbia y la prepotencia.
Nuestro país está viviendo momentos difíciles que ponen en peligro la estabilidad de nuestra institucionalidad democrática. Hay signos preocupantes de la pérdida de un horizonte ético y moral en nuestra sociedad. La rectitud de vida, la honestidad, la sinceridad, la verdad, la conciencia del bien y del mal, es decir, los valores que contribuyen a la cohesión social, a la fraternidad, a la solidaridad, al sentido del bien común, parecieran estar ausentes como principios rectores de nuestra conducta como sociedad, en especial en el ejercicio de la política y del poder político.
En este contexto y porque puede ayudarnos, como sociedad, y sobre todo a la dirigencia política de nuestro país, me permito citar al Papa Benedicto XVI, de feliz memoria, en su discurso a las más altas autoridades de Alemania, en el año 2011.
La Biblia quiere indicarnos lo que en definitiva debe ser importante para un político. Su criterio último, y la motivación para su trabajo como político, no debe ser el éxito y mucho menos el beneficio material. La política debe ser un compromiso por la justicia y crear así las condiciones básicas para la paz. Naturalmente, un político buscará el éxito, sin el cual nunca tendría la posibilidad de una acción política efectiva. Pero el éxito está subordinado al criterio de la justicia, a la voluntad de aplicar el derecho y a la comprensión del derecho. El éxito puede ser también una seducción y, de esta forma, abre la puerta a la desvirtuación del derecho, a la destrucción de la justicia…
“Quita el derecho y, entonces, ¿qué distingue el Estado de una gran banda de bandidos?”, dijo en cierta ocasión San Agustín. Nosotros, los alemanes, sabemos por experiencia que estas palabras no son una mera quimera. Hemos experimentado cómo el poder se separó del derecho, se enfrentó contra él; cómo se pisoteó el derecho, de manera que el Estado se convirtió en el instrumento para la destrucción del derecho; se transformó en una cuadrilla de bandidos muy bien organizada, que podía amenazar el mundo entero y llevarlo hasta el borde del abismo. Servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político. En un momento histórico, … este deber se convierte en algo particularmente urgente.
¿Cómo podemos reconocer lo que es justo? ¿Cómo podemos distinguir entre el bien y el mal, entre el derecho verdadero y el derecho sólo aparente? Para gran parte de la materia que se ha de regular jurídicamente, el criterio de la mayoría puede ser un criterio suficiente. Pero es evidente que, en las cuestiones fundamentales del derecho, en las cuales está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, el principio de la mayoría no basta: en el proceso de formación del derecho, una persona responsable debe buscar los criterios de su orientación.
¿Cómo se reconoce lo que es justo? …Uno de los criterios es la conciencia, que no es otra cosa que el “corazón dócil” de Salomón, que pide a Dios Sabiduría para gobernar su pueblo.
Al joven rey Salomón, a la hora de asumir el poder, se le concedió lo que pedía. ¿Qué sucedería si los legisladores de hoy, se les concediese formular una petición? ¿Qué pedirían? Pienso que, en último término, también hoy, no podríamos desear otra cosa que un corazón dócil: la capacidad de distinguir el bien del mal, y así establecer un verdadero derecho, de servir a la justicia y la paz. (cfr. Benedicto XVI, 2011).
Invitamos a nuestros gobernantes, sobre todo a los políticos bautizados en la fe cristiana, a meditar las sabias palabras del querido Papa Benedicto XVI. Son reflexiones valiosas, que nos orientan en esta crisis que estamos viviendo como país, en que es fundamental preservar el Estado de Derecho, la institucionalidad democrática, así como los conceptos y los valores fundamentales de lo que significa ser República.
En medio de momentos difíciles para nuestra querida nación, es importante recordar que todos somos responsables de contribuir a la paz social y fortalecer nuestra democracia participativa y pluralista.
Que este tiempo de cuaresma nos inspire a ser mejores personas y a buscar la reconciliación y el bienestar de la República. Que nuestra fe nos guíe en cada paso que demos y nos acerque cada vez más a Cristo, Nuestro Señor y Salvador.
Así sea.

Asunción, 18 de febrero de 2024.

 

+ Adalberto Cardenal Martínez Flores
Arzobispo Metropolitano de Asunción