La palabra Pariente significa, padre o madre, o la que engendra. Que pertenece a la misma raíz, unidos al mismo linaje, estirpe o cuna. Cuando el otro día Conversaba con una persona y le conté que mi papá Aureliano Martínez Barúa nació en Yhaca Guazu, Borja-Guaira, me respondió: ich, ha che avei, che haè Barua avei,  ha martine kuera heta che areko avei che familia pe. Oimene Ñande pariente mbae. Paraguay pe ñande hae pariente pa. Todos descendemos de una raíz común.

En nuestra parroquia y en nuestra tradición santa Mónica y Agustín, es una única parroquia, porque inseparables parientes. Madre e hijo. Mónica que engendra a Agustín. Y no solo físicamente, sino por la gracia de Dios la engendra espiritualmente. La primera la engendra físicamente con el vientre, la segunda espiritualmente con las lágrimas y las rodillas dobladas de la fe. Lágrimas de fe. Parientes espirituales. En sus “Confesiones”, Agustín recuerda las lágrimas de su madre, afirmando que ella “lloró ante Dios por él más de lo que las madres suelen llorar por la muerte de sus hijos”. Este amor desbordante y la dedicación de Mónica nos enseñan que la oración insistente y la fe en la gracia de Dios son fundamentales en la vida cristiana.

Ella que amamanta al hijo con la leche materna, y luego con la leche de la Palabra y la oración, amamanta al hijo con ese nutritivo alimento espiritual. Como dice San Pedro I Pedro 2:2 Como niños recién nacidos, busquen la leche espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcan para la salvación, si es que habéis gustado que el Señor es bueno, para conformar y gustar al hijo Agustín a la bondad del Señor, y conformarse a sus designios. La primera lectura del libro del Eclesiástico (26, 1-4, 16-21) nos presenta una bella imagen de la mujer virtuosa., se nos habla de la gloria de la mujer que es madre, destacando su valor y su influencia en la vida de sus hijos.

Santa Mónica, su nombre, significa Solo Una, la que une y congrega, es el ejemplo de la madre que con fe, paciencia, cariño, decisión y coraje, se deja guiar por Dios Uno y Trino, consigue a su vez guiar, congregar y unir a su hijo Agustín en el Uno, que es Dios.

Ella ha tenido el privilegio de contar su vida por biógrafo (historiador) cercano y agradecido que ha sabido valorar bien sus cualidades de inteligencia, honradez y piedad. Han sido los escritos de su propio hijo —sobre todo las Confesiones– los que han dejado el testimonio emocionado que mostraba el genio de una mujer de cuerpo entero, con fuerte personalidad, que influyó poderosamente en su entorno.

Su función de madre no acabó con la conversión de su hijo, sino que se prolongó hasta su muerte. Por eso, cuando Agustín trataba de descubrir los misterios de Dios antes de su bautismo, su madre le seguía acompañando: «Conmigo se hallaba también mi madre. ¿Yo ya había observado con mucha atención su ingenio y su entusiasmo por las cosas divinas»? Y como madre vivirá hasta el final, contagiando a Agustín ese entusiasmo por las cosas divinas en la profunda emoción vivida con él en la ciudad de Ostia nueve días antes de morir, le decía: una sola cosa me hacía desear que mi vida se prolongará por un tiempo: el deseo de verte cristiano católico, antes de morir. Dios me lo ha concedido con creces, ya que te veo convertido en uno de sus siervos, habiendo renunciado a la felicidad terrena. No recuerdo muy bien lo que le respondí, decía Agustín, pero, al cabo de cinco días o poco más, cayó en cama con fiebre. Y, estando así enferma, un día sufrió un colapso y perdió el sentido por un tiempo.

Celebrando esta fiesta y contemplando a Santa Mónica, como ejemplo de madre, nos lleva a valorar la misión educadora insustituible, de los padres, de las madres. Recemos por tantas madres, enfermas  que sufren y se deprimen  cuando los hijos están un poco perdidos o están en caminos difíciles en la vida.

La Iglesia siempre apostará por fortalecer los vínculos de las familias y seguirá afirmando el rol importantísimo que tiene la familia de ser transmisora de la fe, de los valores evangélicos, familias que sean protectoras y defensora de la vida, desde el vientre materno; familias que sean nicho y cuna de vocaciones y promotoras del bien social. Para San Agustín, la familia es el fundamento de la sociedad, por lo que la paz doméstica se debe ordenar a la paz de la ciudad. Es decir, “la ordenada concordia entre los que mandan y los que obedecen en la casa debe relacionarse con la ordenada concordia entre los ciudadanos.

Es urgente también atender y cuidar a las familias más frágiles, vulnerables y necesitadas, que con políticas públicas de protección social se privilegie a los niños, niñas adolescentes, que viven marginalizadas por las inequidades sociales, discriminaciones y abusos. El fenómeno de las drogas es un tema que genera desconcierto y cierta impotencia en nuestras autoridades, para lograr frenar la propagación de las sustancias que crean más y más dependencias psicoactivas, en jóvenes y adultos. El gobierno central, los gobiernos departamentales y municipales deberían, reaccionar firmemente, en cooperación mutua de las instituciones del Estado,  ante esta nueva y antigua epidemia que amenaza, compromete y enferma la salud pública, para implementar las leyes existentes que mandan invertir e impulsar la creación de centros de rehabilitaciones, en los municipios, gobernaciones,  para recuperar y rehabilitar a los caídos por las adicciones y combatir denodadamente más férreamente la corrupta criminalidad organizada y transnacionales y la libre a veces impune distribución  de las drogas y derivados que destruyen el tejido social de la nación.

Les invitamos a asumir el pensamiento del Papa Francisco de que la paz proviene de un compromiso duradero con el diálogo mutuo, una búsqueda paciente de la verdad y la voluntad de anteponer el bien genuino de la comunidad al beneficio personal.

El Paraguay clama por una sociedad más fraterna, solidaria, justa, equitativa. Una sociedad reconciliada, donde prime el diálogo y la búsqueda de la paz social emparentados en la concordia. Reconociéndonos hermanos, nacidos del tronco común de generaciones de héroes y heroínas que han contribuido a levantar la patria de sufridas y dolorosas postraciones. El auténtico diálogo social supone la capacidad de escuchar y respetar el punto de vista del otro. Dialogamos cada uno desde nuestra propia identidad y convicciones, pero nos abrimos a buscar puntos de contacto, de encontrar consensos básicos para trabajar y luchar juntos por el logro del bien común, transformar nuestra sociedad en la Ciudad de Dios, de que soñaba San Agustín, donde el bien triunfa sobre el mal. Buscar y trabajar por la Patria Soñada.

En oración: Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti.

Encomendamos estas intenciones a nuestra Madre, Protectora e Intercesora, la Santísima Nuestra Señora de la Asunción, a Santa Mónica y San Agustín.

 

Adalberto Card. Martínez Flores

Arzobispo Metropolitano de Asunción

27 de agosto del 2024