Toribio nació en España (1538- 1606) y nadie más que él contribuyó a implantar la Iglesia en América Latina. Desde su llegada a Lima como Arzobispo, empezó a peregrinar sin descanso, fundando seminarios, construyendo hospitales e iglesias y promoviendo, a través de numerosos sínodos y concilios, la vida religiosa en todo el virreinato. Viajaba siempre a pie, en ayuno y oración.
Juan Pablo II lo nombró Patrono de los Obispos de América Latina.
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