En horas de la mañana de Paraguay, al rededor del medio día de Italia, se celebro la Ordenación Episcopal de Mons. Vincenzo Turturro, Nuncio Apostólico del Paraguay quién tomará relevo de Mons. Eliseo Ariotti.

La misa tuvo lugar en la Basílica Mayor de San Pedro, Ciudad del Vaticano y fue presidida por el Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de la Santa Sede, con la presencia de Su Santidad el Papa Francisco.

Además de destacamos la prensencia del Cardenal Adalberto Martínez Flores, Arzobispo de Asunción y Presidente de la CEP, el Mons. Amancio Benítez, Obispo de Benjamin Aceval y Secretario de la CEP, el Pbro. Aldo Bernal, Secretario Canciller y Cura Rector de la Catedral de Asunción, el Pbro. Richard Noguera, Económo de la Arquidiócesis y el Pbro. Humberto Valinotti, Vicario de la Catedral de Asunción.

Al término de la celebración el Mons. Vicenzo dirigió un mensaje. A continuación las palabras del nuevo Nuncio Apostólico (Traducción adaptada de la Secretaria de Comunicación del Arzobispado de Asunción)

“Porque me resulta dificil hablar en este momento he pensado confiar mi agradecimiento en una breve carta. Enviada desde esta Basílica a la Iglesia que camina en Paraguay.

Querido Pueblo del Paraguay, te escribo con la mano temblorosa, de un jóven Obispo que la providente gracia de Dios y la maternidad creadora de la Iglesia te envía como Nuncio Apostólico. Me presento con franquesa y la sinceridad de un jóven, con la escritura y también continúo a repetir: soy solo un niño y no sé que hacer.

Mi vida se desató a lo largo del sendero, de mi madre María, de padre Paolo y Marta mi hermana. Sendero de trabajo y de fé en la providencia, que fue adornada después con la belleza recibida de la Diosesis de Molfetta, Giovinazzo Terlizzi, el Venerable Don Tonino Bello, Don Donato, Don Gino que me ha Ordenado Diácono y Presbitero, y que hoy en el cielo festeja su compleaño, Don Domenico, de los hermanos que me han guiado deste el inicio del seminario de Molfetta, de las religiosas, de los religiosos que me han acompañado, de los fieles que han formado, de la Parroquia San Agustin de Giovinazzo y de la Catedral de Molfetta.

Una vida que reconozco que ha sido tejido con hilos de diferentes colores preciosos de la fé, de la esperanza y de la caridad. Una vida que tiene sus raíces en la dura y perfumada tierra que me vió nacer, una tierra que como el olivo generoso no teme donar también hoy su fruto a la Iglesia.

La inmediata bondad del Papa Francisco, las manos pacientes del Cardenal Pietro, el corazón audaz de los superiores y de mis hermanos de la Secretaría de Estado me envían a ti querida Iglesia del Paraguay.

No conozco todavía las múltiples riquezas que te embellecen, sin embargo siento ya amarte, te pido que me ayudes a pedir al buen Dios, como la Sagrada Escritura nos enseña, un corazón dócil para que sepa distinguir el bien del mal.

Pide conmigo al Señor la docilidad del corazón que desarraiga del puesto de honor, que vence el deseo de acomodarse en el camino. El Señor done a mi corazón vacilante y a mis manos inexpertas la docilidad de quien puede ponerse junto al joven que busca un sentido, de cada familia necesitada de vida, de cada trabajador inquieto por la propia dignidad, de cada pastor enamorado del evangelio, de cada enfermo fuente de consolación, a todos que tengo las ganas desenfrenadas de gritar: el Señor está contigo! Y estoy seguro, el Señor está con nosotros, no nos abandona jamás! Me presentó a ti, amada Iglesia del Paraguay con las palabras del antiguo peregrino, por la misericordia de Dios, soy hombre y cristiano, por obra gran pecador, por vocación peregrino sin demora, de cierto el más humilde que va de lugar en lugar, lo que tengo en mi espalda una alforja con el pan seco y en el seno la Sagrada Escritura, eso es todo, téngame presente en sus oraciones, sobretodo aquella que se dirige a María Santísima de Caacupé. Sepan que estan en mi.

Con afecto un jóven Obispo”.