Nuestra misión es la misión de Jesús: Proclamar un tiempo de gracia del Señor para nuestro pueblo

Hermanos y hermanas:

La Palabra nos interpela particularmente sobre la dimensión profética de nuestra misión pastoral.

Como pastores, reconocemos el clamor de nuestro pueblo, sometido a tanto sufrimiento por el pecado de la corrupción, por la falta de justicia, porque los criterios y preceptos de Dios han sido dejados de lado.

“El ayuno que yo quiero de ti es éste, dice el Señor: Que rompas las cadenas injustas y levantes los yugos opresores; que liberes a los oprimidos y rompas todos los yugos; que compartas tu pan con el hambriento y abras tu casa al pobre sin techo; que vistas al desnudo y no des la espalda a tu propio hermano. Entonces surgirá tu luz como la aurora y cicatrizarán de prisa tus heridas; te abrirá camino la justicia y la gloria del Señor cerrará tu marcha.” (Is 58,1)

No podemos quedar indiferentes ante esta sentencia. Nos indica el camino profético, denunciar y anunciar. A veces con palabras fuertes, que incomodan: “Es que el día en que ustedes ayunan encuentran la forma de hacer negocio y oprimen a sus trabajadores. Es que ayunan, sí, para luego reñir y disputar, para dar puñetazos sin piedad. Ese no es un ayuno que haga oír en el cielo la voz de ustedes.”

El próximo año 2026, la Conferencia Episcopal Paraguaya cumplirá 70 años de su creación. En estas casi siete décadas, el colegio episcopal paraguayo siempre ha procurado ser fiel a la Voluntad del Padre, cumpliendo su misión de anunciar la Buena Noticia a nuestro pueblo y denunciando aquellas situaciones que eran contrarias a los “juicios de Dios”. Han sido tiempos muy duros y difíciles, que los obispos supieron enfrentar gracias al coraje evangélico y la fuerza de la comunión eclesial.

Basta repasar los diversos documentos, cartas, mensaje y comunicados del episcopado para valorar el empeño de los pastores para ser “una Iglesia al servicio del hombre”, escuchando el grito de los pobres, de los oprimidos, de los perseguidos, de las víctimas de todo tipo de injusticias.

En la actualidad y en este contexto, recordamos de manera particular al Santo Padre y oramos por su salud, por su vida y por su ministerio petrino. (Lectura del libro de lsaías 58, 1-9a) Esto dice el Señor Dios: «Grita a pleno pulmón, no te contengas, alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus delitos, a la casa de Jacob sus pecados». A pesar de sus pulmones debilitados, el Papa Francisco, sigue soplando sabiduría con el legado de su rico Magisterio.

A lo largo de estos 12 años de pontificado (19 de marzo de 2013), Francisco ha puesto todo su empeño en retomar y profundizar las orientaciones del Concilio Vaticano II y, de esa manera, volver a las fuentes del Evangelio, a la razón de ser de la Iglesia que es anunciar con alegría la Buena Noticia a todos, sin exclusión, en todos los tiempos y en todos los contextos.

En 1974, los obispos afirmaban: “Esta es la hora de la Iglesia en el Paraguay… ¿Por qué insistimos tanto en que esta tiene que ser la hora de nuestra Iglesia?… Vivimos en un momento particularmente grande, difícil, y providencial. Nunca como ahora se ha mirado y cuestionado a la Iglesia y se espera de ella su aporte propio; y la misma Iglesia se pregunta en la sinceridad del Espíritu, ¿qué puede dar al hombre paraguayo?”[1]

Son las mismas preguntas que podemos hacernos hoy, 51 años después. Con mayor razón por la situación compleja que vive nuestro país, en el año de Jubileo de la Esperanza. Se espera mucho de la Iglesia. Se confía en la Iglesia. Como dice Benedicto XVI, la sociedad más justa no es tarea de la Iglesia sino de la política, pero interesa sobremanera a la Iglesia, pues está en juego la dignidad de la persona humana.

Son actuales las preocupaciones de los obispos en 1979: “La quiebra de los valores morales nos atañe directamente a todos y a cada uno de los ciudadanos y una respuesta adecuada a esta situación exige nuestra conversión personal y el saneamiento de nuestras instituciones públicas y privadas…El ritmo creciente en que suceden hechos delictuosos, la impunidad de que gozan sus autores, la reacción cada vez más resignada y permisiva de la gente nos deben alarmar a todos, pero especialmente a los cristianos, que queremos ser la conciencia moral de la nación y el fermento liberador de nuestra sociedad.”[2]

Nuestra misión es la misión de Jesús: proclamar un tiempo de gracia del Señor: llevar la buena noticia a los pobres…[3]

El Evangelio es palabra de alegría, que nos llama a la acogida, a la comunión y a caminar, como peregrinos, hacia el Reino de Dios. Él se hace presente, para caminar con nosotros…El Evangelio no defrauda jamás…[4]

Confiados en las promesas del Señor, llevemos la alegría liberadora del Evangelio a todos los ambientes y rincones de nuestra geografía patria.

 

Atyrá, 7 de marzo de 2025.

 

+ Adalberto Cardenal Martínez Flores

Arzobispo Metropolitano de Asunción

 

[1] CEP. Carta Pastoral, Conversión y Reconciliación, 5 de julio de 1974

[2] CEP. Carta Pastoral, El Saneamiento Moral de la Nación, 12 de junio de 1979.

[3] Lc 4,16-21

4. Francisco. Mensaje Domingo de la Palabra de Dios 2025.