Evangelio de hoy
MARTES DE LA V SEMANA DE CUARESMA
Evangelio según San Juan 8, 21-30
“El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo”
Jesús dijo a los fariseos: “Yo me voy, y ustedes me buscarán y morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir”. Los judíos se preguntaban: “¿Pensará matarse para decir?: ‘Adonde yo voy, ustedes no pueden ir”. Jesús continuó: “Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso les he dicho: ‘Ustedes morirán en sus pecados’. Porque si no creen que yo soy, morirán en sus pecados”. Los judíos le preguntaron: “¿Quién eres tú?”. Jesús les respondió: “Esto es precisamente lo que les estoy diciendo desde el comienzo. De ustedes, tengo mucho que decir, mucho que juzgar. Pero aquel que me envió es veraz, y lo que aprendí de él es lo que digo al mundo”. Ellos no comprendieron que Jesús se refería al Padre. Después les dijo: “Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que yo soy y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada”. Mientras hablaba así, muchos creyeron en él. Palabra del Señor.
Meditación
Intenso diálogo entre la Misericordia y los prejuicios. El pecado de los judíos les estaba por matar, ya que, de manera gradual y progresiva, han perdido las raíces de lo más sagrado de sus vidas. Ellos le buscarán, pero no estaban bien dispuestos y persistían en su obstinación, en la serie de prejuicios que les hizo perder el rumbo y el conocimiento de Dios: desconocer al Padre consistirá en no reconocer al Hijo de Dios. El que sería levantado como la “serpiente en el desierto” estaba hablando, no como un mero representante, sino con su autoridad divina. Pablo lo descubriría en aquel encuentro camino a Damasco.
El pecado es como una “enfermedad silenciosa”, como el cáncer o como la corrupción que se empieza como algo bueno y aparente, necesario hasta notar la gravedad de un hecho que indigna, enferma y destruye. Se trata de la “mundanidad” como dice San Agustín: “Puesto que todos somos pecadores y la infidelidad de los judíos consistía en “morir en sus pecados”. Si fuera así, quitaría también la esperanza a aquéllos que creerían en El (In Ioannem, tract. 38-39.49). Aprovechemos pues este tiempo de gracia para renovarnos.
Nos ayuda el Señor a superar “cierta contradicción entre «no juzgo» y «tengo que juzgar». «No juzgo», lo dice Jesús refiriéndose al tiempo presente, y cuando dice que tiene que juzgar se refiere al porvenir” (ídem).
Llama viva para mi esperanza,
que este canto llegue hasta ti,
seno eterno de infinita vida,
me encamino, yo confío en ti.
- Toda lengua, pueblos y naciones
hallan luces siempre en tu Palabra.
Hijos, hijas, frágiles, dispersos,
acogidos en tu Hijo amado.
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