El reloj marcaba las 15 horas del domingo cuando se abrió el portón de la penitenciaría regional de Emboscada, situada en una zona despoblada de la localidad, a 32 kilómetros de Asunción.

El sol y la humedad dejaron su marca imborrable sobre el gran muro que rodea a este lugar, que en su tiempo fue considerado de máxima seguridad.

Los internos que se encontraban en el patio, no ocultaron su sorpresa ante la llegada de Monseñor Edmundo Valenzuela que realizó una visita al lugar para llevar su solidaridad  al  Padre Silvestre Olmedo y compartir con los demás internos, precedido por la palabra de Cristo: Estuve en la cárcel y vinieron a verme… Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron.

El arzobispo sintió que se encontraba con el mismísimo Señor, en la alegría que expresaban los rostros de los internos que lo recibieron con mucho cariño, en el patio principal.

A pocos metros de la oficina de guardia, en el sector conocido como «Admisión», el Padre Silvestre estaba rezando con un grupo de fieles que llegaron desde la  ciudad de Limpio.

El hombre que está enfrentando una dura prueba, se fundió en un abrazo con su obispo que se acercó a él, para darle su apoyo y su bendición de la Iglesia en el momento en que más precisa de la oración de todos los fieles.

La población penitenciaria, ávida de palabras de consuelo, recibió con alegría las palabras del Arzobispo que exhortó al Padre Silvestre a seguir orando con los demás internos, mientras dure su reclusión.

Las palabras fortalecieron el espíritu del sacerdote que manifestó estar frente a un gran reto, que lo enfrentará apoyado en el Señor, como uno más de los 1.400 hombres que allí guardan reclusión, sometido a la Justicia sin poner ningún obstáculo.