Evangelio de hoy

LUNES DE LA SEMANA 29ª DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio según San Lucas 6, 12-19 

“Salía de él una fuerza que sanaba a todos”

Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor. Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban curados; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos. Palabra del Señor.

Meditación

Desde el momento en que Jesús anuncia que subirá a Jerusalén (cf. Lc 9,51), su mensaje y su camino se centran en lo que vale el Reino, que es la verdadera riqueza para los seres humanos. El verdadero tesoro es el Reino de Dios que nos plenifica y nos ayuda a ser verdaderamente felices, pero toda vez que estemos desprendidos de lo que impide la vivencia del Reino. Todos los bienes de este mundo son una mentira (podríamos comparar con los dioses falsos), es idolatría o absolutización de los bienes materiales o incluso morales (como el reclamo a los fariseos, sobre todo en cuanto a la hipocresía).

El texto enseña cuando Jesús ilumina sobre el tema de la ambición, codicia y el deseo de poseer cada vez más y más, sin tener límite alguno porque su verdadera seguridad está en el tener bienes materiales. “No confíen en la violencia, no presuman de lo robado; aunque aumenten sus riquezas, no pongan el corazón en ellas” (Sal 62,11); “cuando dice: ´Ya puedo descansar, ahora disfrutaré de mis bienes´, no sabe cuánto tiempo pasará hasta que muera y tenga que dejárselo a otros” (Eclo 11,19; cf. Eclo 31,1-11). Los bienes son una bendición de Dios, pero poniéndolos al servicio de los demás y llegar la persona a convertirse en rica ante Dios (pues será sólo aquello que llega a compartir lo que terminará formando parte de su vida para siempre).

Atención: cuando más damos, más recibimos. En la vida con Dios, terminan siendo nuestras las cosas que de verdad compartimos y, terminan y desaparecen, las que tenemos (incluso en abundancia) pero no las compartimos. Lo que nos pertenece para siempre será aquel gesto de regalarnos a los hermanos en el camino de la vida, aquella actitud de escucha aunque la otra persona nos rompa la paciencia, dando sonrisa y alegría al triste y angustiado

Perdón Señor porque muchas veces, además de ser autorreferenciales, ponemos nuestra confianza sólo en nuestras facultades humanas y en los bienes materiales. Ayúdanos a poner nuestra absoluta confianza en Ti, y ser ricos ante Ti, amando a los hermanos compartiendo con ellos tiempo, talento y tesoro, porque todos ellos son regalos de tu infinita misericordia. Gracias por enseñarnos que con tener mucho dinero no está asegurada nuestra vida, sino que la única seguridad es compartiendo aquello que Tú mismo nos has dado para disfrutar en tu Presencia para siempre. Amén.