“SOMOS COLABORADORES DE DIOS” (1 Cor 3,9)

Hermanos y hermanas en Cristo:

Nos encontramos reunidos en torno al altar del Señor para esta solemne celebración de la Eucaristía: regocijados con la consagración de un nuevo obispo para la Iglesia en el Paraguay, Mons. Roberto Carlos Zacarías López. Querido hermano, a partir de esta ordenación te integrarás al colegio de Obispos del Paraguay, aportando tu juventud, carisma y sabiduría. Al mismo tiempo nos alegramos grandemente por tu toma de Posesión Canónica de la nueva Diócesis de Canindeyú, aquí en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús de Katueté.

Esta ordenación episcopal se da en el contexto de la creación de una nueva jurisdicción eclesiástica, la Diócesis de Canindeyú, cuyo primer obispo, es histórico, será Mons. Roberto.

Conforme a la carta del Apóstol Pablo a los corintios, la misión del Mons. Roberto será la de regar lo sembrado y construir sobre los cimientos que ya han sido puestos por el trabajo de evangelización en nuestras tierras, realizado por tantos pastores misioneros, clérigos y frailes de la primera hora del Paraguay, obispos, religiosos y religiosas y agentes de pastoral laicos, con muchos Santos mártires como San Roque González de Santa Cruz y compañeros. Recordamos también a Mons. Juan Sinforiano Bogarín, primer Arzobispo del Paraguay, que recorrió toda la geografía patria; también hacemos memoria, de quienes abrieron los surcos y señalaron el camino guiando a esta porción del pueblo de Dios, como Mons. Francisco Cedzich y Mons. Agustín Van Aaken, Misioneros del Verbo Divino; Mons. Óscar Páez Garcete, Mons. Pastor Cuquejo, Mons. Ignacio Gogorza, Mons. Rogelio Livieres, Mons. Ricardo Valenzuela y, últimamente, Mons. Guillermo Steckling, recientemente sucedido por Mons. Pedro Collar, de quienes el Mons. Roberto ha sido un cercano colaborador.

El fundamento ya está puesto y nadie puede poner otro, porque el fundamento es Jesucristo, dice el Apóstol… pero, somos colaboradores de Dios, y ustedes son el campo de Dios, el edificio de Dios, indica También Pablo.

Y de este pasaje a los corintios está tomado el lema episcopal que ha escogido Mons. Roberto para guiarle en su misión de pastor. Al explicar su lema, Mons. Roberto expresa que Pablo ha acuñado algunas de las más hermosas imágenes sobre la Iglesia, a la que llama “campo que Dios cultiva”, “casa que Dios edifica”; estas imágenes sirven para ilustrar, por una parte, el protagonismo, y por otra el dinamismo de la acción divina: Sólo Dios es el que hace crecer y desarrollarse, también hoy a la comunidad cristiana y a cada uno de sus miembros. Pero una vez asegurado el protagonismo absoluto de Dios y de Cristo, Pablo habla de la necesaria colaboración humana. Una colaboración que ha de ser a la vez solidaria y personal, seria y comprometida.

A cada obispo se nos asigna ser pastor de una Iglesia particular a ejemplo de Jesús, el Buen Pastor. A partir de hoy, Mons. Roberto asumirá esa misión desafiante y difícil en esta nueva Diócesis de Canindeyú, pero, como dice el salmo, no estará solo, porque El Señor lo estará sosteniendo con su vara y con su bastón; lo estará conduciendo por el recto sendero y enfrentará las quebradas oscuras con plena confianza en el Buen Pastor, que nada le hará faltar. Y con él remarán sus colaboradores diocesanos.

En el Evangelio, San Juan indica las características del Buen Pastor.

Primera característica: dar la vida por las ovejas.

El pastor, «se juega la vida por los suyos»: habla por el que no puede hablar, defiende al injustamente acusado, denuncia al opresor y cada día pone a precio su cabeza por salvar la cabeza de los otros. Ardua la misión…que exige la valentía del discípulo misionero.

Segunda característica: «Conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí, como el Padre me conoce y yo conozco al Padre.» ¿Qué significa esto de que el auténtico pastor conoce a sus ovejas?

El auténtico pastor sale de sí mismo, trata de mirar con ojos distintos, de descubrir qué anda mal y qué se puede mejorar o cambiar. No espera a ser llamado: acude allí donde alguien lo necesita. Por eso conoce a los suyos: porque vive y comparte su situación, su necesidad, su miseria, su enfermedad, su ignorancia o su debilidad.

El rebaño reconoce pronto al auténtico pastor: porque lo ve con él, actuando, trabajando, pensando, tomando iniciativas o escuchando con comprensión.

Tercera característica: «Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor.» El auténtico pastor no se cierra; no piensa solamente en los de dentro. Tiene, en cambio, un corazón amplio, abierto, pluralista. No se siente dueño de sus ovejas sino el servidor de todos aquellos que buscan la verdad.

Son múltiples los desafíos que esperan al nuevo pastor teniendo en cuenta las condiciones sociodemográficas, culturales, productivas y ambientales que presenta el territorio de la Diócesis de Canindeyú, que coincide con la geografía del XIV Departamento del país. Tiene una población de casi 250 mil habitantes, de los cuales los católicos son aproximadamente 210 mil. La cultura de Canindeyú es diversa y rica, influenciada por las tradiciones de los pueblos indígenas, los colonos europeos y la población local.

La nueva Diócesis tiene en su territorio a los pueblos indígenas, que son aproximadamente 17.000, que requiere una atención pastoral preferencial por su condición de vulnerabilidad frente al modelo de producción mecanizada a gran escala predominante en la zona. Hay tensiones y conflictos no resueltos y que demandarán un esfuerzo prioritario de la Iglesia particular de Canindeyú para la paz social, la concordia basada en el diálogo y en el respeto a los territorios, a la cultura y a los derechos consuetudinarios de los pueblos indígenas.

En este mismo sentido, otro desafío pastoral impostergable es el cuidado de la casa común. En esta región del país quedan los últimos remanentes del bosque atlántico del Alto Paraná, considerado como uno de los bosques con mayor diversidad biológica del mundo y entre las más amenazadas por la acción humana; además, es una de las zonas de recarga del acuífero guaraní. Es urgente escuchar y actuar conforme al dramático llamado del papa Francisco quien, en su última exhortación apostólica Laudate Deum, nos dice: El mundo que nos alberga se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre…es indudable que el impacto del cambio climático perjudicará de modo creciente las vidas y las familias de muchas personas… algunas manifestaciones de esta crisis climática ya son irreversibles… solo estamos a tiempo para evitar daños todavía más dramáticos… se nos pide nada más que algo de responsabilidad ante la herencia que dejaremos tras nuestro paso por este mundo.

Responder a estos desafíos pastorales no son solo para el nuevo obispo y para los católicos de la Diócesis de Canindeyú, es para toda la Iglesia y para todas las personas de buena voluntad del Paraguay. No podemos quedar indiferentes ante el clamor de los pobres, entre los cuales están la casa común y los pueblos indígenas.

A Jesús, Buen Pastor, “le importan las ovejas” y por eso cuida y vela por su rebaño. El cuidado de la vida es el modo de ser humanos y de relacionarnos con el otro, con la naturaleza, con nosotros mismos y con Dios. La palabra “cuidado” expresa desvelo, atención, solicitud, delicadeza y, también, preocupación y responsabilidad ante la existencia de alguien o de algo que es valioso y tiene importancia para nosotros. Cuidar la vida, en sentido integral, es estar atentos a las necesidades más básicas de todos, en especial de los más necesitados, vulnerables y excluidos de nuestra sociedad: comida, agua, salud, educación, trabajo, que les permitan vivir dignamente, pero supone además promover actitudes encaminadas al respeto de toda persona, a través de las palabras, de los gestos y los actos que suscitan mayor deseo y gozo de vivir, un sentido más hondo y pleno de su existencia.

En este contexto adquiere pleno sentido y trascendencia lo que nuestro hermano, Mons. Roberto Zacarías, recoge en su escudo episcopal y expone como programa de su episcopado: “Aquí estamos todos; ha llegado la hora de remar mar adentro. Ha llegado la hora, y debemos ser puntuales. Toda la Iglesia y cada uno de nosotros, recibe esta llamada al inicio del Tercer Milenio. Hay que remar, tirar las redes y recoger los peces para alimentarlos con la vida y la verdad de Cristo. Ninguno puede sentirse excluido de esta urgente llamada; por el contrario, todos los miembros de la Iglesia mueven los remos, y el Capitán de la barca es Pedro, el Santo Padre. Ha llegado la hora en que, testificando con el poder del Espíritu Santo, nos lancemos a la Nueva Evangelización, tan necesaria en el mundo de hoy.”

Toda la Iglesia en el Paraguay se alegra por el nuevo obispo, cuya juventud, sólida formación intelectual, humildad y trayectoria de servicio, inspiran y generan gran esperanza.

Querido hermano Roberto, tal como expresas en tu lema y escudo, es Cristo, de hecho, quien en el ministerio del obispo continúa predicando el Evangelio de la salvación, es Cristo quien continúa santificando a los creyentes a través de los sacramentos de la fe. Es Cristo quien en la paternidad del obispo hace crecer su cuerpo, que es la Iglesia, con nuevos miembros prestando especial atención a las familias, a los niños y jóvenes. Es Cristo quien, con la sabiduría y la prudencia del obispo, guía al pueblo de Dios en la peregrinación terrena hacia la felicidad eterna.

Como las estrellas guiaban a los marineros, la Santísima Virgen María será la estrella que te guiará por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo el Señor, quien nos alberga en su Sagrado Corazón, junto a la porción del Pueblo de Dios, cuyo pastoreo te encomienda la Iglesia.

Así sea.

Katueté, 2 de marzo de 2024.

+ Adalberto Cardenal Martínez Flores

Arzobispo Metropolitano de Asunción

Presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya