VIERNES DE DOLORES

Esta fecha la extendió universalmente el Papa Benedicto XIII en 1472, para que el viernes previo al Domingo de Ramos se celebrara a la Virgen Dolorosa. A inicios del siglo XIX, en 1814, el Papa Pío VII dispuso que la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores se celebre cada 15 de septiembre, un día después de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.

El Concilio Vaticano II consideró, dentro de las diversas modificaciones al calendario litúrgico, suprimir las fiestas consideradas «duplicadas», esto es, que se celebren dos veces en un mismo año; por ello la fiesta primigenia de los Dolores de Nuestra Señora el viernes antes del Domingo de Ramos fue suprimida, dejando solo la celebración del 15 de septiembre.

Considerando, sin embargo, la extendida tradición de la celebración del Viernes de Dolores, la Tercera Edición Típica del Misal Romano, actualmente en vigencia, trae en este día una propuesta de Misa votiva dedicada a Santa María junto a la Cruz, que puede ser celebrada, a elección del sacerdote.

 

Inicio de la Semana Santa:

El DOMINGO DE RAMOS «en la Pasión del Señor»

 

El Domingo de Ramos da inicio a la Semana Santa. A través de los ritos de este día, Jesús invita hoy nuevamente al pueblo congregado a que le siga en su camino hacia la victoria pascual (las palmas simbolizan esta victoria) aunque para ello sea necesario el camino de la cruz (que se recuerda en la larga lectura del Evangelio de este día).

Es importante recordar que la celebración del Domingo de Ramos es un pórtico, una entrada; no obstante, nos encontramos todavía en tiempo de Cuaresma, a pesar de los elementos y símbolos que la hacen muy singular.

La liturgia se encarga, además, de resaltar que, por encima del hecho histórico de la entrada del Señor en la ciudad de Jerusalén, este acontecimiento tiene también un significado espiritual: el Señor entra en la Jerusalén de este mundo como profecía de su entrada en la Jerusalén definitiva del reino eterno.

 

Aspectos importantes de la celebración de este día:

 

  • La unidad de los momentos litúrgicos de esta celebración: La bendición de ramos y la procesión que preceden a la celebración misma no son dos aspectos separados. La procesión viene a ser la Solemne Liturgia de introducción a la Misa para conmemorar la entrada del Salvador en la Ciudad Santa. Por tanto, lo que se tiene es una Misa con un rito procesional muy singular. De esta manera, la bendición de palmas con procesión forma parte de la celebración eucarística y, por ende, es necesario que los fieles participen en ambos momentos.

 

  • Los ritos de este día: En todas la Misas se recuerda el ingreso del Señor, por medio de la procesión o la entrada solemne antes de la Misa principal, o por medio de la entrada simple antes de las otras Misas. La entrada solemne, pero no la procesión, puede repetirse antes de aquellas Misas que se celebran con gran asistencia de fieles.
  • Procesión (se hace solamente antes de la Misa principal de este domingo): Los ministros y los fieles se reúnen en un lugar apto, fuera del templo. Allí se proclama el Evangelio de la bendición de ramos, se bendicen los ramos, y desde aquí se inicia la procesión hacia el templo, donde la celebración eucarística se desarrolla como de costumbre.
  • Entrada solemne (antes de la Misa principal o Misas con gran asistencia de fieles): Cuando no es posible hacer la procesión fuera de la Iglesia, los fieles se reúnen en la entrada del templo, o bien, dentro de éste. En este lugar se proclama el Evangelio y se bendicen los ramos. A continuación, los ministros se dirigen hacia el presbiterio, y la celebración continúa como de costumbre.
  • Entrada simple: se realiza en todas las demás Misas de este domingo en las que no se hace la procesión o la entrada solemne. Mientras el sacerdote se dirige al altar, se canta la antífona de entrada con su salmo u otro canto similar. El sacerdote, al llegar al altar, lo venera y se dirige a la sede. Después de la señal de la cruz, saluda al pueblo. Luego, la Misa continúa como de costumbre.

 

  • La lectura de la Pasión del Señor: La solemne y extensa lectura de la Pasión es lo más característico de la Misa de este día. Siguiendo la actual ordenación litúrgica en tres ciclos, el evangelio puede ser el de Mateo, el de Marcos o el de Lucas. La lectura del evangelio se despoja de todo ceremonial: no se usan velas ni incienso; se omite el saludo «El Señor esté con ustedes» y la signación del libro. Simplemente se comienza con el anuncio: «Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san …».

 

  • Las palmas y su significado: A los fieles les gusta conservar en sus hogares, y a veces en el lugar de trabajo, los ramos de olivo y otros árboles, que han sido bendecidos y llevados a la procesión. Sin embargo, es preciso instruir a los fieles sobre el significado de la celebración, para que entiendan su sentido. Será oportuno, por ejemplo, insistir en que lo verdaderamente importante es participar en la procesión y no simplemente procurarse una palma o ramo de olivo; que estos no se conserven como si fueran amuletos, con un fin curativo o para mantener alejados a los malos espíritus y evitar así, en las casas y los campos, los daños que causan, lo cual podría ser una forma de superstición. La palma y el ramo de olivo se conservan, ante todo, como un testimonio de la fe en Cristo, rey mesiánico, y en su victoria pascual.

LUNES, MARTES, MIÉRCOLES SANTOS

 

 

Hemos dicho que el Domingo de Ramos recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, y en esta reconstrucción litúrgica de la vida de Jesús, decimos que el Lunes, Martes y Miércoles santos hacemos memoria respectivamente de los acontecimientos previos a su pasión, muerte y resurrección: la unción recibida en Betania (Lunes Santo), el anuncio de la traición de Judas (Martes Santo) y del hecho mismo de la traición (Miércoles Santo), por medio de los evangelios que son proclamadas en las celebraciones de estos días.

Se debe tener presente que estos días pertenecen aún a la Cuaresma y, por tanto, participan de su sentido y es necesario vivirlos y celebrarlos en el marco cuaresmal (desde el Domingo de Ramos hasta las primeras vísperas del Jueves Santo, inclusive). 

El Jueves Santo por la mañana, la Misa Crismal es celebrada por el obispo diocesano, en compañía de todo el presbiterio perteneciente a su diócesis. Esta Misa manifiesta la comunión de los presbíteros con su obispo. En ella, los mismos renuevan las promesas sacerdotales que realizaron el día de su ordenación. La bendición de los santos óleos: el de los enfermos, el de los catecúmenos y del Santo Crisma a utilizarse en la celebración de la Confirmación, del Bautismo y del Orden Sagrado, se realiza por única vez en el año dentro de esta Misa. 

EL SANTO TRIDUO PASCUAL

 El Santo Triduo Pascual celebra el paso o tránsito del Señor de este mundo al Padre a través de su muerte, sepultura y resurrección, que tuvieron lugar en los tres días del viernes, sábado y domingo. Por ello, el Triduo Pascual, como lo sugiere su propio nombre, está formado por tres días (Viernes, Sábado y Domingo de Resurrección), no por cuatro, como acontecería si el Jueves se considerara también como parte del Triduo.

La solemnidad máxima del Triduo Pascual, como habitualmente sucede en los días más solemnes del calendario cristiano, se inicia en las últimas horas de día precedente. En esta máxima solemnidad, el inicio consiste en una misa vespertina que, a semejanza de las primeras Vísperas de las solemnidades, constituye como el pórtico o entrada al Triduo Pascual.

Todas las celebraciones del Triduo tienen como objeto el «conjunto» del Misterio pascual o «tránsito» de Jesucristo que, a través de las tres facetas de muerte, sepultura y exaltación al cielo, pasa de este mundo al Padre y hace pasar también consigo a la humanidad entera, de la muerte a la vida y del pecado a la vida de amistad y comunión con Dios.

Todos y cada uno de los días del Triduo Pascual, y todas y cada una de sus celebraciones, conmemoran la totalidad del Misterio pascual. Este único misterio se celebra, con todo, con matices propios en cada uno de los días del Triduo Pascual.

JUEVES SANTO: el pórtico del Triduo Santo

 La Misa Vespertina de la Cena del Señor abre solemnemente el Triduo Pascual. Esta Misa es celebrada a la misma hora del atardecer en que Jesucristo celebró por primera vez la Eucaristía y encargó a los apóstoles su reiteración. La última cena fue significada por el Señor como la forma del establecimiento de una alianza nueva, señalizada por el pan y el vino compartidos.

El aspecto sobresaliente de este día es, sin duda, la institución de la Eucaristía, es decir, el memorial que nos hace siempre vitalmente presente el misterio pascual de Jesús. Es la presencia de Cristo entre nosotros, y hoy admiramos y ofrecemos particularmente este don de su amor.

Celebramos también la institución del sacerdocio ministerial. Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, nos comunica a todos por medio del bautismo, su realidad sacerdotal, para que, estando en comunión con Él, glorifiquemos al Padre. Sin embargo, a algunos cristianos Jesús les ha comunicado por la ordenación (sacramento del Orden), la gracia del sacerdocio ministerial que los pone al servicio de su comunidad.

Hoy también celebramos el mandato de la caridad, del amor sin límites, manifestado por el gesto de servicio del Señor y sus palabras: «Les he dado este ejemplo para que, lo que Yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan» (Jn 13, 15). En el lavatorio de los pies, tenemos una concretización elocuente de esa entrega de Jesús hasta el fin. Participando del Cenáculo, donde el Señor establece la alianza con nosotros, damos inicio a la Pascua de Cristo, realizando las palabras de la Escritura: «Yo he deseado ardientemente cenar con ustedes esta Cena Pascual antes de sufrir» (Lc 22, 15).

Aspectos importantes de la celebración de este día:

  • Puede adorarse el altar con flores, conservando la moderación y respetando las características del día.
  • En esta Misa, se canta el Gloria, que no volverá a entonarse sino hasta la Vigilia Pascual. Mientras se canta este himno, se tocan las campanas.
  • El lavatorio de los pies se realiza después de la homilía.
  • No se dice
  • Al finalizar la celebración, concluida la oración después de la Comunión, se realiza el traslado del Santísimo Sacramento – en el copón, no en la custodia – hasta el lugar preparado para su reserva, que puede ser una capilla convenientemente dispuesta y adornada. Las formas consagradas servirán para la Comunión del Viernes Santo (pues es el único día del año en el que la Iglesia se priva del Santo Sacrificio de la Misa).
  • El sacerdote coloca el copón en el sagrario, lo inciensa y cierra la puerta.
  • La adoración se realiza hasta la media noche, con el sagrario cerrado. Luego de la media noche, la adoración se realiza sin solemnidad alguna.
  • En el momento oportuno se despoja el altar y, si es posible, se retiran las cruces de templo.

Primer día del Santo Triduo Pascual:

VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

 La característica más propia del Viernes Santo, primer día del Triduo, es la contemplación de Cristo que, con su muerte, inaugura la Pascua venciendo la muerte de toda la humanidad.

La Iglesia, pues, en este primer día, contempla y celebra la totalidad del Misterio pascual, pero subrayando, sobre todo, su punto de arranque: la muerte gloriosa del Señor que sube a la cruz para pasar de ella a su reino. Pero al subrayar en este día la muerte del Señor, no se olvida de la resurrección. Bajo este aspecto, es especialmente significativa la antífona que repetimos durante el rito de la adoración de la Cruz: «Señor, adoramos tu Cruz, alabamos y glorificamos tu santa Resurrección».

Es el único día de todo el año en el que la Iglesia no celebra la Eucaristía ni ninguno de los otros Sacramentos, excepto la Reconciliación y la Unción de los enfermos.

La Celebración de la Pasión del Señor se desarrolla en tres partes:

  • Primera parte: Liturgia de la Palabra.
  • Segunda parte: Adoración de la santa Cruz.
  • Tercera parte: Sagrada comunión.

Aspectos importantes de la celebración de este día:

  • Como no celebramos la Eucaristía, desde el inicio de la celebración el altar del templo está despojado por completo: sin cruz, sin candelabros, sin mantel.
  • Al igual que el Domingo de Ramos, la lectura extensa del Evangelio de la Pasión del Señor cobra una gran relevancia. En esta ocasión, corresponde al evangelista Juan, independientemente del ciclo litúrgico del año en curso.
  • El Misal ofrece dos formas de realizar el rito de la adoración de la Santa Cruz, a elección del sacerdote y según las circunstancias. La adoración por parte del pueblo puede realizarse inmediatamente después de la adoración de los ministros; o bien, debido a la cantidad de fieles, puede dejarse para el final de la celebración.
  • La oración universal establecida para este día es la más solemne de todo el año. Esta misma oración la realiza todo el pueblo cristiano a lo largo del mundo, e incluye una oración particular del sacerdote después de cada petición.
  • Al no celebrarse la Eucaristía, la Comunión eucarística que concluye la acción litúrgica, se realiza con las hostias consagradas el día anterior, en la Misa de la Cena del Señor.

SÁBADO SANTO: el día del Gran Silencio

 Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, en la oración y el ayuno (que en este día es opcional, aunque recomendado), meditando su pasión y su muerte, así como su descenso al lugar de los muertos en la espera de su resurrección.

«El día del silencio: hay un gran silencio sobre toda la Tierra; un silencio vivido en el llanto y en el desconcierto de los primeros discípulos, conmocionados por la muerte ignominiosa de Jesús» (Papa Francisco).

Podemos vivir este día con María, «también ella lo vive en el llanto, pero su corazón estaba lleno de fe, lleno de esperanza, lleno de amor» (Papa Francisco). Con Ella aguardamos ese momento en el que, en las tinieblas del Sábado Santo, irrumpirán la alegría y la luz con los ritos de la Vigilia pascual y el canto festivo del Aleluya.

La Iglesia se priva también hoy de la celebración del sacrificio de la Misa y mantiene despojado el altar hasta que, después de la solemne Vigilia Pascual durante la noche, comience la alegría pascual, cuya plenitud se extenderá a lo largo de cincuenta días. En este día, la Comunión sólo se administra a modo de viático.

DOMINGO DE RESURRECCIÓN:

Vigilia Pascual en la Noche Santa

 Del mismo modo que el Triduo Pascual es la celebración central del año litúrgico, así la Noche Santa de Pascua es, a su vez, el punto culminante del Triduo Pascual. La Vigilia Pascual es la mayor de las celebraciones del año litúrgico; es la cumbre a la que vamos ascendiendo por medio del camino cuaresmal y cuya prolongación celebraremos durante cincuenta días.

Esta celebración, por una parte, pone fin al Triduo Pascual, y por otra, inaugura la cincuentena festiva de Pascua que, a la manera de un gran domingo, se prolonga desde esta noche hasta la solemnidad de Pentecostés. La Vigilia Pascual, por tanto, pertenece por una parte al Triduo y, por otra parte, sin dejar de formar parte de este Triduo, inaugura a su vez la cincuentena pascual.

Ésta es la «noche de vigilia en honor del Señor» (Ex 12,42), como aquella noche de la salida de Egipto. En aquella noche, el Señor pasó para salvar y librar a su pueblo oprimido en la esclavitud. En una noche semejante, Cristo pasó de la muerte a la vida, librando así al ser humano de su gran enemigo: la muerte.

La liturgia de esta Noche Santa es muy especial: es presencia viva a través de los signos, del acontecimiento fundamental de la salvación, la muerte y resurrección del Señor. Estos signos se suceden a lo largo de la celebración en cuatro momentos:

 

  • 1° Liturgia de la luz: El mundo de las tinieblas es atravesado por la luz que es Cristo Resucitado. En Él, que es el primogénito que resucita entre los muertos (Col. 1, 18), se ilumina el destino del hombre y su identidad como «imagen y semejanza divinas». Hoy asistimos al rito de la bendición del fuego nuevo, y de la bendición y encendido del cirio pascual, que es signo de Cristo, Luz del mundo, que vence nuestras tinieblas. Este cirio, a partir de cuya llama toda la asamblea enciende sus propias velas, permanecerá encendido en las celebraciones de la cincuentena pascual, como también en los ritos bautismales y en las exequias, a lo largo del año, como signo de esperanza en la vida nueva del Resucitado. Dentro de este rito introductorio, se incluye también el canto del pregón pascual.
  • 2° Liturgia de la Palabra: Hoy recibimos la Palabra de Dios en forma excepcional. Las siete lecturas del Antiguo Testamento son un compendio de la Historia de la Salvación; por el Bautismo, nos insertamos en esta historia que Dios ha llevado adelante desde el momento de la creación hasta llegar a la gran noticia de la Resurrección de Jesús en el Evangelio. Consciente de que la Pascua de Cristo es cumplimiento y recapitulación de todo, la Iglesia medita lo que Dios ha llevado a cabo en la historia.

 

  • 3° Liturgia Bautismal: La Pascua es el día bautismal por excelencia. Después de la Liturgia de la Palabra, pasamos al primer Sacramento Pascual: el Bautismo. Sabemos que el agua reconstruye y regenera. Como Israel en el Mar Rojo, también Cristo pasó a través del mar de la muerte y salió victorioso. En las aguas del Bautismo, es devorado el mundo del pecado, y emerge de allí la creación nueva. Además de los bautismos que pueden realizarse en esta noche, todos renovamos nuestras promesas bautismales y recibimos la aspersión del agua como recuerdo de nuestro Bautismo, pues fue el día en que participamos por primera vez de la Pascua de Cristo.

 

  • 4° Liturgia Eucarística: El segundo Sacramento Pascual es la Eucaristía, en la que el Señor Resucitado, el verdadero Cordero Pascual, nos da una vez más como alimento su propia persona, su Cuerpo y su Sangre. Es la Eucaristía más importante del año y el momento culminante de la noche.     

Al finalizar la celebración, el sacerdote imparte la bendición solemne. En la despedida, el diácono o el mismo sacerdote imparte la bendición solemne, diciendo: Pueden ir en paz, Aleluia, aleluia. Y el pueblo responde: Demos gracias a Dios, Aleluia, aleluia. Esta despedida con doble Aleluia se dice durante toda la Octava, hasta el segundo Domingo de Pascua.

  Fuentes:

  • Instrucción General del Misal Romano, Tercera Edición Típica, Normas Universales sobre el Año Litúrgico y el Calendario. Año 1969.
  • Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia. Año 2002.
  • Farnés Scherer, Pedro, Pbro. Celebrar la Semana Santa en las parroquias y pequeñas comunidades. Fundación Pedro Farnes. Año 2014.
  • Agenda Litúrgica Oficial del Paraguay, Conferencia Episcopal Paraguaya. «La celebración del Domingo de Ramos» y «Observaciones sobre el Triduo Pascual». Año 2023.
  • Suzuki, Harumi. (8 de abril de 2022). Hoy es Viernes de los Dolores: ¿Qué es y dónde se celebra? https://www.aciprensa.com
  • Sábado Santo: el día de gran silencio. Opus Dei. https://opusdei.org
  • Papa Francisco. Audiencia general del 31 de marzo de 2021.