Evangelio de hoy

MARTES DE LA CUARTA SEMANA DE PASCUA

Evangelio según San Juan 10, 22-30

“Yo les doy Vida eterna”

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, y Jesús se paseaba por el Templo, en el Pórtico de Salomón. Los judíos lo rodearon y le preguntaron: “¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo abiertamente”. Jesús les respondió: “Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa”. Palabra del Señor.

Meditación

Mis ovejas escuchan mi voz. No es que las ovejas sean “un capo” en escuchar y reconocer la voz del Pastor, por lo que la vía sinodal se sustenta en la práctica de la escucha, la responsabilidad al tomar la palabra y el compromiso por el bien común. Pero no se trata de la mera confrontación, sino de escuchar lo que el Espíritu dice a las Iglesias.

     En el día de S. Atanasio, que difundía la verdad sobre Cristo, rebajado en varios lugares, citamos una genial expresión de S. Agustín: “Como es igual al Padre, el Hijo de Dios no recibe el poder de juzgar, ya que lo posee con el Padre. Lo recibe para que buenos y malos lo vean juzgar, porque es el Hijo del Hombre. La visión de la divinidad sólo se dará a los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5, 8), no los malvados e impíos. Tal visión lo obtendrán quienes conozcan al único Dios verdadero y a su enviado Jesucristo (Jn 17,3)”

     Así es que en esta IV semana del tiempo pascual, nos planteamos nuestra vocación común desde el bautismo y la gran responsabilidad de contar con más y santas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, para proseguir con la misión de Jesucristo.

 

Alabad al señor, todas las naciones.

Él la ha cimentado sobre el monte santo;

y el Señor prefiere las puertas de Sión

 a todas las moradas de Jacob.

¡Que preguntan glorioso para ti,

ciudad de Dios!.