Evangelio de hoy
MARTES DE LA SEMANA 3ª DEL TIEMPO ORDINARIO DURANTE EL AÑO
Evangelio según San Marcos 3, 31-35
“Porque el que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano“
Llegaron la madre y los hermanos de Jesús y, quedándose afuera, lo mandaron llamar. La multitud estaba sentada alrededor de él, y le dijeron: “Tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera”. Él les respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”. Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo: “Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”. Palabra del Señor.
Meditación
El Don de la diversidad en la Iglesia. Jesús atrae la atención de la gente. Nos ama llamado y nos llama amando. Así, al entorno cercano y familiar, extraño y lejano, hasta los círculos diversos y múltiples. Con una gran libertad y profundo conocimiento de la condición humana expone la Ley y las Profecías, más allá de la letra y de las fronteras geográficas y existenciales. Hay servicios, ministerios y carismas dentro de las comunidades cristianas, que expresan la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica.
La misericordia de Dios y las graves situaciones de la vida actual, implican inevitablemente nuestras opiniones y actuaciones. Las posturas se confrontan y buscamos poner a Cristo de nuestra parte o, en el peor de los casos, rechazarlo por diferentes motivos. Pero Jesús no viene para privilegios y marginaciones.
En efecto, la Palabra de Dios hecha oración nos relata que hay 2 grupos de gente: uno se acerca a la puerta de la casa (su madre y sus hermanos); otro los recibe y ¿les abre?. En el Evangelio, los discípulos de Jesús se encargan de la recepción y Él manifiesta las exigencias del amor a Dios y al prójimo. Amar a Dios es escuchar su Palabra y ponerla en práctica; ejercitarse en el ser y quehacer familiar como madre, hermano y hermana de Cristo. En fin, la oración nos proyecta a la ascensión de Cristo y a su segunda venida (Salmo) para conducir a los suyos (nuevas relaciones en el Reino) a la casa celestial.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
¡Es el Señor en persona!
¡Portones!, levanten los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
Va a entrar el Rey de la gloria.
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