Evangelio de hoy
MARTES DE LA III SEMANA DE CUARESMA
Solemnidad de la Anunciación del Señor
Evangelio según San Lucas 1, 26-38
«Yo soy la servidora del Señor; que se haga en mí según tu Palabra»
El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: “¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!”. Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: “No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. María dijo al Ángel: “¿Cómo puede ser esto, si yo no tengo relación con ningún hombre?”. El Ángel le respondió: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será santo y se lo llamará Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios”. María dijo entonces: “Yo soy la servidora del Señor; que se haga en mí según tu Palabra”. Y el Ángel se alejó. Palabra del Señor.
Meditación
Para nosotros, del “Paraguay, tierra de María”, nos inunda una inmensa alegría poder celebrar la solemnidad de la Anunciación del Señor. Celebramos el día del niño por nacer (establecido según decreto presidencial No. 20.846/2003 del 14 de abril de 2003), y en este día especial rendimos homenaje a todos los “Provida” y “Profamilia” del mundo entero en medio de la proliferación de la “cultura de la muerte” (Juan Pablo II) por todas partes. Ciertamente, es el gran acontecimiento de la salvación, la Encarnación del Hijo de Dios, pero se concreta gracias al sí de María, nuestra reina de toda la humanidad. Su realeza está llena de amor, de ternura, de humildad y sencillez; como Madre de la misericordia intercede por la salvación de todos nosotros a pesar de nuestros pecados. Tanta historia de amor narrada con palabras y con la vida de incontables personas llenas del favor de Dios por medio de nuestra Madre.
A lo largo de la historia de la salvación, en diversos momentos difíciles de la vida del pueblo, Dios anunció el nacimiento de niños fundamentales en la concreción del plan de salvación, como Isaac, Sansón, etc. En el texto de hoy encontramos que existe una relación al Antiguo Testamento este nacimiento de Jesús (culmen de esta historia de salvación), presentado como hijo de David e Hijo de Dios. María es saludada con que Dios la favoreció, la “llena de Gracia”. El “alégrate” es una felicitación por captar la mirada de Dios y su favor para acoger su Gracia. Incluso la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María fue expresión de este gran concepto. El “alégrate”, expresa la concreción de la felicidad ya que en ella se realiza la plenitud de su Gracia, pues Dios ha obrado maravillas en María. Esa plenitud de su Gracia es porque Dios la ha favorecido librándola del pecado original y dado todas las virtudes y dones para agradar a Dios.
Perdón Señor porque muchas veces no valoramos en su plenitud cuánto nos amas al regalarnos a tu Santísima Madre, la concebida sin mancha de pecado original, quien comparte con nosotros Tu favor y dijo Sí para la Encarnación del Verbo. Ayúdanos a dirigirnos con mayor profundidad e intensidad a Ti orando el rosario y oraciones que nos entregas suplicando por la paz y que Ella reine en nuestras actitudes entre los miembros de nuestra familia, primando tu Misericordia que nos impulsa a seguir misionando con amor. Gracias por inundar a María, Madre Tuya y Madre nuestra, con el Espíritu Santo, la llena de Gracia, quien procura permanentemente porque haya paz reinando Dios en el mundo entero. Amén.
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