Evangelio de hoy

Miércoles de la 4° Semana de Pascua

Evangelio según San Juan 12, 44-50

“Yo soy la luz y he venido al mundo”

Jesús exclamó: El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió. Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó.

Meditación

El destino del ser humano se define con el tema fe-incredulidad. Quien crea en Él se salvará, porque acepta a Jesús como su Salvador; quien no crea en Él, será juzgado por la misma palabra de Jesús en el último día. Jesús no ha venido para juzgar o condenar, sino para salvar (cf. Jn 3,16). Las tinieblas nos dan inseguridad, temor, sin poder ver dónde uno está y hacia dónde ir. Es horrible vivir en el error y no poder ver en su alrededor ninguna luz de la verdad. Muchas personas que se acercan a pedir ayuda manifiestan estar en la oscuridad, sin claridad alguna. Algunos dicen: iñipytü chéve, ndahechái mba´eve (estoy en la oscuridad, no veo nada; no veo la salida). Quien tiene a Jesús, Luz del mundo, está en la verdad, sabe dónde está y hacia dónde va. Una chispa de luz aminora notablemente la oscuridad y se impone iluminando lo que y a quien encuentre.

Jesús vino para traernos vida y vida en abundancia (cf. Jn 10,10). El Padre tiene tanto amor que, rebosante de ese amor por nosotros, le envía a su Hijo para que todos alcancemos la vida. No quiere que nadie se pierda, quiere no la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (cf. Ez 18,23). El propósito último de Dios es la vida que la alcanzaremos creyendo en Jesús desde un profundo encuentro con Él y un verdadero arrepentimiento y conversión para llegar a ser discípulos misioneros de su amor y misericordia. Su persona es el amor encarnado, quien nos da la vida y la luz que iluminará cualquier dolor, angustia, adversidad, situación de incertidumbre e inseguridad, hará desaparecer cualquier oscuridad de nuestras vidas, y nos encenderá la esperanza hacia el Padre.

Perdón Señor si hemos sido agentes de división, y no de unidad, de destrucción y no de edificación de la comunidad y porque no comunicamos vida al caer en la murmuración, calumniando al prójimo. Ayúdanos a no juzgar o condenar al hermano sino a condonar, para ser luz del mundo y a verle al Padre en Ti Jesús compartiendo esa unidad que proviene del amor de Dios Padre. Gracias por darnos tu luz, tu persona y tu Palabra que nos dan vida y porque vienes a salvarnos, aunque no lo merezcamos, a pesar de nuestros pecados nos regalas tu amor, tu condonación de tantas deudas contigo. Amén.