Evangelio de hoy
MIÉRCOLES DE LA 2ª SEMANA DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO
Evangelio según San Marcos 3, 1-6
“Él la extendió y su mano quedó sana“
Jesús entró en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo sanaba en sábado, con el fin de acusarlo. Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: “Ven y colócate aquí delante”. Y les dijo: “¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?”. Pero ellos callaron. Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: “Extiende tu mano”. Él la extendió y su mano quedó sana. Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él. Palabra del Señor.
Meditación
La mirada, el movimiento, la meta. De las 3 miradas podemos imaginar solamente una; mientras que las otras 2 son elocuentes. Por las palabras de Jesús sabemos que su mirada es profunda, firme, compasiva tanto al dirigirse al paralítico como a los fariseos. Éstos en cambio no podían ocultar la malicia, cobardía y fingida autoridad: ellos callaron, se mostraron indiferentes.
El movimiento de Jesús es el de cercanía y misericordia, mientras que el de los fariseos manifiesta huida, confabulación y mala intención. Pero Jesús llega a conmoverse e indignarse con pena: no es indiferente a la dureza de corazón. ¿Cómo se ha llegado hasta ese punto? Por un proceso de desvío, indolencia y olvido de la meta de todo creyente: la vida eterna. El amor verdadero.
Imaginamos la mirada del hombre con mano paralizada, temerosa y confundida ante la presencia de los fariseos y la de Jesús. La meta de Jesús se realiza más allá de la humillación y de los méritos; favorece al hombre y a su entorno. Tal vez a su familia, a los espectadores y hasta a nosotros. El Papa Francisco nos ayuda a profundizar esa realidad: “el relato sitúa ante los ojos una doble esclavitud; la de la enfermedad y la de las actitudes rígidas y legalistas. Demuestra que esperanza y libertad van juntas: donde no hay esperanza, no puede haber libertad” (Homilía, septiembre 2013).
Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec!
Oráculo del Señor a mi Señor:
siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.
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