Evangelio de hoy

JUEVES DE LA 2ª SEMANA DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Evangelio según San Marcos 3, 7-12

 “¡Tú eres el Hijo de Dios!

Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea. Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón. Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara. Porque, como sanaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo. Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: “¡Tú eres el Hijo de Dios!”. Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto. Palabra del Señor.

Meditación

    Todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre Él para tocarlo. De manera gradual, pero no menos trascendente, Jesús revelará su secreto salvador. La unción del Espíritu Santo y la misión están a la base de unos “encuentros” que realiza con todos los que quisieran escucharlo, estar con Él y asociarse a su misión. Esto a través de lo que hoy conocemos como “via sinodal” hasta “más allá de las fronteras geográficas y existenciales”. Así, desde Galilea pasando por el ámbito internacional hasta Jerusalén se manifiesta el Hijo de Dios.

    Hoy impresionan “la gente” más allá de Galilea y “los espíritus impuros” que se tiran a sus pies. Si “al enterarse, acudían a él de todas partes (3,8)” es que has abierto, Padre, los tesoros de tu misericordia, nos dice el Diácono San Efrén. “Tu ser profundo queda escondido a la mirada de los hombres, pero es anunciado en los movimientos más insignificantes. Tus obras nos dan las pistas para conocer al Autor y las criaturas nos hablan de su creador (Sb 13,1; Rm 1,20), para que podamos tocar a Aquel que se sustrae a la búsqueda intelectual, pero que se da a conocer en sus dones. Es difícil llegar a estar delante de Él cara a cara, pero es fácil acercarse a Él”.

    Nuestra gratitud es insuficiente, pero a nosotros nos conviene enaltecerte en todo momento, con toda nuestra voluntad y tú derramas sobre nosotros algo de tu plenitud, para que así desaparezca nuestras omisiones que, sin tu gracia, no podemos evangelizar.

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Tú no quieres sacrificios ni oblación,

y, en cambio, me abriste el oído;

no pides sacrificio expiatorio,

entonces yo digo: Aquí estoy.